Fallece Prince
Lagrimas Púrpura
En un desenlace tan absurdo como inesperado, Prince Rogers Nelson ha abandonado nuestro mundo mientras descansaba en Paisley Park, su Graceland particular a las afueras de Minneapolis. En el mismo estudio-residencia donde compuso y grabó los temas que proclamaron su genio a los cuatro vientos y que, con la carta invencible de su demoledor directo, él mismo convirtió en legendarios. Ese Paisley Park que era, al mismo tiempo, la cara visible de su imperio y el bunker de su privacidad se ha transformado en su mausoleo. En él descansan cientos, por no decir miles, de canciones que Prince reservaba para sus shows maratonianos y para futuros lanzamientos que le permitieran hacer lo que más le gustaba: subir a un escenario y tocar y tocar sin aparente esfuerzo, sustentado por una energía casi sobrenatural, reservada sólo a aquellos dotados de un talento descomunal.
Quizás esa confianza ciega en su propia resistencia sea lo que haya acabado con la vida de Prince por lo que parece una simple gripe mal curada que ha podido devenir en neumonía. Tras suspender por gripe los dos conciertos programados en Atlanta para día 7 de abril, Prince tuvo que aterrizar de emergencia en Illinois el pasado 15 de abril cuando volvía precisamente de Atlanta de celebrar los conciertos reprogramados. Fue brevemente hospitalizado, mientras su entorno (por ejemplo, su antigua batería Sheila E.) confirmaba que había sido sólo un susto y que no había motivos para la preocupación. Para confirmarlo, el propio Prince se dejó ver en el centro de Minneapolis con motivo del Record Store Day (16 de abril) y en la fiesta que esa noche se celebraba en Paisley Park. Sin embargo, la mañana del jueves 21 de abril fue encontrado inconsciente en uno de los ascensores del complejo, sin que pudiera ser reanimado.
*¡¡Actualización!! El conocido portal de chismorreo de celebrities TMZ afirma que el aterrizaje de emergencia y la posterior hospitalización en Illinois pueden estar relacionadas con una sobredosis de drogas.
Tras su muerte y la de Michael Jackson, sólo Madonna sobrevive como representante de los grandes iconos pop forjados en los 80 (los tres nacieron en 1958), cuando las ventas de discos y la popularidad que estas proporcionaban aún tenían cierta correspondencia con criterios artísticos. De los tres, Prince fue sin duda el más torrencial y el más completo: compositor, cantante, guitarrista, arreglista, productor, actor, director… Su talento desbordaba su menudo cuerpo y acabó por romper las costuras de una industria demasiado grande y demasiado egoísta que exigía fidelidad absoluta (él mismo lo acabaría calificando de “esclavitud”) a cambio de una pequeña parte de los enormes beneficios.
Pese a sus rajadas en los años noventa, Prince no podía quejarse del trato recibido por parte de la industria. Con tan sólo diecisiete años firmó un contrato con Warner (Columbia y A&M también andaban tras el chaval) que le otorgaba un generoso adelanto y, cosa impensable incluso a día de hoy, total control artístico sobre sus tres primeros álbumes y la propiedad de los derechos editoriales. Esos tres primeros LPs –“For You” (Warner, 1978), “Prince” (Warner, 1979) y “Dirty Mind” (Warner, 1980)– labraron la fama de Prince como compositor e intérprete, con una lasciva mezcla de soul, funk, R&B, pop, rock y hasta electrónica; y, sobre todo, le permitieron llenar sus arcas, construir su reducto Paisley Park y dar forma a una serie de alter egos a través de los que Prince daba salida a una personalidad compleja y poliédrica, tan fan de George Clinton como de Joni Mitchell o Dorothy Parker, oculta tras una imagen de calculada ambigüedad sexual. Esa ambigüedad, como muchos otros aspectos de su personalidad de cara al exterior, ocultaba un celosísimo sentido de la privacidad y fomentaba la confusión entre sus fans más cerriles: sus letras abiertamente lujuriosas de preponderancia masculina chocaban con una imagen andrógina, cuando no abiertamente homosexual (medias, ligueros, tacones…), capaz de colar, en plena guerra por la etiqueta “Parental Advisory” (promovida por Tipper Gore al saber que su hija adolescente se sabía de memoria las sucias canciones del de Minneapolis) a la pacata Warner Bros una portada de Jean-Baptiste Mondino –“Lovesexy” (Paisley Park, 1988)– con Prince desnudo rodeado de flores de corolas abiertas y erectos estambres casi digna de Robert Mapplethorpe.
