NBA - Semana #7
De vuelta a casa
Fotos: NBA
El carisma ni se compra ni se vende. Tampoco se alquila. Aquí no hay oferta, aunque sí demanda. Pero eso se tiene o no se tiene. Ni el poderoso Don Dinero puede hacerse con ello. Es algo natural, que va implícito en el carácter de la persona. Y Doc Rivers, aquel muy buen jugador de complemento que estuvo durante tantos años junto a Dominique Wilkins en la década de los ochenta en los Atlanta Hawks, tiene carisma para dar y para tomar…
Cuando Doc Rivers era jugador quizás no fuese tan evidente, estaba cerca de una megaestrella que podía eclipsarle, y el equipo nunca consiguió las metas que se propuso: los Bulls de Jordan eran una empresa muy grande para ellos y para cualquiera. En cambio, como entrenador jefe si ha logrado esos éxitos mayúsculos que se le resistieron cuando llevaba zapatillas y pantalón corto, en vez de ese traje inmaculado que luce ahora con suma elegancia. ¿Y por qué hablar de Doc Rivers y no de otros compañeros suyos? Pues la razón es muy sencilla: el hijo pródigo ha vuelto a casa esta semana. De hecho, cuando empecé a escribir sobre NBA aquí, en Blisstopic, durante la primera semana me fueron surgiendo ideas y temas futuribles a tratar, y uno de ellos era este, pues el personaje lo valía. Ha estado durante nueve temporadas en los Boston Celtics, una franquicia que cogió semiderruida y a la que poco a poco fue sacando del agujero negro en el que estaba. Allí tenía a un jugador que iba para emblema, Paul Pierce, el eterno capitán; luego se sumaron dos jugadores más del star system, Kevin Garnett y Ray Allen. Después llegó Rajon Rondo, el base más raro de los que han aterrizados en la liga desde entonces. Y, con todo ese talento comprobado y un deseo voraz, con muy buena mano por su parte, marcó una era. Lo cuál es mucho decir dada la historia tan orgullosa de los verdes, la franquicia aún con más títulos. Además, ese último anillo lo logró frente a los Los Angeles Lakers, que les devolverían la moneda a las primeras de cambio. Todavía recordamos aquella imagen teatral en plan Rocky Balboa de Paul Pierce saliendo lesionado de los vestuarios, pedaleando en la bicicleta estática mientras los aficionados se volvían locos y le daban palmadas en la espalda, y jugando a continuación medio cojo, dando una lección de exquisitez, de sabiduría. Espectáculo puro, el rock n´roll trasladado a una cancha de baloncesto. Y en la banda, Rivers dirigía sabiamente a un grupo con muchos egos, pero que iban todos a una porque anhelaban ese premio como nadie, el júbilo de Kevin Garnett tirándose el champagne por encima es una imagen icónica.
Lo bueno de ese conjunto es que, mientras se mantuvieron juntos, unidos y en buena lid, lucharon a muerte en cada partido. Eran el equipo indestructible, ya nunca eran los favoritos, había plantillas mejores y más jóvenes; no obstante, siempre eran un hueso duro de roer. Competían al máximo, no se rendían. Un ejemplo. Al final de la temporada pasada se adivinaba el fin de un ciclo, la inevitable reconstrucción que cada cierto tiempo ataca a todos, ellos inclusive. Si bien la sonrisa, la amabilidad y el porte cariñoso de Doc Rivers, esa voz siempre medio rota y afónica en los tiempos muertos en partidos tensos, ese sudor controlado pero muy vivo, la honestidad con los jugadores, con los árbitros y esos encuentros con Jack Nicholson cuando iban a Los Angeles, eran magia. Curiosamente, ahora puede quedar con el también carismático actor para tomar café, puede que sean hasta vecinos. Eso sí, él se ha ido a la otra orilla de la ciudad, a unos Clippers con los que también espera hacer historia, que el hermano pobre por antonomasia lograra un campeonato sería como para colocarle una estatua en la puerta de las oficinas generales de la NBA. Tiene muy buenos cromos, y si hay alguien que lo puede lograr es él. En Boston, en su día de vuelta a casa, ganaron cuando quisieron, a la que apretaron un poco el acelerador. Con un Jamal Crawford como ese sexto mejor jugador en la actualidad. Sus dos triples consecutivos, uno desde muy lejos, dejaron sellado el partido. Al día siguiente, y como guiño del destino, visitaron la cancha de los Brooklyn Nets, lugar donde ahora le han reservado ese papel a Paul Pierce. La estrella se lo ha tomado bien, Kevin Garnett no creo que lo hiciera. Allí se dio un apretón de manos y un abrazo con su coach, al que no olvidará jamás. Hablando de entrenadores, se ha anunciado que le retirarán la camiseta al sempiterno Jerry Sloan en Utah. Algo inusual, pero merecido.
El jugador de la semana: Kevin Durant es el hombre. Un jugador inigualable, con los brazos más largos de la liga y el más elástico, todo clase, un tiro demoledor, un jugador capaz de dominar los partidos. Su equipo ha ido de menos a más, y él con ellos. Con permiso de San Antonio Spurs, es posible que logren el mejor récord del Oeste, allá por el mes de abril. Con los números de Kevin Durant no sería de extrañar. El futuro es suyo, está en sus manos. Y en sus piernas. Y, sobre todo, en su cabeza.
El partido de la semana: Memphis Grizzlies vs. Los Angeles Lakers (Conley vs. Bryant) - Martes 17 a las 2 de la madrugada.

Toni Castarnado
Toni Castarnado es un crítico musical que escribe también de manera puntual sobre cine y, ahora, deporte en Blisstopic. Es autor de los libros “Mujer y música: 144 discos que avalan esta relación” y de su segundo volumen, “Mujeres y música: 144 discos más que avalan esta relación”.Colomense de pro y residente en el Maresme, es colaborador casi desde sus inicios en Mondo Sonoro, y en cabeceras como Ruta 66 o Rock Zone. Escribe artículos para el blog La Ruta Norteamericana de El País, y ha hecho radio en varios medios, dirigiendo el espacio “Canvi de Ritme” en COM Radio, en el cual combinaba música y deporte. Por su grabadora han pasado un gran número de artistas; entre ellos, Arcade Fire, Antony & The Johnsons, Patti Smith, Marianne Faithfull, Mötley Crüe, Rammstein, Muse, The Black Keys, Tori Amos, Frank Black, Kings Of Leon o Mavis Staples.