American Horror Story 04x01
“Monsters Among Us”
7,5
“American Horror Story” ha regresado y, como de costumbre, lo ha hecho con nueva historia y nuevos personajes, pero con los mismos actores. Si la primera temporada transcurría en una casa encantada, la segunda en un sanatorio y la tercera en el seno de un aquelarre, ahora es el turno para el circo de los horrores. Todo un homenaje a los “Freaks” de Tod Browning, sin la gravedad y el calado de “Carnivale” pero con un espíritu desprejuiciado y de sano cachondeo, esa continua sensación de "todo vale" marca de la casa Ryan Murphy que se ha convertido en uno de los grandes valores de la serie.
Como era de esperar, el opening está de nuevo a la altura de las circunstancias. Esta vez se trata de un trabajo de stop motion tan macabro como sofisticado, que bien hubieran podido firmar los hermanos Quay y sobre el que suena una versión de la melodía habitual en clave circense.
En esta ocasión, la historia tiene lugar en el pueblo de Jupiter, Florida, en 1952. Allí es donde ha montado su carpa Elsa Mars (la incombustible Jessica Lange) tras dejar atrás Berlín y el sueño de convertirse en la nueva Marlene Dietrich para tener que vérselas malviviendo al frente de un decadente espectáculo de variedades para paletos. Su mano derecha en el negocio es la mujer barbuda, Ethel Darling (Kathy Bates), cuyo hijo, Jimmy, interpretado por el siempre solvente Evan Peters, está equipado con unas manos de langosta con las que se saca un sobresueldo haciendo favores sexuales a las frustradas amas de casa del pueblo. También hay lugar para una enana hindú (Jyoti Amge, la mujer más pequeña del mundo según el libro Guinness), toda clase de seres grotescos con deformidades varias y, por supuesto, un par de pinheads entre los que encontramos a Pepper, personaje de la temporada “Asylum” felizmente recuperado para la ocasión.
Pero el negocio no va bien y hacen falta nuevos reclamos. Ahí es donde entran en juego Bette y Dot Tattler, dos hermanas siamesas de oscuro pasado matricida, dos cabezas que comparten cuerpo y se comunican telepáticamente, interpretadas con acierto por Sarah Paulson, a quien una temporada más le ha tocado encarnar uno de los papeles más duros pero atractivos del reparto.
Y no podía haber circo sin un payaso. Twisty (John Carroll Lynch) es un clown de aspecto ciertamente perturbador que, por el momento, antes que enrolarse en la troupe, prefiere hacerse cargo del cupo slasher de la serie demostrando sus dotes como sanguinario asesino y perverso secuestrador.
Parece ser que el equipo sigue autoexigiéndose mucho en el apartado técnico, con un diseño de producción, una fotografía y una música excelentes, sacándole todo el partido a la colorista Norteamérica de los años 1950 y echando mano de gran variedad de recursos estilísticos, como esa pantalla partida de aires marcadamente pop que contrasta con el ambiente enrarecido de la depravada orgía rodada en blanco y negro.
Ya este primer capítulo nos regala una escena para el recuerdo, la delirante pieza musical de una Jessica Lange en permanente estado de gracia interpretando el "Life on Mars?" de David Bowie acompañada por una banda de tullidos. Poco importa que la canción aún no existiera en el 52; como decíamos, todo vale.
En el otro lado de la balanza, quizá el hecho de tener que presentar a ciertos personajes en su lugar de origen haga que la primera mitad del capítulo se resienta un poco y no acabe de arrancar con toda la fuerza que hubiéramos deseado, al no transcurrir en el espacio simbólico en el que debe desarrollarse la historia, en este caso el circo.
Teniendo en cuenta los excelentes datos de audiencia (6'1 millones de espectadores en la noche del estreno), la lista de personajes que aún tenemos por descubrir y el jugo que se le puede sacar a la temática elegida este año, podemos esperar muchas alegrías de la nueva temporada de una de las series más gamberras y divertidas de los últimos tiempos.

Héctor Ortega
Héctor Ortega (Reus, 1979). De un modo u otro la música siempre ha estado presente en su vida. Quizá el primer recuerdo sea el de Horacio Pinchadiscos y Teresa Rabal sonando en el comedor de su casa. Más tarde ya llegaron los cassettes de Iron Maiden y Megadeth y algo después la primera guitarra clásica con la que simultanear las clases de solfeo con el aporreo torpe de los acordes de Nirvana. Y luego ya los primeros grupos en Reus y el posterior traslado a Barcelona. Una vez allí, a la labor de escuchar y de tocar se sumó la de escribir, ya fuera en el Fanzine Chuck Norris, en Muzikalia o en las páginas de Mondo Sonoro. Y así hasta nuestros días, donde compagina la labor de tocar en bajo en la banda Sons of Woods con la eterna búsqueda de esos discos que le sigan poniendo la piel de gallina.