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Bitchin’ BajasTransporteurHands In The Dark 7,5Psicodelia cósmica |
Desde sus primeros pasos, allá por 2010, Cooper Crain (Cave), Rob Frye (Fluxbikes) y Dan Quinlivan (Mahjongg) han utilizado a Bitchin’ Bajas como un vehículo en el que dar rienda suelta a su amor por el kraut rock y el ambient de naturaleza cósmica. Un amor que (como casi todos) tiene dos caras: por un lado, una vertiente meditativa y planeadora, que les lleva a bordear la siempre dudosa frontera de la new age, y por otro lado una visión más muscular y rocosa, en la que gran parte del protagonismo se lo arrogan esos ritmos de naturaleza mecánica y cinemática que son tan habituales en el género. Dos maneras de hacer a las que se puede reprochar cierta falta de originalidad (nada grave: los mismos protagonistas reconocen que esto tiene más de divertimento y de ejercicio de estilo que de proyecto “experimental”), pero no de efectividad: ahí están los cinco discos y la media docena de EPs que la banda ha grabado hasta la fecha para demostrarlo, siempre entre el notable y el sobresaliente.
“Transporteur”, la nueva incorporación a ese catálogo, es un generoso vinilo –o cinta de casete- en el que cada una de sus caras (que se van más allá de los dieciséis minutos) enfrenta una de esas dos visiones de las que hablábamos más arriba. La cara A comienza dibujando un paisaje de drones pesados y arpegios que parecen moverse a cámara lenta; una piscina de sonidos envolventes y de naturaleza líquida, que hacia la mitad del minutaje se pliega sobre sí misma para que emerja una coda melódica de belleza sobrenatural. Dividida también en dos secciones, la cara B comienza tejiendo una telaraña de líneas de percusión, por entre cuyas grietas se cuelan todo tipo de drones, efectos especiales y armónicos, en un ejercicio que recuerda (y seguro que no por casualidad) al “In C” de Terry Riley. Un trip hipnótico y planeador, en el que de repente se produce una invasión de guitarras, ritmos más gruesos y sintetizadores obsesivos, que provocan un giro hacia una psicodelia oscura y pegajosa, punteada por un saxofón que añade ciertas notas de free jazz. Una pieza magnífica y absorbente, que trae a la cabeza una letra de los olvidados Jack: “This is slow music/this is white jazz/this is a love you will/never be sure of”.

Vidal Romero
Como todos los antiguos, Vidal Romero empezó en esto haciendo fanzines (de papel) a mediados de los noventa. Desde entonces, su firma se ha podido ver en infinidad de revistas (Go Mag, Rockdelux, Ruta 66, Playground, aB, Era y Clone entre muchas otras) y algún que otro periódico (Diario de Sevilla, Diario de Cádiz). Es también uno de los autores del libro “Más allá del rock” (INAEM, 08) y ha trabajado como programador y productor para ciclos de conciertos y festivales como Arsónica, Territorios o Electrochock (US). Incluso le ha quedado tiempo para ayudar a levantar España ladrillo a ladrillo con lo que es su auténtica profesión: la arquitectura. Es uno de los mejores analistas de música electrónica de este país.