NBA - Semana #8
El jugón
Fotos: NBA
Aún lo recuerdo como si fuera hoy. Salía de un concierto, un viernes por la noche, y de ver a un personaje tan singular como Victoria Williams. Y, camino a casa, recibo un SMS -el querido y a la vez odiado Whatsapp todavía no daba guerra- de la que por aquel entonces era mi mujer: “Qué fuerte, ha muerto Andrés Montes”. Aquella misiva me sentó como un tiro. Casi como si me lo hubieran dado a mí...
No le conocía personalmente, pero ni falta que hacía. Sin quererlo, era como un miembro más de mi familia. Me había acompañado durante muchas horas de mi vida, infinidad de noches en vela, cintas de VHS en las que grababa los partidos que él retransmitía de NBA junto a Antoni Daimiel. La primera vez que le escuché fue en Antena 3 Radio a finales de los ochenta con el boom del basket tras la plata de Los Angeles, cuando se hacían carruseles en las emisoras de radio de la jornada de baloncesto, en aquel momento en el que el deporte de la canasta se puso casi a la par del fútbol en este país, y que, visto ahora, parece mentira que de nuevo la distancia a nivel mediático se haya agrandado tanto. Montes era el que daba el resultado y la información de los partidos de Estudiantes, el equipo que casualmente me enamoró cuando yo era un adolescente. Él tenía esa personalidad genuina, un sello a la hora de comunicar, presumiendo de una de sus facetas más conocidas, la de poner motes a los jugadores creando un diccionario único. A Alberto Herreros, quizás el jugador español de más talento que no jugó en la NBA, lo bautizó como “caviar”. Después, aquel periodista bajito y de tez morena, de imagen estrambótica, con sus camisas y su pajarita, acabó dando con sus huesos en Canal Plus, el lugar donde se ha cuidado con sumo esmero un producto como el de la NBA tan atractivo para el espectador medio, aunque todavía hay quien te dice que él se quedó en la época de Magic Johnson y en Larry Bird -ni tan siquiera te nombran a Michael Jordan-, y que ya no le interesa la NBA como entretenimiento porque ha quedado desfasado. Una excusa como otra cualquiera para no evidenciar que sólo les interesa el fútbol. Más o menos como esos rockeros de base o la colonia mod que defienden a capa y a espada toda la música de los sesenta y los setenta, demostrando que siguen ahí anclados como si el tiempo no hubiese avanzado. Está bien sentir nostalgia, e incluso es hasta necesario de vez en cuando, pero de ahí a no querer ver la realidad de nuestro día a día va un buen trecho.
Montes empezó con diversas parejas de baile su aventura amorosa con la casa, hasta que llegó la persona con la que congenió de verdad, con la cual compartir esos momentos tan mágicos, con una química que surge o no surge. Antoni Daimiel era el escogido, un diamante en bruto. Un periodista que ahora es una estrella por méritos propios, por un trabajo arduo. Como un camaleón, se ha sabido adaptar al medio, a las circunstancias. Incluso hubo un momento en el que se tomó un respiro para no quemarse, necesitaba airearse, coger distancia, echar de menos aquello que hacía desde hacía tanto tiempo, y así volver con más fuerza, más sabio si cabe. Tuve la suerte de saludar y entablar una charla con Antoni en la rueda de prensa que hicieron con Pau Gasol con motivo de la visita de los Lakers a Barcelona dentro de la gira NBA Europe Live. Para mí, fue como conocer a ese viejo amigo con el que te has carteado durante años. La lectura de su reciente libro “El sueño de mi desvelo” me trajo muchos recuerdos de aquellas horas en el sofá de casa disfrutando de ese divertimento. Y, cuando se acercan estas fechas navideñas, me acuerdo siempre de ellos. Aquellas conversaciones entre los dos, en partidos en los que a veces no importaba ni el juego ni el resultado, ellos hablaban del menú navideño. Del corderito, de los churros de Bonilla, de la vida en general, del club de las calabazas, y de tantas y tantas cosas, con un argot propio, ameno y distendido. Mientras les ponían sobre la