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Canción de brumaSanti BalmesPrincipal de los Libros 7,9288 págs. 15,90 €. |
Foto AzulClaritoCasiBlanco
La revolución poética que barruntaba Gabriel Celaya se materializa a la perfección en poemarios como “Canción de Bruma”, de Santi Balmes, cantante y letrista, más conocido como voz de Love of Lesbian, pero que ya sabe lo que es lidiar con libros, crítica, editoriales, presentaciones. Cierto, tal vez Celaya lo había ideado de otra forma, pero aquello de “Maldigo la poesía concebida como un lujo/ cultural por los neutrales” adquiere un nuevo vigor aplicado a un poemario como “Canción de Bruma”, que no anda en busca de eruditos, ni académicos, ni negocios arcanos con la poesía. “Ni siquiera, a mi pesar, soy un intelectual”, confiesa Balmes, el mismo que no duda más tarde, en un ejercicio metapoético, en anunciar que su intención es “Vaciarme a cada frase/ donde me pierdo y me gano”.
El poeta se presenta casi siempre en forma de yo que mira e interpreta el mundo, pero en diversas ocasiones deriva en Román, el Perturbado, ese otro yo poético, depresivo, de Santi Balmes, un yo que se entiende mejor con el desaliento, el cinismo, ese mismo que ya no está dispuesto a ejercer de poeta. Porque algo de ganador encierra el título de poeta, parece decir Balmes a lo largo del libro, de ganador frente al desánimo, la inercia estúpida, la inminente pérdida de la calidad humana. El poeta se sabe iluminador de un camino, de hecho llama a menudo al lector a que lo siga. “Persígueme” es sintomáticamente la palabra con la que cierra el libro.
Frente al poeta se erige Bruma, que unas veces es la ciudad (p. 179, Barcelona, indiscutible) y a veces el territorio intangible donde Balmes batalla por buscar sentido y, cuando puede, buscar respuestas (p. 222). Entre las dos voces poéticas señaladas y Bruma, Santi Balmes juega, se indigna, ríe, inventa, se enardece, flirtea. Así en “La patinadora” ensaya un poema-relato dirigido a la fibra sensible, donde de manera autobiográfica da cuenta del surgimiento de la atracción sexual en un muchacho; la responsable, una chica de BUP que dilapida feromonas en el patio de un colegio concertado –y masculino–. En “Partido de tenis en una hoja”, el autor se la juega a golpe de ingenio nada menos que contra Agassi. En “Bathman” la ironía inunda la bañera como el lugar predilecto para incubar poesía –y otras muchas cosas–. Así se desarrolla “Canción de Bruma”, por adición de esquemas, como en los temas de un disco. No hay juego de manos, lo que el lector lee es lo que el autor quiere transmitir, un ejercicio que fluye limpiamente, sin intermediarios poéticos, sin juegos especulares. En ocasiones el discurso parece simple en exceso y, en ciertos momentos, incluso desaliñado: también en esos detalles intuyo una decisión consciente y respetable del poeta.
Una de las líneas temáticas clave del poemario aparece desarrollada en “España, dulce ratonera”. El poema es largo –abundan los poemas largos, es seña de identidad del libro– y en él Santi Balmes actualiza el “me duele España” de Unamuno, aunque en un contexto de indignación atado a este presente que conocemos. Cita, literalmente, frases oídas en la calle, entre amigos, en el metro, entre desconocidos, para destriparlas a continuación, o escupirlas, o agitarlas, o refutarlas. O. Es un poema que sintoniza perfectamente con el sentimiento mayoritario de la España harta de sus gobernantes y de quienes ha pretendido explicar la crisis en términos de inevitabilidad, como si hablasen de la gripe estacionaria. De los que han cargado la factura en la cuenta de los de siempre. Insiste en este tema a menudo, vuelve a él con la misma naturalidad de las entrevistas que en los últimos meses ha ido concediendo por su nuevo disco, “El poeta Halley”. Por cierto, el poeta Halley también se cruza por estos versos. Balmes usa textos diversos para dar cuenta del origen del poeta, y ya de paso explicar a qué se dedica, cómo se aprovecha de su veta poética para producir canciones, o a la inversa, cómo extrae de aquéllas los temas para algunos de sus versos. La conclusión se impone fácilmente: Santi Balmes crea sin sentirse atado a los distintos modos de expresión que busca. Por supuesto, existe una intención unificadora, y acaso esté escondida en ese verso en que confiesa: “Sigo buscando, prematuramente viejo y asustado, / una cura entre los estercoleros de palabras”.

Santiago García Tirado
Soñó con llevar subliminalmente en su DNI una cifra capaz de avivar el deseo, pero llegó al mundo en 1967, con dos años de antelación para la fecha correcta; desde entonces no ha hecho más que constatar que siempre estuvo (contra su voluntad) en el tiempo equivocado para ser cool. Con empeño, y en contra de la opinión de las hordas hipsters internacionales, ha llegado sin embargo a crear la web PeriodicoIrreverentes.org, y colaborar en Micro-Revista, Sigueleyendo, Quimera y Todos somos sospechosos, de Radio 3. Sus últimas obras de ficción son “Todas las tardes café” (2009, relatos) y “La balada de Eleanora Aguirre” (2012, novela). En 2014 verá la luz su novela “Constantes Cósmicas del Caos”, con la que espera coronar su abnegada labor en beneficio de la entropía universal.