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Fargo 01x08

"The Heap”

8,4

 

Milo J Krmpotic'

 

Un hombre comparece ante el juez acusado de ser un ladrón de tumbas y se lanza a exponer su caso: “Verá, Señoría, hace un año exacto yo lo tenía todo: una empresa, una esposa, dinero y amor… Pero algo en mi interior me impedía ser feliz. Acudí al rabino y este me recomendó que hiciera obras de caridad, me aseguró que eso me llenaría. Pero, ¿con quién debía compartir mi fortuna, cómo estar seguro de que esa persona en concreto lo merecía? Decidí que la única manera de superar cualquier riesgo era dar con alguien que lo hubiera perdido absolutamente todo. Y fui en su busca. Es así que una mañana, paseando por el peor barrio de la ciudad, oí un lamento. Me asomé al otro lado de una valla y vi a un pordiosero sentado en lo alto de una montaña de basura, llorando por las llagas que le habían salido en la piel. Pensé: ‘Este es mi hombre’. Pero, cuando le pregunté si lo había perdido todo, absolutamente todo, me contestó: ‘¡No, aún tengo la esperanza de que las cosas mejoren! Si quieres a alguien que lo haya perdido todo, incluso la esperanza, tendrás que buscarlo a dos metros bajo tierra’. Me pareció que tenía razón, Señoría, así que esa misma noche reuní una buena cantidad, entré en el cementerio, di con una tumba que me pareció apropiada, la excavé, dejé allí el dinero y me fui”.

 

Tras una pausa para controlar la emoción, el hombre continúa: “Al principio me sentí liberado, es cierto. Pero, con el paso de los meses, me vi víctima de una desgracia tras otra: mi empresa quebró, mi mujer se fugó con uno de mis socios, pasé a vivir en la calle… Y ayer, cuando estaba planteándome incluso la posibilidad de acabar con mi vida, recordé el dinero que había enterrado aquella noche. Era mi única esperanza para comenzar de nuevo, así que regresé al cementerio y me puse a excavar… hasta que un policía me vio y me detuvo”.

El fiscal aprovecha el fin del relato para exponer su indignación: “¡Señoría, en todos los años que llevo desempeñando este cargo jamás había escuchado una excusa tan ridícula!”.

A lo que el juez contesta: “Y, sin embargo, me consta que este hombre dice la verdad. Queda declarado inocente, así que le ruego al alguacil que proceda a ponerlo en libertad”.

Y, mientras abandona el juzgado, el antaño millonario, hoy pordiosero, no puede evitar preguntarse de qué le suena tanto el magistrado, especialmente por las pequeñas cicatrices que salpicaban la piel de su rostro…

 

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Además de recordarnos que la vida es imprevisible, que unos días se gana mientras que otros se pierde, y que conviene antes ser hormiga previsora que cigarra desprendida, esta semana “Fargo” nos enseñó cómo se construye una lavadora. Porque ese electrodoméstico, tal y como desencadenó la crisis homicida de Lester, va a ser también la base de su fulgurante ascenso. Así, metafóricamente encaramado a su blanca superficie, el agente de seguros hallará la fuerza para enfrentarse a la viuda Hess y sus dos tarugos hijos, para seducir a su compañera de trabajo, para disparar el interés de los jefes por su persona y… bueno, pasado un tiempo, para ser reconocido con el galardón al vendedor del año 2007 en una concurrida (pero, convengamos, no particularmente glamourosa) ceremonia.

 

Momento en que debemos romper una lanza (o clavarle una grapa en la frente a alguien) en favor de Martin Freeman. Porque, durante los primeros capítulos de la temporada, obnubilados por la traviesa sonrisa de Billy Bob Thornton, muchos dieron por sabida la interpretación del amigo hobbit. “Es el mismo papel que hace siempre”, comentaron displicentes. Pero, con el paso de los episodios, su Lester Nygaard ha ido resultando tan sutilmente creíble cuando ejercía de mindundi como en los roles de asesino imprevisto, viudo azotado por la culpa, paciente maquiavélico, follador vengativo y, last but not least, triunfador en los negocios y con las mujeres. Es más, su reacción al giro final de este 1x07, por poco sorprendente que resultara para el espectador medianamente avispado, fue un nuevo ejemplo de saber interpretativo. Así que un trofeo y un merecido Blood & Sand para él, claro que sí.

