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Ulrich Schnauss & Mark PetersTomorrow is another dayBureau B 7Shoegaze |
El alemán Ulrich Schnauss es un ejemplo perfecto para describir el auge y la caída de la indietrónica, ese subgénero que sacudió brevemente el universo indie a principios de la década pasada, a fuerza de mezclar glitches, melodías de indie pop, guitarras y algo de shoegaze. De entre todo aquel aluvión de bandas y artistas, Schnauss estaba entre los más interesantes: sus dos discos para City Centre Offices, “Far away trains passing by” (01) y “A strangely isolated place” (03) contenían una mezcla muy bien trabada de IDM y pop electrónico, con muchos guiños a Boards Of Canada y Slowdive: no en vano, su versión de “Crazy for you” era uno de los mejores momentos de “Blue skied an’ clear” (02), el seminal tributo de Morr Music a la banda de Neil Halstead y Rachel Goswell. Sin embargo, cuando llegó la hora de fabricar el tercer disco, Schnauss se encontró con un intenso rechazo a la indietrónica en todos los frentes: el público ya no estaba interesado, la prensa ya no estaba interesada, incluso los sellos más señeros del género (piensen de nuevo en Morr Music y acertarán) estaban moviéndose hacia un sonido mucho más clásico. Las aguas, en fin, volvían a su cauce.
Como muchos de sus compañeros de generación, Schnauss optó por virar todo el timón hacia el shoegaze, una decisión que no se puede tachar de desacertada (el revival del género, protagonizado por bandas como Pains of Being Pure at Heart, Asobi Seksu o Sad Day For Puppets estaba a punto de explotar), pero que el alemán no supo llevar a buen puerto. Con sus ritmos fofos y sus melodías insípidas, con su constante indecisión entre sonar experimental o acercarse a un pop blandito, “Goodbye” (07) hacía aguas por todas partes, el título casi una profecía. Una mala racha que, tal vez por las malas críticas cosechadas, se extendió a sus títulos posteriores, tanto los grabados en solitario –el desastroso “A long way to fall” (13)– como sus colaboraciones con Jonas Munk y Mark Peters. Una travesía por el desierto que parece llegar a su fin con “Tomorrow is another day”, grabado también junto a Peters, y que abandona los prejuicios y los experimentos con gaseosa para volver a ese sonido clásico, anclado en los primeros noventa, con el que dio forma a sus mejores trabajos.
Con sus guitarras a lo Cocteau Twins y sus ritmos crujientes, a lo Boards Of Canada, “Slow southern skies” avisa, nada más comenzar, de que este es un disco que no teme a los revivalismos: baños de reverb y delay, capas y capas de guitarras superpuestas, texturas gaseosas y nubes de electricidad estática, todo cabe en cuatro minutos repletos de luz y de misterio. Una sensación que se extiende por gran parte del disco, a veces añadiendo un cierto grado de complejidad en los ritmos (“Inconvenient truths”), otras veces jugando con burbujeos propios de la IDM (“Tomorrow is another day”), aquí acercándose a un ambient legañoso (“Das volk hat keine Seele”) y allí citando a los viejos héroes de la kosmische (sobre todo en “One finger and someone’s elses chords” y “There’s always tomorrow”, que parecen escritas a la sombra de Manuel Göttsching). Curiosamente, el único punto negro del disco está localizado en la canción que más pinta de single tiene: un “Walking with my eyes closed” que juega con experimentos aflamencados y una melodía vocal bastante insulsa. La confirmación de que Schnauss tiene que dejar de buscar el éxito popular y conformarse con ser un estupendo artesano. Que, por supuesto, no es poco.

Vidal Romero
Como todos los antiguos, Vidal Romero empezó en esto haciendo fanzines (de papel) a mediados de los noventa. Desde entonces, su firma se ha podido ver en infinidad de revistas (Go Mag, Rockdelux, Ruta 66, Playground, aB, Era y Clone entre muchas otras) y algún que otro periódico (Diario de Sevilla, Diario de Cádiz). Es también uno de los autores del libro “Más allá del rock” (INAEM, 08) y ha trabajado como programador y productor para ciclos de conciertos y festivales como Arsónica, Territorios o Electrochock (US). Incluso le ha quedado tiempo para ayudar a levantar España ladrillo a ladrillo con lo que es su auténtica profesión: la arquitectura. Es uno de los mejores analistas de música electrónica de este país.