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Dos días, una noche

Luc y Jean-Pierre Dardenne

Bélgica, 2014

8,5

 

Marta Armengou

 

“Soy feliz, dice un personaje en Dos días, una noche. Precisamente el optimismo nunca ha sido una seña de identidad del cine de los Dardenne. Pero parece que, poco a poco, la esperanza ha empezado a colarse en sus películas. En “El niño de la bicicleta” y en “Dos días, una noche” se alejan de la atmósfera desasosegante y abandonan la fotografía plomiza para dejar entrar la luz del sol en la vida de sus protagonistas.

 

Los hermanos Luc y Jean-Pierre Dardenne son herederos del Neorrealismo, ese cine que no sólo es una mirada al mundo, sino que también tiene un compromiso moral con esa realidad. La nueva película bebe de la situación de crisis económica y social que atraviesa actualmente Europa. El trabajo, la familia y el valor del dinero son, una vez más, los temas principales de estos excelentes cronistas de lo humano que buscan esa humanidad en las historias más cotidianas. El punto de partida del filme se encuentra en varios casos ocurridos en Francia y Bélgica. De estos sucesos, los hermanos tomaron la inspiración para escribir un guion en el que estuvieron trabajando casi diez años y que vio la luz a raíz de las convulsas y dramáticas situaciones económicas en Europa.

 

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La novena película de los belgas relata la historia de una mujer que no puede recuperar su trabajo porque la dirección ha propuesto al resto de trabajadores la opción de recibir una prima en lugar de apostar por su reintegración. Sandra, que ha estado de baja por depresión, tiene hijos y un marido que la quiere y la apoya, pero sólo dispone de “dos días y una noche” para convencerlos de que renuncien al sobresueldo para poder mantener su puesto en la fábrica. ¿Es correcto pedir a tus compañeros de trabajo que rechacen una paga extra para que puedas volver a tu puesto? ¿Qué haríamos en su lugar? Son las preguntas que se hace el mismo espectador si tuviera que elegir entre ayudar a un compañero o mirar hacia su propia situación. En este dilema, el público es puesto entre las cuerdas, lo que le da a la película una gran resonancia moral. Cada persona con la que Sandra se reúne se enfrenta a una elección. La solidaridad es también una cuestión de ética y, a pesar de la presión del grupo, se resume en una opción personal. Los colegas de Sandra tienen buenas razones para decirle sí o no. La prima de mil euros no es un lujo para ninguno. Todos necesitan este dinero y, eso, Sandra lo sabe muy bien pues ella también pasa por dificultades financieras.

 

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“Dos días, una noche” no solo es un canto a la solidaridad y al combate por la dignidad y el trabajo, sino también un espaldarazo a la fragilidad de las personas en una época donde el poder y el dinero, la competencia y la rivalidad parece que son lo único que vale. Como en toda su filmografía, los Dardenne toman partido por los más débiles, frágiles y vulnerables pero, aquí, no existen buenos ni malos. Ellos no juzgan a sus personajes. La protagonista, interpretada de manera soberbia por Marion Cotillard, busca el apoyo y el respaldo de sus compañeros, sin mendicidad y sabiendo que lo que pide es harto doloroso. Una lucha que emprende gracias a su marido, que interpreta Fabrizio Rongione, que le da la fuerza, el valor y el entusiasmo necesarios para creer que todavía puede recuperar su puesto. Y, de paso, recobrar la autoestima y el orgullo.

 

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Todo el film no hace sino contar la odisea de la protagonista que peregrina de puerta en puerta buscando el apoyo de sus colegas. No se trata de una revuelta obrera. Es pura supervivencia. La urgencia que entraña ese lapsus de tiempo para lograr su objetivo es el que marca el ritmo de la película. Con una estructura muy similar a la de “12 hombres sin piedad” de Sidney Lumet y con la tensión y el suspense de Solo ante el peligro” de Fred Zinneman, Sandra se convierte en una especie de Marshal Will Kane luchando para unir al pueblo en su favor, lo que convierte Dos días, una noche en un thriller social. El estado de ánimo de Sandra, entre la desesperación y el miedo, está inexorablemente reforzado por esos largos travellings cámara en mano (más tranquilos de lo habitual) que se ciernen de manera implacable en torno a ella.

 

La película no es ni maniquea ni manipuladora, ni panfletaria ni moralizadora. Los Dardenne siguen creyendo en la bondad de la gente y en un cine que puede cambiar las cosas, mostrando lo que les disgusta y lo que debería ser. Las dos últimas cintas son menos desoladoras que las anteriores, pero siguen destilando sutileza, honestidad, lucidez, emoción e inteligencia. Maestros de la economía narrativa, han sacado el máximo partido a una idea sencilla, pero directa, efectiva y contundente como nunca. Un viaje que transformará a esta mujer, en principio frágil y resignada, para que finalmente se dé cuenta de que mientras hay vida, hay esperanza.

 

Marta Armengou

Marta Armengou (Barcelona, 1976). Licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Ramon Llull. Crítica de cine. Llevo 15 años trabajando en el ámbito de la cultura en general y del cine en particular. Actualmente, dirijo el programa cinematográfico "La Cartellera" de BTV. Durante cinco años fui Jefa de Cultura de los Informativos de Localia TV. También he ejercido de redactora en diversas publicaciones y de realizadora y guionista de programas para TVC o La2.

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