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James Holden en Barcelona

16/04/15, Apolo, Barcelona

6,5

 

Sergi de Diego Mas

Fotos Grun

 

Los ordenadores de la Estación Espacial Internacional mostraban bellas pero imprevistas tormentas de polvo de estrellas. También agujeros negros extrañamente desubicados. A pesar de las dificultades el comandante James Holden y su copiloto, a los mandos de una batería, dieron la orden de despegue. La misión: llevar la emoción de sus melodías cósmicas a bordo de “The Inheritors”, una de las mejores naves construidas en aquel lejano 2013.

 

El volumen en las intercomunicaciones era de una intensidad sorprendentemente baja, poco contundente. Las interferencias de alguna de las máquinas (preciosa palabra que ya parece venir de otro lugar espacio-temporal) o la inesperada ausencia del controlador de estabilidad de vuelo (también conocido como “El saxofonista”) fueron factores a los que los cosmonautas tuvimos que enfrentarnos.

 

Los motores rugieron con la introducción electroacústica de “Rannoch Dawn”, una cuenta atrás repleta de impaciencia sideral hacia lo desconocido para, ya en órbita, lanzar al espacio abierto un polifónico mensaje repleto de ceros y unos (“Renata”, “The Caterpillar’s Intervention” o “The Illuminations”) con el que lograr el contacto definitivo.

 

Pronto hallamos rastros de formas de vida desconocida en forma de criptogramas lanzados sobre nuestras pantallas, pero las computadoras y sintetizadores seguían en problemas: los traductores universales sufrían interrupciones entre tema y tema, parones entre mensaje y mensaje sin un hilo que uniera cada una de las melodías escogidas.

 

Perdimos a aquella inteligencia desconocida.

 

La telemetría fallaba pero la teoría (la abstracción) era exacta: los códigos de comunicación escogidos bebían tanto de la psicodelia setentera (pienso en Cluster), como del postrock y la electrónica orquestada o minimal (pienso en la arquitectura paisajística de Boards of Canada, en la timidez de Jim O’rourke, en la verborrea de Hans Zimmer), entreverados todos ellos con distorsiones llegadas del futuro, todavía por descubrir.

 

El discurso, que alcanzó su mayor cota de densidad con las pulsaciones de “Gone Feral” y “The Inheritors”, finalizó de forma emocionante y especial con “Blackpool Late Eighties.

 

Todos nos miramos en el centro de mandos: Saturno aún quedaba lejos, pero un baile de púlsares nos señalaba el camino.

 

Sergi de Diego

Melómano compulsivo y urbanita adicto a YouTube. Ha escrito “E-mails para Roland Emmerich” (Honolulu Books, 2012) pensando en J. G. Ballard y los próximos cinco minutos. Sus películas favoritas son “Annie Hall”, “Mulholland Drive” y “Tiburón”. Padece ataques de nostalgia al recordar “Los 4 Fantásticos” de John Byrne. Le gusta repetir que “El final del verano es el principio de los conciertos”. Forma parte del colectivo DJ The Lokos. Es fan de Roy Orbison y Sonic Youth. Lo puedes encontrar en su blog, Interferncia Sónica