American Horror Story 04x07
“Test of Strength”
7,3
El capítulo de esta semana se titula "Test of Strenght", aunque bien hubiera podido llamarse "Blackmail", ya que el chantaje es el eje fundamental sobre el que orbitan las tramas más importantes. Bien mirado, tampoco está mal el nombre por el que se han decantado los guionistas. Más allá de darle al martillo para intentar alcanzar la campana, muchos son los personajes que deberán demostrar fuerza para salir airosos de sus encrucijadas vitales.
El primer chantaje es el de las siamesas hacia Elsa Mars. Cuando se descubre el pastel de la venta de Bette y Dot a la familia Mott y regresan al circo, serán ellas mismas las que, contra todo pronóstico, encubran a la patrona. Pero a la alemana no le saldrá gratis la jugada, las condiciones serán las siguientes: deberá darles un papel protagonista cuando consiga el show televisivo en Hollywood y ellas recibirán el cincuenta por ciento de los beneficios. Elsa acabará por aceptar el trato pero urdirá un plan a sus espaldas para acabar con ellas con la ayuda del ladino Stanley.
El otro chantaje es precisamente de Stanley hacia Dell Toledo. El estafador conoce el secreto de la homosexualidad del forzudo y lo utilizará como elemento de presión. A cambio de su silencio le exigirá a Toledo que se encargue de la ansiada muerte de uno de los freaks. La primera intentona será con la amazona Eve y acabará igual de mal que cuando se complican los planes en las películas de los hermanos Coen. El segundo intento frustrado será el más emotivo, el acercamiento con su hijo Jimmy, algo así como Darth Vader y Luke Skywalker haciendo las paces frente a una botella de orujo. Y el tercero será el definitivo; si la semana pasada preguntaba qué clase de desalmado sería capaz de matar a sangre fría a Ma Petite, la respuesta es Dell Toledo. Otro personaje secundario que se nos va (directamente al Museo Americano de la Morbosidad).
Confieso que esta vez el inevitable momento de la escena musical de turno sí ha conseguido despertarme una sonrisa. Jimmy Darling versiona el "Come As You Are" de Nirvana y en cierto modo se cierra un círculo; los que hayan seguido la serie desde el principio recordarán que, en la primera temporada, Evan Peters estaba hecho todo un grunge, un trasunto (atormentado y franelero) del mismísimo Kurt Cobain.
A diferencia de la mayoría de capítulos, en este 4x07 han aparecido todos los personajes de la serie y la gran mayoría de ellos han tenido frase. Las tramas han avanzado e incluso hemos presenciado alguna revelación importante. Han tenido minutos hasta personajes que no acaban de despertar demasiado interés; como es el caso de Penny, la enfermera que participó en la orgía freak del primer episodio e hija de Meryl Streep en la vida real. En una mala noche, Penny terminará con la cara tatuada como una serpiente y hasta con lengua bífida. Ahora es una freak más y parece ser que podrá llevar a buen puerto su amor por Paul. Quizá no nos interese demasiado su subtrama, pero ver esta clase de aberraciones en pantalla siempre es de agradecer.
Esta temporada podrá gustar más o menos –personalmente la coloco por detrás de “Asylum” y “Murder House”, y por delante de “Coven”–, pero lo que no se le puede negar a la serie es su continua apuesta por unos valores de producción de primerísimo nivel. Este esfuerzo se aprecia sobre todo en los detalles, y en este capítulo encontramos un buen ejemplo de ello en la escena de la lectura de las cartas. Donde en otros muchos sitios se despacha este tipo de situaciones con una voz en off, aquí se trabajan una pantalla partida con un plano en color y el otro en sugerente blanco y negro. La existencia de ese plus es un aspecto que no nos cansamos de celebrar y que hace además que sigamos teniendo en buena consideración una serie a la que se le podría exigir algo más de rotundidad en otros aspectos. Por cierto, la semana que viene no hay capítulo, deberemos esperar hasta el 3 de diciembre para encarar definitivamente la recta final de este freak show.

Héctor Ortega
Héctor Ortega (Reus, 1979). De un modo u otro la música siempre ha estado presente en su vida. Quizá el primer recuerdo sea el de Horacio Pinchadiscos y Teresa Rabal sonando en el comedor de su casa. Más tarde ya llegaron los cassettes de Iron Maiden y Megadeth y algo después la primera guitarra clásica con la que simultanear las clases de solfeo con el aporreo torpe de los acordes de Nirvana. Y luego ya los primeros grupos en Reus y el posterior traslado a Barcelona. Una vez allí, a la labor de escuchar y de tocar se sumó la de escribir, ya fuera en el Fanzine Chuck Norris, en Muzikalia o en las páginas de Mondo Sonoro. Y así hasta nuestros días, donde compagina la labor de tocar en bajo en la banda Sons of Woods con la eterna búsqueda de esos discos que le sigan poniendo la piel de gallina.