marcha apodos a los jugadores, comentaban lo que les venía en gana y daban lecciones de profesionalidad, pues sabían de lo que hablaban, el baloncesto era su vida. Gozamos de su particular visión sobre el estado de las cosas, y de su compañía fiel durante días, semanas, meses y años. De hecho, les llegué a mandar mails con algunas recomendaciones musicales, y en un par de ocasiones las comentaron en directo: Antoni era un enamorado de los sonidos cubanos: Andrés, de la música soul. Pero la fama le llegó curiosamente con el fútbol, si bien casi nadie lo entendió a pesar del éxito. Era demasiado especial, demasiado histriónico, muy espontáneo, y su terreno no era ese. Sin embargo, nadie olvidará jamás la experiencia del mundial de fútbol de Alemania en 2006 que hizo junto a Julio Salinas: “Salinas, ¿dónde están las llaves?”. De repente, se puso en el escaparate, le llegó la popularidad masiva -una vez acabó esa aventura futbolera dando después partidos de Liga le reclutaron para los torneos de la ÑBA, el primero el Mundial de Japón junto a Juanma Iturriaga, otra pareja inolvidable y que nos hizo disfrutar de lo lindo-. En cambio, Antoni Daimiel seguía su propia senda, despacito y con buena letra. Hasta convertirse en un monstruo de la comunicación.
Y, a pocos días de empezar la Navidad, como cada año, tras la copiosa comida del día 25, una tradición, una norma, pasarme toda la tarde-noche viendo basket. Para ese día concreto se reservan con anticipo dos o tres partidos estrella. Una jornada en que los jugadores estrenan zapatillas, se visten de gala y estrenan indumentarias exclusivas para ese duelo. Es un bonito regalo para los aficionados, y una manera de distraerse tras esos días de exceso y de socializar más de la cuenta, una forma de recluirte en tu propio mundo. Y en el de personajes como Daimiel, y ahora también David Carnicero y Nikola Loncar. El “big three” televisivo de la NBA. Con otro concepto y maneras, pero también con ese modo desenfadado de compartir, informar, y sobre todo entretener. Ellos también han encontrado su fórmula. Como la tenía Andrés junto a Antoni. Es más, lo mencionan a menudo, sus frases, sus ocurrencias. La última la escuché esta semana, hablando de lo pequeñas y aburridas que son algunas ciudades de Estados Unidos, y cómo no, recurrieron a él: “En San Antonio, desde la Plaza Mayor se ve la M-30”. También hubo una cita a aquella canasta de Michael Jordan en Utah, el partido más visto de la historia, con una audiencia de 72 millones de personas. Aquel día glorioso para la historia del deporte la pareja estaba allí en directo, con una locución que todavía pone los pelos de punta.
El jugador de la semana: Damien Lillard es el elegido. Porque no es usual en una misma semana meter dos tiros ganadores en el último segundo para tu equipo, en este caso los Portland Trail Blazers. Incluso se rumorea que, de seguir así, podría entrar en el quinteto ideal de la liga a final de temporada. En su segunda temporada se ha confirmado como un jugador estratosférico, palabras mayores.
El partido de la semana: Los Angeles Lakers vs. Miami Heat (Gasol vs. James).

Toni Castarnado
Toni Castarnado es un crítico musical que escribe también de manera puntual sobre cine y, ahora, deporte en Blisstopic. Es autor de los libros “Mujer y música: 144 discos que avalan esta relación” y de su segundo volumen, “Mujeres y música: 144 discos más que avalan esta relación”.Colomense de pro y residente en el Maresme, es colaborador casi desde sus inicios en Mondo Sonoro, y en cabeceras como Ruta 66 o Rock Zone. Escribe artículos para el blog La Ruta Norteamericana de El País, y ha hecho radio en varios medios, dirigiendo el espacio “Canvi de Ritme” en COM Radio, en el cual combinaba música y deporte. Por su grabadora han pasado un gran número de artistas; entre ellos, Arcade Fire, Antony & The Johnsons, Patti Smith, Marianne Faithfull, Mötley Crüe, Rammstein, Muse, The Black Keys, Tori Amos, Frank Black, Kings Of Leon o Mavis Staples.