Menu
Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre su existencia  

Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre su existencia

Roy Andersson

Suecia, Alemania, Francia, 2014

8,5

 

Marta Armengou

 

“Me alegro de que todo te vaya bien”, van repitiendo algunos de los personajes a lo largo de esta película de título tan ocurrente. La frase es como un leitmotiv que se mantiene a lo largo de toda la narración y, evidentemente, viniendo de Roy Andersson, es irónico, porque quienes la pronuncian no les va nada bien. ‘Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia’, que ganó el León de Oro en el Festival de Venecia 2014, es la última parte de la "Trilogía Viva" junto a "Canciones del segundo piso" y "La comedia de la vida", consagrada a la desesperación del ser humano iniciada por el maestro sueco hace 15 años.

 

Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre su existencia

 

El cine de Andersson es una suerte de retrato perversamente divertido, absurdamente cómico, sumamente cruel pero a la vez esperanzador, sobre la condición humana. La película se basa en 39 escenas diferentes, 39 viñetas interconectadas que representen 39 fragmentos en los que el cineasta quiere que el espectador reflexione sobre su propia vida: “¿Qué hacemos? ¿Adónde vamos?”. Él mismo ha acuñado el término "trivialismo" para referirse a su gusto por ir de las situaciones más cotidianas a los problemas existenciales de todo ser humano. La muerte hace acto de presencia en los tres primeros fragmentos de una película que vuelve a parecer atemporal. Dos comerciales que venden artículos de fiesta están en el centro de una historia que mezcla el pasado en el presente siendo ellos, también, testigos de las experiencias de los otros personajes: una profesora de flamenco, Carlos XII, un coronel solitario o el encargado de un albergue.

 

El alma de Samuel Beckett, Luis Buñuel, Ingmar Bergman, Jacques Tati, Monty Python y Aki Kaurismäki está presente en las distintas estampas protagonizadas, la mayoría de ellas, por este Don Quijote y Sancho Panza modernos, una extraña pareja que remite a Laurel y Hardy. Ellos dos nos llevan por un recorrido que nos ofrece una visión general muy desencantada de la soledad, la vulnerabilidad, el envejecimiento, la mortalidad, la culpabilidad, el fracaso o la humillación a través de un humor sarcástico y disparatado, fiel reflejo de los malentendidos y equivocaciones surgidas entre los protagonistas que, a pesar de rozar lo ridículo y lo patético, despiertan cierta ternura y melancolía.

 

Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre su existencia

 

Cada escena se compone como si se tratara de una pintura, perfectamente estudiada y filmada con amplios y estáticos planos generales, en los que enmarca a los sujetos dentro del ambiente que los rodea. Como cuadros en movimiento (de unos tres minutos de promedio), inspirados en Otto Dix, Georg Scholz, Brueghel el Viejo e Ilja Repin. El director y guionista, famoso por construir un lenguaje cinematográfico que se aleja de la norma, se permite, una vez más, la licencia de mezclar secuencias anacrónicas sin ningún pudor. Y se atreve, incluso, con una escena de exterminio, en la unos colonizadores británicos obligan a unos esclavos a entrar en un enorme cilindro de cobre. De la mirada individual a la crítica histórica. De ahí ese prólogo inicial, en el museo de historia natural, en el que un hombre observa una paloma disecada en una jaula de cristal, mientras su esposa espera resignadamente y el esqueleto de un dinosaurio asoma desde la sala contigua.

 

En "Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia" se entrelaza, de manera equilibrada, lo cómico con lo trágico, lo pintoresco con lo vulgar. Esta última entrega es la que tiene más ironía de las tres y el tono general no esconde cierto optimismo, a pesar de contar con unos personajes inadaptados, tristes y desangelados que, como es habitual, son completamente inexpresivos y llevan el rostro pintado de blanco, como si fueran payasos de un mundo a la deriva. Entre el humor y el horror está el sueco, todo un experto en bromear e incomodar, con elegancia y profundidad (pero también algo de frialdad), sobre las miserias de la vida y las flaquezas de los seres humanos. Un film dolorosamente gratificante. A Roy Andersson sí que todo le va bien. Y yo me alegro.  

 

Marta Armengou

Marta Armengou (Barcelona, 1976). Licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Ramon Llull. Crítica de cine. Llevo 15 años trabajando en el ámbito de la cultura en general y del cine en particular. Actualmente, dirijo el programa cinematográfico "La Cartellera" de BTV. Durante cinco años fui Jefa de Cultura de los Informativos de Localia TV. También he ejercido de redactora en diversas publicaciones y de realizadora y guionista de programas para TVC o La2.

Más en esta categoría: « Poltergeist Mis escenas de lucha »