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InterstellarChristopher NolanEE.UU. 2014 8
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No es difícil vislumbrar, a lo largo de los ciento sesenta minutos que dura “Interstellar”, una serie de elementos, en las formas como en el argumento, que remiten directamente a la catedralicia space opera de Kubrick; la odisea en el espacio más pretenciosa y reveladora del séptimo arte. Christopher Nolan se adivina pío, admirador de sus cualidades y conocedor, a su vez, de los puntos débiles que su osadía sigue conllevando. “2001: una odisea en el espacio” es una obra parca, un espaldarazo a la ciencia-ficción pop interesado ante todo en ilustrar la arrogante sobreestimación que la humanidad tiene de sus propios conocimientos; una cura de humildad y un elogio a lo insondable del universo. En su nuevo film, Nolan recurre a un contexto parecido, y aprovechando las psicosis apocalípticas que últimamente nos acechan sirve una trama igualmente grandilocuente pero mucho más accesible que la de Kubrick. Sin embargo, así como “2001” evitaba extralimitarse en sus cimientos científicos, dejando paso a una poética que era en sí misma la representación del desconocimiento, Nolan opta por atar cabos y no dejarse abandonar nunca, buscando respuestas a todo sin dar bola a lo inescrutable y padeciendo de esa arrogancia que la anterior odisea espacial se había curado de exhibir.
“Interstellar” se presenta así como una hija ilegítima de “Señales” (M. Night Shyamalan, EEUU, 2002) y una ilegítima progenitora de “La carretera” (John Hillcoat, EEUU, 2009), partiendo de una granja familiar de cultivadores de maíz en un mundo al borde del colapso e incierto futuro. Entre la desesperada huida hacia adelante, hay un pequeño grupo de científicos que trabaja para encontrar planetas habitables lejos de nuestro sistema solar, algo que evidentemente no es tarea fácil. Tampoco debía serlo para Christopher y Jonathan Nolan escribir semejante guion, que a pesar de dolerse de ese tic tan hollywoodiense de negar al espectador sus propias réplicas se intuye estudiado al milímetro, basculando magistralmente entre las exigencias del blockbuster y el carácter propio de un cine que aspira a algo más que a destacar en taquilla. Existen en él ciertos desajustes –el desdibujado personaje del hijo, el improbable final...–, pero son todos residuales, y gracias a su sensibilidad y extraordinario sentido de la narración y aventura cuesta poco obviarlos. En todo caso, todo ello resulta más fácil si se cuenta con talentos como Anne Hathaway, Jessica Chastain, Casey Affleck, o un Matthew McConaughey que aun encontrándose quizás acomodado en su carismático registro desidioso, sarcástico y reticente a la vocalización que desde “Killer Joe” (William Friedkin, EEUU, 2011) prevalece en todos sus personajes, sigue en estado de gracia. También ayuda un equipo técnico de nuevo brillante que corrobora la capacidad de Nolan en aunar y optimizar los recursos humanos y tecnológicos que una gran producción puede sostener, regalando a nuestras retinas unas impresionantes estampas que sólo supera el sonido, absolutamente apabullante y firme candidato –si no prematuro ganador– a su correspondiente Oscar.
En definitiva, no existen apenas obstáculos para disfrutar del show, del que sólo los estudiantes de física más recalcitrantes y demás escépticos patológicos se privaran, como en su momento se privaron de los placeres mundanos de “Gravity” (Alfonso Cuarón, EEUU, 2013). Obviando las licencias que Nolan y compañía se permiten, únicamente cabe elogiar su exuberante aproximación al espacio abierto y sus agujeros, de gusano y negros, y a físicas cuánticas y teorías de cuerdas que siendo incluso de fácil rebatir dan pie, y aquí está lo importante, a fantasear en tres, cuatro o infinitas dimensiones. “Interstellar” es puro cine, la convergencia de la narrativa cinematográfica clásica con temáticas y tecnología puntas, un nuevo e importante aval de este arte en constante estado de jaque.

Tariq Porter
Tariq Porter Astorga (Barcelona, 1988). Licenciado en Bellas Artes en la Universitat de Barcelona y Master en Ficción en Cine y TV en la URL. Ha criticado cine gozosamente en TuPeli o la Revista Mabuse y sigue haciéndolo en Serra d’Or y Blisstopic. Ha trabajado –aún con gozo– en los festivales chilenos Femcine y Fidocs, y sigue haciéndolo en la Acadèmia del Cinema Català y, como programador, primero en el CCCB y actualmente en el Festival de Cinema de Menorca. Escribe harto y pretencioso y lo intenta también con el guión. A ver qué.