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Bruce SpringsteenWestern StarsColumbia 8Rock |
Springsteen quiere rendir homenaje al Oeste americano más o menos clásico. Es una decisión lícita: lo hicieron muchos antes que él y alguno que otro lo hará después. Ahora bien, tratándose de Springsteen, ¿cuáles son las opciones? “Tom Joad” es una, pero “Tom Joad” ya está hecho y su recuerdo apunta con demasiada fuerza hacia la denuncia social de Steinbeck. ¿“Nebraska”? No: el lofi de “Nebraska” es desolación interna antes que la promesa de una llanura que se extiende interminable en dirección al poniente mientras comienza a asomar un cielo estrellado. Y, admitámoslo, tanto el disco roquero con la E Street Band como una aproximación al country más tradicional tenían muchos visos de rozar la parodia. Springsteen, nacido en el Este, en la industrial y asfaltada Nueva Jersey, supo de la mitología del Oeste por el cine. Y, con inteligencia notable, se acaba decantando por repetir mediación y recurre a una orquestación de banda sonora majestuosa, aunque con sus inevitables guiños crepusculares: “La conquista del Oeste” meets “El hombre que mató a Liberty Valance”, para que nos entendamos (aunque un amigo me decía que, cuando escucha “Western Stars” —el tema—, no puede quitarse de la cabeza al Clark Gable de “Vidas rebeldes”).
Por debajo de tan llamativa instrumentación, en términos estrictamente springsteenianos, “Western Stars” —el disco— tiene mayor resonancia que los trabajos del Boss de la última década y media. De hecho, más allá de las inevitables inercias (comenzando por las “Seeger Sessions”), el referente que con mayor asiduidad me viene a la cabeza es “Tunnel of Love”, un álbum cuyo principal problema —al menos para quienes veníamos de debutar con “Born in the USA”— fue, precisamente, que no era “Born in the USA”. Épico y melancólico, con algunas melodías sencillamente irrenunciables (el guiño a Roy Orbison en “There Goes My Miracle”), el homenaje es certero, por fiel y en cuanto nadie sale perdiendo. Springsteen sigue cabalgando. No al galope ni a lomos de un caballo salvaje y nacido para correr, de acuerdo, pero ni falta que le hace: la suya no deja de ser una figura mayúscula contra el horizonte.

Milo J. Krmpotic’
Milo J. Krmpotic’ debe su apellido a una herencia croata, lo más parecido en términos eslavos a una tortura china. Nacido en Barcelona en 1974, ha publicado contra todo pronóstico las novelas “Sorbed mi sexo” (Caballo de Troya, 2005), “Las tres balas de Boris Bardin” (Caballo de Troya, 2010), “Historia de una gárgola” (Seix Barral, 2012) y "El murmullo" (Pez de Plata, 2014), y es autor de otras tres obras juveniles. Fue redactor jefe de la revista Qué Leer entre 2008 y 2015, y ejerce ahora como subdirector del portal Librújula. Su firma ha aparecido también en medios como Diari Avui, Fotogramas, Go Mag, EnBarcelona, las secciones literarias del Anuari de Enciclopèdia Catalana…