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Puro VicioPaul Thomas AndersonEE.UU., 2015 9
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En el capítulo “Niña pequeña en gran liga" de la decimotercera temporada de “Los Simpsons” (justamente el 8 de marzo nos dejó Sam Simon, uno de los tres creadores de la serie), Lisa finge estar estudiando en la Universidad. En una conversación que mantiene con una estudiante le pregunta: “¿Estás leyendo 'El arco iris de la gravedad'?". “Bueno, lo estoy releyendo”, contesta la chica. La tercera novela de Thomas Pynchon es la quizá la más celebrada, una de las más largas, pero también es tachada de ser excesivamente complicada, inacabable e ilegible. De ahí la broma en ”Los Simpsons”: si haberse leído el libro “El arco iris de la gravedad” ya tiene mérito, imagínense habérselo releído. Todo esto viene a cuento porque, como ocurre con cualquier obra de Pynchon, resulta casi imposible sintetizar su argumento, embrollado, denso e indescifrable. Por eso, tiene fama de inadaptable.
“Puro vicio” es la adaptación de la séptima novela de Thomas Pynchon (editada aquí con el título de “Vicio propio”), pero también es la séptima película escrita y dirigida por Paul Thomas Anderson, y la primera que traslada a la gran pantalla una obra del autor neoyorkino, considerado uno de los grandes escritores contemporáneos de la literatura universal. Se puede entender que pocos cineastas se atrevieran a tan magno desafío. Me alegro de que haya sido Anderson. Ha tenido el valor y lo ha bordado.
Hablar de Paul Thomas Anderson es hablar de algunos de los hitos más importantes del cine de las últimas décadas. Responsable también de los guiones de sus películas, el cineasta californiano ha creado una obra muy cohesionada en constante evolución. Si antes de hacer los 30, ya era autor de dos obras capitales, “Boogie nights” y “Magnolia” (aunque su debut fue con “Sidney” en 1996), su última película, “Puro vicio”, es otra obra maestra que, además, supone otro paso adelante en su trayectoria. Todos estos films, junto a “Embriagado de amor”, “Pozos de ambición” y “The Master”, se sitúan en un espacio entre la tradición y la modernidad del cine americano. Pero, por encima de todo, son títulos absolutamente personalísimos e imprescindibles.
“Puro vicio” está ambientada en la contracultura estadounidense de finales de los sesenta y tiene por protagonista a Doc Sportello, un detective (hippy y adicto a la marihuana) que acepta investigar la misteriosa desaparición de la actual pareja de su ex novia, un especulador inmobiliario multimillonario. El film sigue el esquema del cine negro (con trama conspirativa incluida), pero contiene una intriga abstracta y zigzagueante que pega tropecientas mil vueltas. Anderson sigue las andanzas del investigador que se ve irremediablemente perdido en un caso laberíntico e incomprensible que no puede resolver y en el que parece que todo el mundo esté escondiendo algo. Cada pista, más que arrojar luz, lo enturbia más y más. Y, al igual que el personaje, una se pregunta si se ha perdido algo importante. Seguro que sí. Pero lo que realmente cuenta es la creación de atmósferas y como se entremezclan escenas hilarantes, rocambolescas, surrealistas, hipnóticas y desconcertantes. Todo esto le sirve, además, para hacer un retrato (social, político y algo nostálgico) de una época y de un país consiguiendo otro fresco, otro mosaico de un momento especialmente significativo de la historia más reciente de los Estados Unidos. El director ha vuelto a encontrar en Joaquin Phoenix el intérprete perfecto para encarnar este personaje perdido y magnético. Pero la película también atrapa por esa hermosa fotografía de Robert Elswit y la exquisita banda sonora de Jonny Greenwood, que se funde con temas de Can, The Marketts, Neil Young, Sam Cooke, entre otros. Con todos estos elementos, logra crear en el espectador la sensación de estar “emporrado”, es decir, algo aturdido y mareado. Es conveniente sentarse, relajarse y disfrutar del viaje tranquilamente porque coloca y, además, crea adicción.
Después de siete magníficos largometrajes y con sólo 44 años, Paul Thomas Anderson se ha erigido como uno de los autores norteamericanos más influyentes y prestigiosos del cine actual. Estoy convencida que, dentro de unos años, su nombre estará entre los mejores de la historia del cine. “Puro vicio” es un film embriagador, imprevisible, complejo y menos hermético y oscuro que el anterior. Es descomunal. Otro clásico. No sé si, ahora, me atreveré con Pynchon, pero estoy segura de que voy a revisar “Puro vicio”. Y esto no es broma. Otro visionado sólo puede mejorar (todavía más) una película como esta.

Marta Armengou
Marta Armengou (Barcelona, 1976). Licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Ramon Llull. Crítica de cine. Llevo 15 años trabajando en el ámbito de la cultura en general y del cine en particular. Actualmente, dirijo el programa cinematográfico "La Cartellera" de BTV. Durante cinco años fui Jefa de Cultura de los Informativos de Localia TV. También he ejercido de redactora en diversas publicaciones y de realizadora y guionista de programas para TVC o La2.