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2014 comienza fuerte
Diez novelas españolas que esperamos ansiosamente
No son todos los nombres que protagonizarán el primer trimestre (ahí estarán también Ray Loriga, Juan José Millas, e incluso parece que Javier Marías asoma la patita en torno a tal horizonte), pero sí componen un fresco la mar de atractivo y variado a la hora de tomarle el pulso a nuestra literatura. Por ser dueños de una personalidad muy definida, sin duda generarán discrepancia y provocarán alguna que otra polémica, pero les garantizamos que todos tienen mucho que ofrecer. Sin más dilación, por riguroso orden alfabético, he aquí la primera gran cosecha del año. Por Milo J. Krmpotic' 10
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“Los hemisferios” de Mario Cuenca Sandoval (Seix Barral)
Comenzamos con un mamotreto de 544 páginas, pero es que, como el propio autor bromea, “son dos novelas al precio de una”. La primera pertenece a Gabriel, a María Levi la otra, y ambas dialogan no solo en sus puntos (o personajes) de conexión, sino desde posicionamientos estéticos diversos, con el cine (Hitchcock vs. Dreyer) y el arte como principales caballos de batalla. Un tour de force exigente, qué duda cabe, pero fascinante y alucinado. Quien siga preguntándose dónde están los grandes narradores de nuestra generación setentera, que se lo haga mirar. (Fotografía de Inma Serrano.)
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“Es un decir” de Jenn Díaz (Lumen)
Un hombre cae asesinado mientras su hija se dispone a soplar las velas de un pastel de cumpleaños. El resto, como dijo el Bardo, es silencio. Pero no sólo el derivado de la tragedia vital y particular, sino el de carácter histórico, propio de un país experto en mirar hacia otro lado, donde los verdugos suelen morir en su propia cama. A los 25 años, con otras dos (*) novelas ya en su haber, la barcelonesa continúa ofreciendo savia nueva a nuestro realismo social. Porque cualquiera diría que lo necesitamos más que nunca, ¿no?
(*) EDIT: Tres, tres novelas, nos recuerda la autora, pues recientemente ha publicado "Mujer sin hijo" en Jot Down.
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“Limbo” de Agustín Fernández Mallo (Alfaguara)
Frente a la hiperfragmentación nocillera de antaño, Fernández Mallo opta por una tríada de historias que, tal y como se despliegan, van también entrelazándose: una mujer que recuerda su secuestro mexicano, una pareja que cruza Estados Unidos con un sonido entre ceja y ceja, dos músicos que intentan componer su magnum opus en el interior de un caserón francés. Se podrá comulgar con él o no, pero todos sus pasos hasta la fecha (adelante y hacia los lados) nos han aportado algo, y éste pinta que no será menos.
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“Voy” de Gabi Martínez (Alfaguara)
Se viene abusando de la meta(auto)ficción, desde luego, pero cuando se hace con fundamento… Aquí, el viajero y periodista barcelonés recurre a padrinos de nivel (desde Coetzee hasta Theroux) para contar la peripecia de un reportero chileno que investiga la desaparición de Gabi Martínez en Nueva Zelanda (¿quién le mandaría a ir en busca del legendario moa?) mientras intenta conocer al hombre más allá de tal misterio entrevistando a su exmujer, a dos guías que lo acompañaron en sus expediciones, a una de sus amantes…
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“Un minuto antes de la oscuridad” de Ismael Martínez Biurrun (Fantascy)
En un futuro más o menos cercano y, desde luego, bastante reconocible, España ha acabado de irse al garete. Los vecinos de la periférica Avenida de los Cedros madrileña queman sus basuras porque no hay servicio de recogida, pero su peor problema es una turbamulta vestida con camisas hawaianas y armada con machetes. Entre la novela social y “Blade Runner”, el navarro se confirma como el gran nombre de nuestro fantástico con un thriller sencillamente demoledor sobre una familia que aspira a sobrevivir (física y moralmente) al desastre. (Foto de Isabel González.)
