Broadchurch 02x02
Ansia de redención
7,1
Uno de los desafíos a los que debe hacer frente cualquier drama judicial (a menos que se opte por una narración “concentrada” del tipo “Doce hombres sin piedad”) consiste en lograr que cuanto sucede en la sala del tribunal, por lo general momentos de alta carga informativa y emocional, no acabe eclipsando por completo el resto de la trama. Frente a la investigación criminal que daba cuerpo a su primera temporada, donde cualquier personaje o escenario era susceptible de amparar un descubrimiento o un clímax puntual, “Broadchurch” sufrió un ligero bajón en este 2x02 al verse prisionera por momentos de la trampa que citaba al principio, especialmente porque pareció que la familia Latimer no daba más de sí (aunque averiguamos, por ejemplo, qué ha sido de la abuela) y las escenas de intimidad entre Hardy y Miller funcionan mejor como alivio cómico que a la hora de construir tensiones. La previa a la primera jornada del juicio a Joe Miller, además, resultó demasiado similar a la previa a su declaración de no culpabilidad en el capítulo anterior, así que a la cosa le costó despegar.
Y, cuando por fin lo hizo, ya en los juzgados, el festival de pelucas no nos impidió constatar la parte de arena que acompañó a la ansiada cal. Así, mientras Sharon Bishop representaba a la perfección el rol de la defensa, castigando primero el hígado de Beth Latimer y tumbando a continuación al exinspector Hardy, la labor de Jocelyn Knight resultó tremendamente decepcionante, sobre todo porque se enfrentó a una posibilidad que ella misma había anticipado durante su entrevista con Miller y Hardy, pero que aun así no supo evitar y que acabó traduciéndose en un gol por toda la escuadra. Por un lado, Knight no respondió a las expectativas generadas en el episodio anterior y resulta evidente que la serie no puede permitirse un ministerio fiscal blando, por muy cercano a “los buenos” que se halle. Por otro, el motivo que condujo a la anulación de la confesión de Joe Miller sí debe ser celebrado en su cruel desencuentro entre lo que cualquier persona con un mínimo de corazón hubiera permitido y la intransigencia de la Ley. Siendo “Broadchurch” una serie de personajes, tales castigos aumentan brillantemente su caudal trágico.
En ese mismo orden de ideas, aunque la subtrama Sandbrook se desplegó con cierta morosidad, la irrupción en ella de Beth Latimer resultó igualmente inteligente, por dolorosa: al interponerse en los planes de Hardy, sobre todo al hacerlo a raíz de una interpretación equivocada, la persona más maltratada de la serie toda logró ponerse al público en contra, circunstancia deliciosamente esquizofrénica. A la vez, el cantado fracaso del plan de Hardy para reunir a Lee Ashworth con su esposa invita, en un ejercicio de masoquismo espectador, a coincidir con aquel periódico que en su día lo consideró el peor policía del Reino Unido. A falta de whodunit (que también algo hay, pues Ashworth insiste en su inocencia), bien está que nos subamos al ansia de redención de nuestros pequeños y mortificados héroes.
Bonus tracks:
* ¿Soy yo o la fotografía gana saturación capítulo a capítulo? El plano del barco de Jocelyn Knight, con esas boyas de un rojo intenso, prácticamente hizo daño a los ojos.
* Hacen falta elementos de misterio y la carta con la flor desecada, por mucho que remita al prólogo de “Los hombres que no amaban a las mujeres”, abre caminos interesantes.
* La segunda partida al FIFA 2015 entre Mark Latimer y Tom Miller pareció descartar las opciones más perturbadoras, pero su relación quizá nos obsequie aún con alguna sorpresa.
* La conversación entre Ellie Miller y Claire junto a las casetas de playa fue de lo mejor del capítulo: excelente definición de personajes (y justificación de sus acciones) a través del diálogo.

Milo J. Krmpotic’
Milo J. Krmpotic’ debe su apellido a una herencia croata, lo más parecido en términos eslavos a una tortura china. Nacido en Barcelona en 1974, ha publicado contra todo pronóstico las novelas “Sorbed mi sexo” (Caballo de Troya, 2005), “Las tres balas de Boris Bardin” (Caballo de Troya, 2010), “Historia de una gárgola” (Seix Barral, 2012) y "El murmullo" (Pez de Plata, 2014), y es autor de otras tres obras juveniles. Fue redactor jefe de la revista Qué Leer entre 2008 y 2015, y ejerce ahora como subdirector del portal Librújula. Su firma ha aparecido también en medios como Diari Avui, Fotogramas, Go Mag, EnBarcelona, las secciones literarias del Anuari de Enciclopèdia Catalana…