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El RenacidoAlejandro González IñárrituEstados Unidos, 2015 4 |
"El renacido", digámoslo ya de entrada, requiere de un buen estómago. La violencia extrema es la protagonista desde la primera escena. Y no de forma metafórica o ambiental sino de una forma estrictamente explícita, literal. Y este, quizás, es el más grave problema de la película: que todo es demasiado literal.
La anécdota, digamos, es la de un hombre que fue atacado por un oso y abandonado por sus compañeros en medio del bosque, con el cuerpo mutilado y en pleno invierno. Aun así, y contra todo pronóstico, logró sobrevivir, cruzar el bosque y vengarse de los que le habían abandonado. En este hecho supuestamente real se basa la novela de Michael Punke en la que se ha inspirado Alejandro González Iñárritu para la película.
Para realizarla, ha rodeado esta anécdota de los más selectos ingredientes del mercado: Emmanuel Lubezki, uno de los mejores director de fotografía del momento; Leonardo DiCaprio, un buen actor a quien todo el mundo quiere dar el Oscar como si de justicia divina se tratara; unas condiciones de rodaje extremas, que supuestamente aumentan el realismo de la imagen; y unos efectos especiales y digitales de infarto.
Y todo esto, evidentemente, consigue que el plato que presenta sea espectacular. Pero la anécdota sigue siendo sólo una anécdota porque no hay nada que la sustente. Hay pretensión, vanidad y ambición pero no se transmite ninguna intención, emoción o profundidad. Una historia de supervivencia, de determinación y de venganza que se queda en lo superficial y que, por lo tanto, no consigue que el caramelo visual que la rodea incida en la espectador más allá del rechazo hacia lo violento o el embeleso por los bellos encuadres de la espectacular naturaleza. Los personajes, apenas esbozos de caricaturas, tampoco contribuyen a dotar la película de complejidad; no son más que arquetipos polarizados de vez en cuando aliñados con flashbacks azucarados.
A estas alturas seguramente ya sabemos que el cine de Iñárritu tiene cierta tendencia al exceso, la autocomplacencia y los subrayados. Sus películas funcionan mejor cuando están bien equilibradas, cuando pretenden ser redondas en todas sus aristas, aunque no lo consigan del todo. Pero, a mi modo de ver, un buen director de cine tiene que preocuparse tanto por los planos secuencias, los travellings y la luz, como del sentido, aunque sea mínimo, que circula por ellos.
Y si una comparación puede ilustrar más claramente lo que falla en esta película, aquí dejo la mía: mucho más violento, profundo y desgarrador me pareció el elíptico ataque del oso en "Grizzly man" de Werner Herzog que el larguísimo, explícito y carísimo de "El renacido".

Marga Almirall
Marga Almirall (La Floresta, 1989) vio un día "Fresas salvajes" en una pantalla de ordenador (no tenía televisor) y decidió que lo que más le gustaba del mundo era el cine. Eso la llevó a engordar las filas de los licenciados en Comunicación Audiovisual que no saben qué hacer con su vida. Después de vivir un tiempo en Estambul y en Roma, estudió crítica de cine en la escuela Estudiodecine y Montaje Audiovisual en la UPF. Su última afición es acudir a los festivales de cine como Jurado joven (Sitges) o con el campus de jóvenes críticos (D’A) o simplemente como espectadora, intentando tener siempre despierto el espíritu crítico.