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Rebolledo

Mondo Alterado

Hippie Dance

9

Disco Cósmico

Virginia Arroyo

 

Desde que leí sobre la publicación de su anterior DJ mix “Momento Drive”, no puedo evitar imaginarme a Rebolledo con un escorpión bordado en la chaqueta dorada, saliendo a conducir por la ciudad y a repartir un poco de leña. Lo malo es que la escena, solemne y de una tensión contenida, fría y esteta, no se correspondía con el cachondeo de su predecesor “Supervato” (recordemos ese enorme “Guerrero”) y mucho menos con el DJ Mix, a ratos decepcionante (“Windsurf, Sunburn and Dollar”) y a ratos satisfactoriamente saltarín, pero poco o nada ryangoslingniano en cualquier caso.

 

 

Es ahora, dos años más tarde, cuando mi visión se materializa, pasada, eso sí, por el prisma del genio mexicano. Rebolledo se sube a un Mustang rojo, se acomoda, mete primera, luego segunda. Ahora tercera y cuarta. El cuero de su chaqueta gruñe al contacto con el del asiento. Enciende la radio y suena la atmosférica “Here comes the warrior”, que va creciendo a medida que se abre el plano y lo vemos adentrarse en la negrura de la noche en la ciudad. Un túnel. Suben los BPMs con una marcial y casi disco “Discótico Sinético”, pero Rebolledo no se despeina. Los fluorescentes iluminan su rostro impertérrito con intermitencia y de la nada sale una plegaria, “Life is Strange, Life is Hard, Life is Great”, que se fusiona imperceptiblemente con “Spacer Rainbow Woman”, una especie de “Positivísimo” inyectado de opiáceos. “I don’t wanna push you but I don’t wanna lose you, I just wish you knew how much I care about you”: un mantra hipnótico que se va metiendo en su cabeza con un bombo implacable y un sinte como única ayuda. Ya a punto de perder la cabeza, sale de nuevo a la nocturnidad del cielo abierto, donde la inquietante y finísima “A numb gas to the future” da paso a la muy kraut “POW POW”. Su gesto es hierático aún pero sube el volumen. Algo está pasando. Voces distorsionadas, salidas de su cabeza o del mismísimo infierno que está dejando atrás. Los primeros compases de “Discótico Estático” y la carretera, que se ensancha al alejarse de la ciudad, le anuncian que ya ha pasado el peligro. Rebolledo se arrellana en el asiento y acaricia el cuero de la palanca de cambios. Por fin. Se atreve incluso a tamborilear con sus dedos en el volante. Las voces siguen ahí, pero son lejanas, o quizá ya no le importan. Sólo conduce. Se aproxima a una nueva y desconocida urbe y varias capas de sintes construyen en “Dance warrior dance” una tensión con la que el guerrero deberá lidiar en algún momento, pero no ahora. Ahora nos quedamos estáticos mientras la imagen se desenfoca y las últimas percusiones alejan a nuestro terreno dios motorizado, que, llevado por la inercia, será engullido por una nueva jungla de nocturnidad y alevosía.

 

Virginia Arroyo

Desde que se sacudiera al ritmo de "True Blue" agarrada a los barrotes de su cuna, quedaron claras dos cosas: que Virginia Arroyo nunca sería una gran bailarina y que su futuro pasaría de una manera u otra por la música. En el shuffle de su iPod te puede sorprender perfectamente Britney Spears entre los temas de Foals, Four Tet, Lindstrøm o Boards of Canada, y lo peor de todo es que en lugar de sonrojarse probablemente se pondrá a bailar y cantar como una loca. Ahora, tras colaborar en diversos medios musicales como Go Mag, Mondosonoro, Neo2, H Magazine o Calle20, aterriza en Blisstopic con todo el empeño y la ilusión de alcanzar cuanto antes esa soñada blisstopia.