En todo caso, su genio y su incontinencia creativa camparon a sus anchas durante los años ochenta. Como dijo el también recientemente malogrado David Bowie: “los ochenta fueron suyos”. Desde la trilogía inicial hasta “Lovesexy”, hay que contar hasta diez LPs de muy alto nivel (con algún sobresaliente) que representan una década completa de canciones, vídeos y conciertos llenos de una personalidad brillante y aparentemente cambiante: “Controversy” (Warner, 1981), “1999” (Warner, 1982), el multimillonario “Purple Rain” (Warner, 1984), número 1 en ventas junto a la película del mismo nombre, “Around the World in a Day” (Paisley Park, 1985), “Parade” (Paisley Park, 1986) y el impresionante doble “Sign “O” the Times” (Paisley Park, 1987) muestran a un Prince con continuos cambios de tono y de imagen que en realidad responden a sus diferentes alter egos, siendo Camille, el desenfocado personaje con gafas que aparece en la portada de “Sign “O” the Times”, el más desarrollado de todos ellos. El legado que dejan esos discos es sencillamente insuperable: pocos artistas pueden presumir de haber entregado una serie tan larga de obras notables en tan corto espacio de tiempo y, a la vez, aumentar exponencialmente en cada lanzamiento las ventas de discos y tickets hasta cifras mareantes. Además, el eclecticismo que rezuman esos discos es el mejor antídoto para el dogmatismo: Prince canta, toca, baila y compone, pero además pasa del funk al rock con una facilidad pasmosa sin dejar de escandalizarnos tanto por lo sucio de su mente como por lo pegajoso de sus baladas.
En los noventa, su lucha con Warner Brothers para desligarse de un contrato que consideraba abusivo desgastó sus energías y dispersó su talento, con lanzamientos erráticos (inicialmente para acortar el contrato con Warner) y cifras de ventas en clara regresión. Sus conciertos seguían siendo su gran baza: larguísimas exhibiciones que en muchas ocasiones tenían propinas increíbles en forma de conciertos en salas pequeñas ante una audiencia alucinada. Receloso de todos y de todos, no supo ver el potencial que internet le daba para saltarse a los intermediarios (siempre su gran obsesión) entre el público y su arte. Se negaba a que sus canciones aparecieran en Youtube o en las plataformas de streaming, pero no supo capitalizar ese celo, esa exclusividad con un producto convincente que le permitiera reverdecer laureles.
Ahora, cuando sus maltrechas caderas le aconsejaban dejarse de cabriolas y de spagats, alternaba conciertos con su banda femenina 3RDEYEGIRL con un formato más íntimo de greatest hits al piano con el que tenía que actuar el pasado 13 de diciembre en el Liceo barcelonés. Un pase que se suspendió, como el resto de su gira europea, a raíz de los atentados de noviembre en París.
Hoy el color del luto no es el negro, sino el púrpura. Descanse en paz.

Half Nelson
Crítico musical que ha visto multitud de modas y estilos nacer, crecer, multiplicarse y morir desde que empezara a colaborar en Ràdio Ciutat de Badalona en 1993. Fan del jazz y del pop británico, aunque todavía impactado por el drum’n’bass, su firma se ha visto prácticamente en todas las cabeceras de prensa independiente (Mondo Sonoro, Go Mag, Rockdelux, Suite, Trax/Beat…) y radio online (ScannerFM) y por su grabadora han pasado muchos de los grandes (Costello, Lowe, Hitchcock, Mills, Craig, May, Saunderson, Gelb, Calexico, Goldie, Size, Flaming Lips, Bon Iver…). También ha contribuido con varios capítulos a “Loops” (Mondadori, 2002) y a “Teen Spirit. de viaje por el pop independiente” (Mondadori, 2004).