Doctor Who 8x06
Who you’re gonna call?
7,6
Un robot recién salido de un happy meal se pasea por Londres dispuesto a hacer fechorías propias de uno de los seres más peligrosos del universo, ya se sabe, colarse en edificios abandonados, perseguir objetivos al azar, cambiar de color los leds de sus ojos, ir a un instituto como antesala de la dominación del mundo. El Doctor, claro, tiene un plan para localizarlo y dejarlo fuera de combate. Su estrategia: hacerse pasar por el conserje de Coal Hill para tener acceso a todos sus rincones y poder tenderle una trampa.
Soy incapaz de recordar el nombre del robot asesino, era algo así como de marca de taladros, pero es que importa bien poco. Es otro monster-of-the-day que sirve como excusa para desarrollar el episodio, al estilo de “The Sarah Jane Adventures” (serie que no he visto, pero que por lo que tengo entendido es un spin-off infantil de “Doctor Who”). Porque, en el episodio, el monstruo es lo de menos, y son las dinámicas entre los personajes las que pasan a primer plano: entre el Doctor y Clara, entre Clara y Danny, y entre el Doctor y Danny. Y además entra en escena Courtney Woods.
El primer Doctor era un viejo cascarrabias que viajaba junto a su nieta Susan y dos profesores del instituto Coal Hill, Ian y Barbara. Parece que se intenta reproducir esta fórmula con el Doctor de Capaldi, aprovechando que incluso tienen la misma edad (año arriba, año abajo), aunque con matices en su relación. ¿Y cómo se construye este metaremake de la serie?
Moffat realizó en 2003 una serie sobre las relaciones de pareja que tampoco he visto (algo a lo que le pienso poner remedio en breve). Se llamaba “Coupling” y ya se sabe que donde hubo fuego siempre quedan brasas, así que en esta temporada estamos asistiendo al nacimiento de una relación entre dos companions como si de una comedia romántica de Richard Curtis se tratara. Y, cuando digo que siempre quedan brasas, no me refiero a Moffat en sí, que hay mucho hater suelto.
¡Ey, pero Miki y Rose eran novietes en la etapa de Russel T. Davies! ¡Y Rory y Amy se casaron durante los años de Smith! Cierto, pero a ambas parejas las conocimos ya formadas y vimos su evolución, sin asistir a su nacimiento. En el caso de Danny Pink y Clara Oswald, parece que uno de los Leitmotivs de la temporada va a ser contemplar los primeros pasos juntos de ambos. A priori, eso puede dar algo de miedo. De entre todas las virtudes que tiene Moffat como escritor, la de construir personajes femeninos autónomos no es una de las mejores. Sus personajes femeninos suelen venir definidos por contraposición con los masculinos. Desde su Madame Pompadour (recuperada indirectamente en el piloto de esta temporada), que dependía del Doctor de Tennant para ser rescatada a lo largo de los años, hasta la chica que esperó, Amy Pond, cuyo apodo ya lo dice todo. Si de algo se ha acusado a Clara Oswald en el tiempo que lleva en la serie es de ser una chica mona a la búsqueda de novio. El último episodio de Navidad, en el que invitaba al Doctor a la cena familiar haciéndolo pasar por su pareja, era el momento cumbre de su falta de entidad propia.
En la octava temporada, Clara parecía que iba tomando una personalidad marcada, la de “egomaníaca y controladora”, como la definió el Doctor, propia de una profesora de instituto (y desde aquí saludo a todos los profesores de instituto que me estarán leyendo), y ejerciendo de tutora del propio Doctor (la que le dice lo que está bien y lo que está mal, la que le para los pies, la que lo tranquiliza cuando tiene miedo). En este sentido, Clara estaba creciendo como companion a medida que dejaba atrás sus flirteos y se centraba en la faceta más aventurera. La chica imposible se transformaba en la chica sin miedo. La aparición de Danny Pink ha supuesto un paso atrás en su evolución.
Gareth Robert y Steven Moffat han escrito un capítulo de lo más divertido, eso sí. Una comedia romántica con personajes que se interrelacionan con una química especial, un “Adivina quién viene a cenar esta noche” donde el Doctor es Spencer Tracy y el novio no solo es negro, sino que también es soldado. Como en los episodios en los que había salido Danny Pink con anterioridad (“Into the Dalek” y, sobre todo, “Listen”), su relación está explicada en formato de flashbacks y escenas breves salpicadas de humor, con un ritmo endiablado que le añade una frescura y un tono desenfadado a la serie, que puede ahuyentar a algunos espectadores, pero que sin duda está incluido para compensar el carácter más huraño del Doctor y, sobre todo, para no perder la base fangirl que habían amasado con unos timelords más jóvenes y apuestos.
