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Tuxedo  

Tuxedo

Tuxedo

Stones Throw

7,9

Disco / Soul / Funk

Víctor Cañameras

 

A menudo pasamos por alto de que va realmente todo esto. Lapidamos discos que son puro entretenimiento bajo el pretexto de su exiguo contenido lírico o de su excesivo apego al pasado con la excusa de que “todo esta inventado”, cantinela a la que géneros como el soul y el funk están más que acostumbrados, en favor de propuestas que suenen innovadoras o trabajos con coartada intelectual, olvidando su función como herramientas indispensables para hacernos olvidar un duro día de trabajo o superar estados carencialmente emocionales con solo pulsar el “play”. Desde aquí esa necesaria reivindicación a los discos ideales para maquearse antes de salir de fiesta, pasar el aspirador con más brío un domingo por la mañana o hacer el “gamba” al volante en pleno atasco en la carretera. ¡Que no todo tienen que ser discos de electrónica ruidista y folk “duerme-ovejas”, leñe!

 

Esa idea de diversión la tiene bien asumida Andrew Mayer Cohen, que con su alias Mayer Hawthorne pergeñó el solito “A Strange Arrangement” (Stones Throw, 2009), dignísima puesta al día del concepto “blue eyed soul”, para dos años después (ya con banda y en una multinacional) sofisticar el discurso con “How Do You Do” y derivar posteriormente en una comercialidad mal entendida en “Where Does This Door Go” (Universal Republic, 2013) que le permitió, a pesar de que las ventas fuesen por debajo de lo esperado, telonear a Bruno Mars en su última gira europea. Quizás para evadirse de esas expectativas frustradas decidió recurrir a amigos de toda la vida enfrascándose en otros dos proyectos en clave retro; Con Kendall Tucker  (antiguo compañero de correrías en Athletic Mic League) montó Jaded Incorporated y salió con resultados discutibles “The Big Knock”, curioso ejercicio a caballo entre el soul y el synth-pop de la Tubeway Army del primer Gary Numan y, con la ayuda de Jake Dutton, productor hip-hopero más conocido como Jake One, reactivar a full estos Tuxedo con un desenlace mucho más satisfactorio.

 

 

Difícilmente no moverás los pies o la cabeza cuando empiecen a sonar los primeros compases de este álbum homónimo, con ese “Lost lover” que deja claras las señas de identidad desde la primera de cambio. Esto es synth-funk de manual, boogie insuflado de espíritu Moog, repleto de ritmos contagiosos y abusando al límite de estribillos escasamente trabajados más allá del primer par de versos que se repiten el resto de la estrofa (el “abc” del estilo por otra parte). Ese festín de guitarras “a la Chic”, bajos juguetones y teclados gomosos oportunamente puntuados con instrumentos de viento y coros en falsete se mantiene innegociable en “R U Ready”, “Watch the Dance” o un “So Good” con ese inconfundible sonido G-Funk cortesía de su colega de sello Dâm-Funk. Vale que la temática puede ser más repetitiva que la parrilla del Paramount Channel, centrada en el binomio “pasémoslo bien esta noche” y “nena, no puedo vivir sin ti”, pero cuando suenan temas con la sedosa cadencia de “Two wrongs” o el entusiasmo de “I Got U” o “The Right Time” solo tienes que dejarte llevar y disfrutar más allá de cualquier clase de prejuicios.

 

Con la sutilidad y elegancia que hace referencia a la prenda de la que toman el nombre, la misma que domina la foto del interior de la carpeta, el álbum avanza manteniendo un tono equilibrado con abundancia de medios tiempos y la ausencia total del embarazoso momento balada, reservando la traca final con los dos números más explosivos del lote: esa ración de los Isley Brothers más desatados que es “Do it”, y la pieza final, “Number One”, una reconstrucción con aires soft-disco del clásico gangsta de Snoop y Nate Dogg “Ain’t No Fun (If the Homies Can’t Have None)”.