 

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Y otro para Scott Winant, ya que estamos. Porque, tal y como la semana pasada le celebramos dos planos, otros dos planos debemos celebrarle en la presente. El primero, sin duda, fue ese travelling lateral de derecha a izquierda (el sentido en que avanza la lectura en hebreo, por si queremos seguir buscándole tres tirabuzones al rabino) que, al cobrar velocidad, nos trasladó un año en el tiempo y nos informó, con notable gracia paralela en lo que a vehículo y uniforme se refiere, sobre cómo le fue a Gus la audiencia interna por el tiroteo del día de la tormenta. Y, toda vez conocedores de la “fecunda” unión Grimly-Solverson, sabedores también de que Molly sigue obsesionada con el caso, el movimiento de cámara que situó a Lester debajo de su cama, impidiéndole dormir, resultó sencillamente magistral.

 

Un año después, por tanto, Lester ha pasado de no tener nada a hacer fortuna. Pero, conducido por una tentadora sonrisa, acaba de descubrir que uno de los clientes del bar en que se aprestaba a celebrar su noche de gloria ejerciendo el adulterio es no otro que Lorne Malvo. Todo lo que sube, amigos, tiene que bajar. Y dispuesta a ser testigo de ese descenso aparece Molly, a quien sólo le falta desprenderse de esa espinita para que su matrimonio con Gus sea un prodigio de normalidad made in Minnesota. A la vez, queda por ver qué papel desempeñará Mr. Wrench en el clímax, una vez que Malvo ahorcó al policía que lo vigilaba para respetar (y liberar) a quien más cerca había estado de asesinarlo. A “Fargo” le quedan dos capítulos y pinta que se nos van a hacer cortos.

 

 

Bonus tracks:

* Kitty Nygaard: “You don’t cheat on Miss Hubbard County”. Y por un momento pensamos que Lester iba a tomárselo como una invitación a saldar otra cuenta pendiente por la copulativa vía.   

* Bill Oswalt: “We had drinks to celebrate!”. Porque, en Bemidji, la culpabilidad no la decreta el juez, sino la fiesta policial que pone punto final al caso.

* Agente Pepper: “Now, the photo’s not great but I, we were thinking… definitely white male”. Fue una de las sutiles joyas cómicas del episodio: un sospechoso blanco en Dakota del Norte.

* Bill Oswalt, de nuevo: “Don’t question the universe, that’s my motto”. Y el emotivo relato de su encuentro con Tahir, ocurrido en ese ámbito de milagros que son los supermercados Phoenix Farms, nos dejó aplaudiendo con las orejas.

* Lester Nygaard, mirando el menú: “Something dangerous, let’s have a look”. Así que peligro pidió y, al volver la cabeza, peligro obtuvo. Cosas del universo, que tiene un sentido del humor bastante cabrón.

 

Milo J. Krmpotic’

Milo J. Krmpotic’ debe su apellido a una herencia croata, lo más parecido en términos eslavos a una tortura china. Nacido en Barcelona en 1974, ha publicado contra todo pronóstico las novelas “Sorbed mi sexo” (Caballo de Troya, 2005), “Las tres balas de Boris Bardin” (Caballo de Troya, 2010), “Historia de una gárgola” (Seix Barral, 2012) y "El murmullo" (Pez de Plata, 2014), y es autor de otras tres obras juveniles. Fue redactor jefe de la revista Qué Leer entre 2008 y 2015, y ejerce ahora como subdirector del portal Librújula. Su firma ha aparecido también en medios como Diari Avui, Fotogramas, Go Mag, EnBarcelona, las secciones literarias del Anuari de Enciclopèdia Catalana

 

milo@blisstopic.com

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