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Escuelas PíasEscuelas PíasApartamentos AcapulcoSieteDiscos Imaginarios 6,5 / 6,5Dream Pop |
Durante gran parte de la década pasada proliferaron los sellos que publicaban sus discos en compactos grabables o CD-rs. Por supuesto, la elección de ese formato obedecía a razones económicas: en un momento en el que las fábricas de discos no aceptaban pedidos pequeños, suponía la manera de mantener a flote una plataforma sin tener que apostar todas las finanzas al éxito (o no) de una sola referencia. Pero en su supuesta flaqueza (las tiradas necesariamente reducidas y la obligación de vender fuera del circuito “convencional” de tiendas) también se encontraban sus principales virtudes: por un lado, la posibilidad de publicar discos o bandas (digamos) “difíciles”, que de otra manera no hubieran llegado a ver la luz; y por otro lado, la creación de artefactos que en muchos casos tenían un regusto artesanal. Algo que, en una época dominada por las descargas (legales o no), suponía una manera de reivindicar su pasión para algunos amantes de la música.
Ese mismo espíritu es el que recupera ahora Discos Imaginarios, un sello con base en Granada, hermano pequeño de Ondas Del Espacio. Sus dos primeros lanzamientos vienen envueltos en coquetas cajitas de cartón de colores, estampadas de manera manual y con sorpresas gráficas en el interior: exactamente ese tipo de acabado artesanal y deliciosamente imperfecto del que hablábamos más arriba. Un aire a producto casero que de algún modo se transmite también a la música que contienen los compactos, en ambos casos proyectos de dream pop con cajas de ritmos, teclados vaporosos y guitarras cargadas de efectos. Música de mesa camilla, teñida de melancolía.
En el caso de Escuelas Pías, un trío sevillano con miembros de Sundae y Blacanova entre sus filas, el gran protagonismo del sonido se lo arrogan los teclados. Sus canciones, que están construidas a base de superponer capas y más capas de sintetizadores (también se adivina alguna guitarra por ahí), trenzadas en compleja armonía, recuerdan a bandas como The Sundays o los Cocteau Twins de principios de los noventa (los de “Heaven or Las Vegas”, quiero decir), referencias a los que ellos añaden unas letras con dobleces y un sentido del humor más bien oscuro. Una combinación que funciona muy bien en algunas canciones (como la que abre el EP, “Chimpacé”), pero que en otros casos se desborda, precisamente, debido al exceso de instrumentación y arreglos que rellenan cada partícula del espectro sonoro. Una circunstancia que deja al oyente sin espacios para respirar y que obliga al cantante a moverse por territorios incómodos para su tono de voz. Problemas menores, que a buen seguro se arreglarán en cuanto tengan que enfrentarse al directo y se vean obligados a simplificar sus canciones.
En cuanto a Apartamentos Acapulco, se trata de un dúo con base en Granada y gusto por las atmósferas tejidas a cámara lenta. Con su tensión creciente y su hábil manejo del feedback, “Bing bong” busca acomodo en el mismo espacio sonoro que Galaxie 500 alumbraron para “Blue thunder”, mientras que “Canción del autoconvencimiento” es un bonito ejercicio de acid folk bañado en olas de electricidad estática y “Nueve esferas”, un poco más allá, demuestra que estos chicos también son capaces de apretar los dientes y elaborar canciones de pop ruidoso y vitaminado. En realidad, el único punto negro reside en las letras, relatos de apariencia costumbrista, que confunden ingenuidad con insipidez, y que palidecen en comparación con la música a la que acompañan.

Vidal Romero
Como todos los antiguos, Vidal Romero empezó en esto haciendo fanzines (de papel) a mediados de los noventa. Desde entonces, su firma se ha podido ver en infinidad de revistas (Go Mag, Rockdelux, Ruta 66, Playground, aB, Era y Clone entre muchas otras) y algún que otro periódico (Diario de Sevilla, Diario de Cádiz). Es también uno de los autores del libro “Más allá del rock” (INAEM, 08) y ha trabajado como programador y productor para ciclos de conciertos y festivales como Arsónica, Territorios o Electrochock (US). Incluso le ha quedado tiempo para ayudar a levantar España ladrillo a ladrillo con lo que es su auténtica profesión: la arquitectura. Es uno de los mejores analistas de música electrónica de este país.