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“Niños en el tiempo” de Ricardo Menéndez Salmón (Seix Barral)
Cada trabajo del asturiano es un nuevo iceberg: leemos su masa flotante mientras cuanto se esconde bajo la superficie va rajando inmisericordemente nuestra línea de flotación. Y no será ésta la excepción, habida cuenta que orbita en torno a los devastadores efectos que sobre una pareja tiene la muerte de su hijo pequeño. Algo más allá, tras una infancia que se niega, otra que se desvela: por sorpresa, asistimos al relato de todo aquello que siempre quisimos saber y la Biblia no se atrevió a contar acerca de los primeros años de Jesús.
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“La trabajadora” de Elvira Navarro (Literatura Random House)
Reducción de sueldo, externalización, pagos diferidos en forma directamente proporcional a la cantidad de trabajo encargada, el fantasma del despido… son demasiados hachazos para la psique de la protagonista, que además tiene que lidiar con una muy peculiar compañera de piso. Pronto, sus paseos Madrid arriba y Madrid abajo no serán analgésico suficiente. Tras su díptico ciudadano (“La ciudad en invierno” y “La ciudad feliz”), Elvira Navarro comienza sorprendiéndonos y acaba enfrentándonos al pan nuestro laboral de cada día con gesto tan lúcido como amargo.
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“Autopsia” de Miguel Serrano Larraz (Candaya)
Stricto sensu es un libro de diciembre, pero nadie debería permitir que una excusa tan banal le llevara a pasar por alto a este zaragozano ni su retrato particular que inevitablemente se torna, a ratos, generacional. Serrano Larraz (y quienes hayan leído los relatos de “Órbita” estarán de acuerdo con ello) cuenta las cosas como si no hubiera otra manera de hacerlo. Y, en consecuencia, lo aparentemente común y cotidiano se torna único mientras no cerremos el libro: no busquen grandes peripecias, encontrarán pura literatura.
2
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“Kassel no invita a la lógica” de Enrique Vila-Matas (Seix Barral)
Si la villa alemana de Kassel es sede, año tras año, de la feria Documenta, y si dicha feria es la más importante del mundo en términos de arte contemporáneo, pues en efecto va a ser que no, que la cosa no tendrá ni pies ni cabeza. Especialmente cuando le piden a Enrique Vila-Matas que se pase una semana escribiendo en directo desde el escaparate de un restaurante chino y él se dedica a procrastinar el encargo propio mientras no deja de comentar los ajenos. Un delirio con contenido donde lo mejor-peor es que todo haya sido (más o menos) realidad. (Fotografía de Mario Krmpotic'.)
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“Yo fui Johnny Thunders” de Carlos Zanón (RBA)
Frente al vicio del lugar común (el regreso al barrio y a los lazos que allí quedaron desatados, las ansias de grandeza pisoteadas, el carácter etílico o artificial de cualquier consiguiente acceso al paraíso), Zanón exhibe toda una batería de virtudes: sinceridad, intensidad, elegancia… y mentar a Johnny Thunders en el título de una novela, que no es poco. Música, noche y la Barcelona más canalla se despliegan entre sueños hechos añicos y esa esperanza que siempre, siempre, siempre es lo último que se pierde. Por eso el noir es un estado espiritual. (Fotografía de Ana Portnoy.)

Milo J. Krmpotic’
Milo J. Krmpotic’ debe su apellido a una herencia croata, lo más parecido en términos eslavos a una tortura china. Nacido en Barcelona en 1974, ha publicado contra todo pronóstico las novelas “Sorbed mi sexo” (Caballo de Troya, 2005), “Las tres balas de Boris Bardin” (Caballo de Troya, 2010), “Historia de una gárgola” (Seix Barral, 2012) y "El murmullo" (Pez de Plata, 2014), y es autor de otras tres obras juveniles. Fue redactor jefe de la revista Qué Leer entre 2008 y 2015, y ejerce ahora como subdirector del portal Librújula. Su firma ha aparecido también en medios como Diari Avui, Fotogramas, Go Mag, EnBarcelona, las secciones literarias del Anuari de Enciclopèdia Catalana…