El riesgo existe. El segundo episodio de la tercera temporada de “Sherlock” jugaba sus cartas de comedia romántica con boda a lo Hugh Grant y diluía al protagonista en una trama entre cursi y anecdótica. El mejor detective de todos los tiempos, el temor de los criminales, acababa siendo padrino de bodas de un evento lleno de colores pastel, en una deriva de la serie que no puede ser calificada sino de decepcionante. Por fortuna, el Doctor de Capaldi flota por encima de ese riesgo y no solo sobrevive sino que sale reforzado, aunque no se puede decir lo mismo de Clara. Ella, la que se metió en el timeline del Doctor para salvarle la vida, ahora se convierte en una chica que debe ser defendida por su valiente chico, el soldado que cava pozos y salta como si fuera un ninja. Es divertido ver cómo flirtean mientras ella se dedica a viajar por el Universo con el Doctor y estar al borde de la muerte. Danny Pink y ella están en sintonía y hacen buena pareja. Pero ese ramalazo de “yo te protegeré” y ese “yo quiero que me protejas” no acaba de encajar en la nueva personalidad de Clara.
Y, sin embargo, me lo he pasado muy bien viendo este “The Caretaker” por su total falta de pretensiones (me encanta la épica de “Doctor Who”, pero me encanta aún más cuando no la necesita) y por establecer un juego a tres bandas con equívocos y malentendidos, con un Peter Capaldi que va haciendo crecer a su personaje a medida que se suceden los episodios.
Capaldi es el Doctor. Un Doctor que no necesita ser entendido, que no busca ser amado (aunque, en el fondo, es lo que le conviene), que es más extraterrestre y menos humano que nunca. Un Doctor que se sabe superior al resto y no se acomoda con las normas sociales porque no van con él, capaz de refunfuñar en plena sala de profesores o subirse a una escalera para corregir un error en la pizarra de Clara a través de la ventana del aula. Un Doctor que se disfraza (un disfraz, ¡por fin!) de conserje. Memorable conserje, con todos los tics psicopáticos dignos de cualquier bedel. Y aprovecho para saludar al señor Cristóbal, que no me estará leyendo. Un Doctor cuyos planes son tan absurdamente intrincados como los de Pierre Nodoyuna.
Y eso es mérito tanto del guión como del poderío escénico de Peter Capaldi, cuya vis cómica queda patente en cada pequeño gesto. Capaldi entronca con los grandes humoristas ácidos del Reino Unido, del Rowan Atkinson de “Black Adder” al Ricky Gervais de “The Office”, pero le añade un toque de ternura extra, la del hombre que no entiende qué acontece a su alrededor, en la línea del Michael Crawford de “Some Mathers do’ave them”.
Solo con la veteranía de Capaldi se pueden resolver situaciones como ese equívoco sobre el novio de Clara, cuando él piensa que se trata de Adrian, el mattsmithesco y culto profesor de pajarita, al cual da su bendición porque al fin y al cabo es un sucedáneo de él mismo, igual que el Tennant mortal del otro universo era un sustitutivo del Tennant Doctor a quien amaba Rose Tyler. No imagino a Smith tampoco silbando el estribillo de “The Wall” de Pink Floyd mientras observa cómo Clara regaña a unos chicos, lo que le convierte en un personaje no solo más mordaz sino más cercano, a pesar de sus excentricidades alienígenas.
Solo una pequeña muesca en el apartado de los defectos de este Doctor. Desde el primer día ha dejado claro que detesta a los soldados, pero no sabemos muy bien por qué. No lo razona más allá de cuatro tópicos sobre el ejército, y nos da la sensación de que se trata de un pretexto para provocar el enfrentamiento entre él y Danny como companion. La falta de justificación de este odio repentino (¿quizá producto de los siglos de guerra que pasó defendiendo Trenzalore?) hace que el conflicto se tambalee y nos parezca algo forzado. Intuimos que Danny y el Doctor se parecen más de lo que ellos creen (ambos luchan por un mundo mejor sin usar la violencia, cavando pozos, bla bla bla), en una continuación del juego de espejos que está siendo la octava temporada, pero quizá se nos ofrece de forma demasiado abrupta. Aunque bien es verdad que la sutileza no es otra de las virtudes de Moffat.
¿Y Missy? ¿Y la Tierra Promet… digo la Nethersphere? ¿Quién son? ¿Qué quieren?
Mi respuesta ante esas preguntas es: me da igual. Si hay algo que he aprendido con “Doctor Who” es a no intentar avanzarme a la trama, primero porque me gusta que haya misterio (más o menos bien dosificado) y segundo porque ya me lo encontraré y me sorprenderá. Detesto que haya gente que valore una temporada en función de si el misterio del arco argumental se acerca a lo que ellos habían apostado que sería o no. Pero vamos, eso es algo muy personal.
¿Me ha gustado “The Caretaker”? Sí, y mucho. Ha sido un episodio muy divertido de establecimiento de roles con un formato al que no estamos acostumbrados en “Doctor Who”. Y eso, en una serie que lleva cincuenta años vagando por el universo, no es baladí.
Lo mejor: Peter Capaldi ejerciendo de Cazafantasmas.
Lo peor: Miedo me da meter a una niña rebelde en la TARDIS. Courtney Woods, no nos hagas un “Misfits”.

Marc Pastor
Marc Pastor (Barcelona, 1977) es un escritor catalán que trabaja en la sección científica de los Mossos. Sus obras han sido traducidas al inglés, alemán, italiano, o el francés y es el autor de "La mala mujer", "El año de la plaga", "Montecristo" y "Bioko".