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20.000 días en la TierraIain Forsyth y Jane PollardReino Unido. 2014 8,5
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En los primeros instantes de esta hipnótica película vemos un marcador avanzando a velocidad de vértigo, recorriendo uno tras otro los días que Nick Cave lleva entre los vivos. Vislumbramos su niñez, su turbulenta juventud, su elegante madurez y finalmente nos detenemos en el día que hace 20.000. Es entonces cuando se levanta de la cama, descorre las cortinas y, al tiempo que la luz lo inunda todo, nos invita a compartir un día entero a su lado.
Aviso para despistados. El que espere un documental musical al uso se habrá equivocado de sala. Aquí no hay ningún viejo productor con coleta contando anécdotas apoyado en una mesa de mezclas, esto es puro cine, para la bueno –la exquisita cinematografía– y también para lo malo –un guión estudiado hasta el milímetro que no deja espacio para la espontaneidad–. Aunque poco importa, porque no se pueden decir más frases lapidarias por minuto como las que dispara Cave, de ésas que marcaríamos con un subrayador fluorescente si estuvieran escritas sobre papel.
En estas 24 horas en la vida del australiano asistimos a un espectáculo fascinante, un juego de espejos en el que se funden realidad con ficción, música con reflexión y creación artística con abstracción.
Convertidos en ese fisgón deseoso de conocer las interioridades del genio, vemos al artista despertar, asistir a una sesión de psicoterapia donde habla sobre la figura del padre y la sexualidad temprana, ensayar con la banda (magnífica la toma de "Higgs Boson Blues"), rebuscar en el Nick Cave Memorial Museum (en un guiño autoparódico a su exceso de vanidad), pasar ratos muertos con el enorme Warren Ellis y hasta comer pizza con sus hijos viendo "Scarface". Y todo, absolutamente todo, resulta épico y trascendente.
La película funciona también como un estudio sobre el impacto del paso del tiempo y el miedo a envejecer, y es durante los trayectos en coche por una gris y fantasmal Brighton donde el autor de "Your Funeral... My Trial" recibe la visita de algunos fantasmas de su pasado. Por el viejo Jaguar desfilarán su amigo Ray Winstone, que actuó en la película "The Proposition" con guión del propio Cave, el ex Bad Seeds y líder de Einstürzende Neubauten Blixa Bargeld y también Kylie Minogue, con la que cantó a dúo "Where the Wild Roses Grow"en el disco "Murder Ballads".
Seguramente el día a día de ninguno de nosotros resultará tan dramático e inspirado como el de Nick Cave y los suyos; tal vez la vida no sea algo tan serio al fin y al cabo pero, en un mundo cada vez más frívolo y descafeinado, es de agradecer la aparición de propuestas de este calado. Por un día dejo de lado la cerveza y alzo una copa de buen vino. Va por usted, señor Cave.

Héctor Ortega
Héctor Ortega (Reus, 1979). De un modo u otro la música siempre ha estado presente en su vida. Quizá el primer recuerdo sea el de Horacio Pinchadiscos y Teresa Rabal sonando en el comedor de su casa. Más tarde ya llegaron los cassettes de Iron Maiden y Megadeth y algo después la primera guitarra clásica con la que simultanear las clases de solfeo con el aporreo torpe de los acordes de Nirvana. Y luego ya los primeros grupos en Reus y el posterior traslado a Barcelona. Una vez allí, a la labor de escuchar y de tocar se sumó la de escribir, ya fuera en el Fanzine Chuck Norris, en Muzikalia o en las páginas de Mondo Sonoro. Y así hasta nuestros días, donde compagina la labor de tocar en bajo en la banda Sons of Woods con la eterna búsqueda de esos discos que le sigan poniendo la piel de gallina.