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Transcendence

Wally Pfister

EE.UU., 2014

4

 

Marta Armengou

 

Puede que, para una mayoría, el nombre de Wally Pfister no les diga gran cosa. Pero si recordáis el cuerpo tatuado de Guy Pearce en “Memento”, el Batman de Christian Bale sobrevolando Gotham City, el veterano detective con problemas para conciliar el sueño en “Insomnio” o los viajes oníricos de Origen, todo esto ha sido filmado por Wally Pfister. Transcendence supone su debut como director. Pfister lleva desde principios de los noventa como director de fotografía. Y desde el 2000, trabajando casi exclusivamente para Christopher Nolan.Juntos han hecho siete películas: Memento (2000); Insomnio (2002); Batman Begins"(2005); El truco final (El prestigio) (2006); “El Caballero Oscuro (2008); Origen (2010), y El caballero oscuro: La leyenda renace (2012).

 

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Cerca de los 53 años, el de Chicago se pasa a la dirección de largometrajes, cediendo la fotografía de la película al inglés Jess Hall. Su ópera prima es un thriller de ciencia ficción sobre las enormes posibilidades y los muchos peligros de los adelantos tecnológicos, en este caso la inteligencia artificial, un tema que no es nuevo y que es muy recurrente en el cine reciente. Con un presupuesto elevadísimo y un guionista novel (Jack Paglen), Pfister, que ganó un Oscar por la fotografía de Origen de Nolan, cuenta precisamente con su colaboración en la producción y un reparto que parece sacado de uno de sus films: Morgan Freeman, Rebecca Hall, Cillian Murphy y hasta Lukas Haas.

 

La historia de Transcendence es bastante compleja: El Dr. Will Caster (Johnny Depp) es el investigador más importante en el campo de la Inteligencia Artificial y trabaja en la creación de una máquina sensitiva que combine la inteligencia colectiva de todo lo conocido con el rango completo de emociones humanas. Sus experimentos altamente controvertidos le han hecho famoso, pero al mismo tiempo le han convertido en el principal objetivo de extremistas antitecnológicos que, en su intento de acabar con él y su proyecto, se convertirán inadvertidamente en los catalizadores de su éxito haciéndole partícipe de su propia trascendencia.

 

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El director de fotografía habitual de Nolan ha intentado conciliar el cine de ciencia ficción reflexivo con el cine de entretenimiento enfrentando un gurú de la era digital, que está a punto de dar con la clave de la inteligencia artificial, con un grupo de activistas en contra de la tecnología que cree firmemente que cualquier avance tecnológico puede tener el potencial de extinguir la raza humana. Esta premisa sirve a Pfister para plantearse cuestiones espirituales, filosóficas, éticas y metafísicas, pero también más mundanas, aunque muy dramáticas, como son: hasta dónde llegarías para salvar a la persona que quieres y si existen límites en la investigación científica.

 

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Hay que reconocer que el punto de partida de Transcendence resulta de lo más intrigante. Si bien es verdad que el cine se ha interrogado varias veces sobre los usos, las posibilidades y los riesgos de la tecnología, no es tan frecuente hablar de la posibilidad de transferir una conciencia a una máquina, como si alguien se pudiera convertir en otra persona. Pero Pfister y Paglen no parecen tener muy claro adónde quieren ir a parar. Ni tampoco sus personajes. Sólo hay que ver la cara de pasmarote de un Johnny Depp completamente desubicado. El problema no es una trama embrollada, sino que resulta confusa por no saber qué contar ni qué mensaje transmitir, si una historia de amor, si una historia sobre la corrupción del poder, si ser una advertencia o, por el contrario, una celebración del progreso de la tecnología. Y, al final, no asoma la inteligencia por ninguna parte y resulta tan artificial que es inevitable pensar qué es lo que habría hecho Nolan con tan jugoso material.

 

En definitiva, un film extremadamente ambicioso que no sólo no engancha, sino que resulta pesado, aburrido y convencional. Transcendence no tiene ni pies ni cabeza, está mal explicada y, además, tiene el añadido de tomarse demasiado en serio. Por querer ser trascendente consigue lo contrario, una película completamente intrascendente. Pfister, como el protagonista, juega a ser Dios. Y ya se sabe que cuando el hombre intenta tan ardua tarea lo más probable es que acabe haciendo el ridículo.

 

Marta Armengou

Marta Armengou (Barcelona, 1976). Licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Ramon Llull. Crítica de cine. Llevo 15 años trabajando en el ámbito de la cultura en general y del cine en particular. Actualmente, dirijo el programa cinematográfico "La Cartellera" de BTV. Durante cinco años fui Jefa de Cultura de los Informativos de Localia TV. También he ejercido de redactora en diversas publicaciones y de realizadora y guionista de programas para TVC o La2.

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