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¡Ave, César!

Joel y Ethan Coen

Estados Unidos, 2016

6,5

 

Tariq Porter

 

Que los Coen son incapaces de rodar una mala película empieza a ser una afirmación científica. Incluso sus incursiones menores son excelentes piezas cinematográficas, casi todas elocuentes y piradas, sabias y nunca onerosas. “Un tipo serio” (2009) o “Crueldad intolerable” (2003), aparentemente discretas, son en verdad grandes obras que, el tiempo dictará, confirman a los hermanos estadounidenses como unos cineastas tan extraordinarios como constantes en sus entregas, nunca inestimables. Así que digamos ya, de entrada, que “¡Ave, César!” es una buena película. Emparentada con “Barton Fink” (1991) y quizás “El gran salto” (1994), lo nuevo de los Coen se sitúa en el Hollywood de los 50, en plena psicosis macarthiana, y su trama discurre entre los bastidores de una Major en auge creador y los marcianos que la regentan; productores, directores, estrellas, extras y guionistas que forman una singularísima idiosincrasia.

 

 

En esto, van descubriéndose los caracteres principales obedeciendo a estereotipos para convertirse en una suerte de caricaturas, instrumento del humor más contenido del dúo dinámico y alacena de divagaciones, que siempre encuentran el buen cauce para no acabar en una cuneta cualquiera. Clooney y Brolin –dos asiduos– más Johansson, Tatum, Ehrenreich, Swinton o Fiennes –finísimo all-stars– representan así una fábrica de sueños evidentemente engañosa y eminentemente frívola en la que interpretes son sólo estampas, directores sólo funcionarios y sonrisas y lágrimas sólo un buen título. De los guionistas ni hablemos o estropearíamos lo mejor del film. Sea como sea, su carácter metalingüístico, como ejercicio estilístico, no es especialmente interesante; sí lo es por el hecho mismo de describir la industria de mediados de siglo, algo así como una réplica a “The Artist” (Michel Hazanavicius, 2011) con veinte años de diferencia. “¡Ave, César!”, sin embargo, no se conforma con eso y se sumerge de cabeza en el registro tragicómico marca de la casa, ¿alguien en la sala que lo domine mejor que ellos? El resultado, en esta ocasión, es inferior a su previa maravilla, “A propósito de Llewyn Davis” (2013), pero no por ello desechable.

 

 

Y es que a pesar de ser una película algo dispersa, a ratos ingeniosa a ratos caprichosa, léase escena Channing Tatum bailarín, y con unas subtramas que no fluyen con la naturalidad que deberían, “¡Ave, César!” se come con agrado y se digiere fácil, como un gazpacho veraniego. No trasciende, eso sí, ni acaba de conmover, despertar carcajadas o emocionar. Quizás por ambición coral o indefinición en el tono, al final lo nuevo de los Coen es, en pocas palabras, un trabajo simpático, fallido en su complejidad pero acertado en sus mundanales placeres.

 

Tariq Porter

Tariq Porter Astorga (Barcelona, 1988). Licenciado en Bellas Artes en la Universitat de Barcelona y Master en Ficción en Cine y TV en la URL. Ha criticado cine gozosamente en TuPeli o la Revista Mabuse y sigue haciéndolo en Serra d’Or y Blisstopic. Ha trabajado –aún con gozo– en los festivales chilenos Femcine y Fidocs, y sigue haciéndolo en la Acadèmia del Cinema Català y, como programador, primero en el CCCB y actualmente en el Festival de Cinema de Menorca. Escribe harto y pretencioso y lo intenta también con el guión. A ver qué.

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