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RoneCreaturesInFiné 7Electrónica |
Durante sus casi diez años de historia, y posiblemente como reflejo ideológico de Agoria, uno de sus dos propietarios, el sello francés InFiné ha ido construyendo un catálogo en el que la música electrónica se entiende como una materia manipulable y de formas libres. Una materia que no sabe de fronteras entre estilos ni de compartimentos cerrados, que no sabe de acotaciones ni prejuicios; que prefiere la mezcla y el experimento a la ortodoxia. Es así como la casa ha ido acogiendo a un grupo de músicos nutrido y extravagante, en el que nada es lo que parece: artistas neoclásicos que quieren jugar a las raves (Francesco Tristano, Aufgang), artesanos de la IDM que se dejan infectar por el virus del pop (Cubenx, Clara Moto), tipos que disfrazan canciones pop con ritmos de baile (Danton Eeprom) y hasta algún héroe de la época clásica de los sintetizadores (Bernard Szajner), todos conviviendo en sorprendente concordia. Una estética de la mezcla y la armonía entre opuestos cuyo mejor representante es, sin duda ninguna, el productor francés Erwan Castex, aka Rone.
Como ya sucedía en sus dos discos anteriores, Castex realiza en “Creatures” un combinado imposible de estilos y referencias; un viaje por los confines de la música electrónica en el que, si acaso, hay una cierta voluntad por acercarse al pop. Algo que se nota tanto en el predominio de melodías accesibles –o al menos más accesibles que antes- como en la mayor presencia de voces e instrumentos acústicos, cortesía de invitados como Bryce Dessner (The National), Etienne Daho, Gaspar Claus o Frànçois Marry (Frànçois and The Atlas Mountains); una lista de colaboradores que habla a las claras de la voluntad (digamos) comercial del álbum. Un álbum que se abre con una pieza, “(00)”, que es a la vez acuática y emborronada, un poco como unos Boards Of Canada empachados de épica. Luego llega “Acid reflux”, que a pesar de su nombre es una pista de ambient crepuscular con grabaciones de campo, sobre la que Toshinori Kondo deja caer las notas de una trompeta manipulada; un poco en la línea de lo que hacen Murcof y Erik Truffaz cuando se juntan. “Elle”, justo después, dibuja una escena de tintes cinematográficos: interior, noche, un club repleto de humo, la suave voz de Daho y muchos secretos por desvelar. Y lo mejor está aún por llegar: con sus múltiples capas de sonido superpuestas y sus catedrales de arpegios, con sus ritmos arrastrados y sus voces manipuladas, “Sing song” supone el perfecto ejemplo de esa electrónica juguetona y emocional en la que Rone es un auténtico maestro. Han sonado sólo cuatro canciones, poco más de quince minutos, y nuestro hombre ha desplegado ya varios universos contradictorios entre sí: una sobredosis de información que es, a la vez, la mayor virtud y el mayor defecto de “Creatures”.
Es su mayor virtud porque, escuchadas por separado, casi todas las canciones del disco tienen mucha tela que cortar. Detallistas y narrativas, emocionantes y sin embargo íntimas, son el reflejo de un productor en su momento más dulce; de un tipo con recursos, imaginación y oficio, una combinación envidiable. Pero también es su mayor defecto porque, al concentrarse de manera tan obsesiva en cada una de sus partes, Rone se ha olvidado de trabajar un concepto para el todo. Y la consecuencia es que no existe una narrativa que vaya hilando los diferentes capítulos de “Creatures”, un disco en el que las canciones se suceden de manera un tanto caprichosa; canciones brillantes, que comparten algunos rasgos formales, pero que en el fondo tiran para direcciones diferentes. Que componen un disco que, en fin, se disfruta mucho más en pequeñas dosis que escuchándolo al completo.

Vidal Romero
Como todos los antiguos, Vidal Romero empezó en esto haciendo fanzines (de papel) a mediados de los noventa. Desde entonces, su firma se ha podido ver en infinidad de revistas (Go Mag, Rockdelux, Ruta 66, Playground, aB, Era y Clone entre muchas otras) y algún que otro periódico (Diario de Sevilla, Diario de Cádiz). Es también uno de los autores del libro “Más allá del rock” (INAEM, 08) y ha trabajado como programador y productor para ciclos de conciertos y festivales como Arsónica, Territorios o Electrochock (US). Incluso le ha quedado tiempo para ayudar a levantar España ladrillo a ladrillo con lo que es su auténtica profesión: la arquitectura. Es uno de los mejores analistas de música electrónica de este país.