NBA - Semana #23
Los Balcanes
Fotos: NBA
Uno de los nombres que más están llamando la atención esta temporada es esa maravilla de jugador que es Goran Dragic. Es esloveno y, por lo tanto, hijo de los Balcanes. Porque hablar de baloncesto es hablar de la antigua Yugoslavia. De ningún otro rincón de Europa han salido tantos y tan buenos jugadores. Muchas generaciones de baloncestistas fantásticos, con magia, desparpajo, aptitudes, la canasta la llevan en los genes. Cuando había competición, siempre estaban ahí, luchando por las medallas en los grandes campeonatos, con la vitola de favoritos junto a la selección de la URSS y USA.
En el juego de los yugoslavos había algo que enamoraba, tenían un plus, pues ellos se divertían más que nadie y eran pícaros, descarados. En efecto, te intimidaban sólo con la mirada, no les importaba jugarse un tiro desde ocho metros, hacer driblings sin parar, te chuleaban si era necesario, eran marrulleros si las circunstancias así lo determinaban, y eran unos maestros en el juego de pase que tan bien ejecuta ahora San Antonio Spurs –cuentan con más de la mitad de la plantilla compuesta por jugadores foráneos, aunque curiosamente no haya de esa–, verles jugar era una experiencia en sí, su talento era ilimitado. A finales de los ochenta y principios de los noventa, coincidiendo con el dominio de la Jugoplastika de Split a nivel de clubs llevándose tres entorchados consecutivos de la vieja Copa de Europa, y aquel Partizán de Belgrado que le birló un trofeo a la Penya en el último segundo con triple de Djordjevic, se juntaron para el combinado nacional una saga de jugadores estratosféricos, nunca antes en el Viejo Continente se había presentado un elenco con ese potencial. En el Mundial de 1990 en Argentina, en el que el país anfitrión, antes de juntar a otra generación antológica, quedó octava, o España, antes de que llegaran los juniors de oro, se clasificó en décimo lugar, hubo una selección que arrasó con todo. La nómina era estelar: Petrovic, Divac, Kukoc, Paspalj, Savic, Perasovic, Zdovc, Cutura, Komazec, Obradovic, Curcic y Jovanovic. Al año siguiente se sumaron las figuras de Radja, Danilovic y Djordevic para el Europeo en Roma, una barbaridad de equipo. En la cita mundialista ganaron muy sobrados a la URSS en la final, en las semifinales se deshicieron de los americanos, con jugadores como Alonzo Mourning, Christian Laettner o Kenny Anderson en aquel conjunto con jugadores de clase media. Fue la última ocasión en la que no llevaron a sus mejores jugadores, pues no querían hacer otro ridículo en la siguiente Olimpiada, se adivinaba la creación del Dream Team.
Así, la posibilidad de que ambos equipos, la mejor versión de Yugoslavia y Estados Unidos, se enfrentaran parecía que iba a ser una realidad, quizás eran las dos mejores escuadras de la historia hasta ese momento, y aunque eran favoritos a priori los americanos, nadie garantizaba que no saltase la sorpresa. En cualquier caso, esa era la final soñada para los Juegos de Barcelona, el partido del siglo. Ese sueño se truncó al estallar la guerra en los Balcanes, el europeo de 1991 iba a ser su última reunión. En la NBA ya aparecían muchos de esos jugadores, con dos emblemas claros, Petrovic y Divac. Uno croata, el otro serbio. En situaciones de soledad, de abandono, de no jugar todo lo que deseas, ese paso que va de una estrella a ser simplemente uno más, la llamada de teléfono entre dos buenos amigos era un bálsamo. Compartir, sollozar, sentirse querido. Justo hasta que, meses antes de que estallara la guerra, el desafortunado lance de Divac con un seguidor que ondeaba la bandera croata mientras celebraban un triunfo yugoslavo desencadenó el conflicto. Él pasó a ser el enemigo público número uno para los croatas, también para su amigo. Indiferencia, desencanto, arrepentimiento, orgullo.
En 1992. el equipo croata se llevó la plata, una hazaña para ese país de nuevo cuño, con Petrovic como líder. Serbia no participó. Entonces, ambos ya sí que eran jugadores de referencia en la liga. Hace poco, Clyde Drexler, el jugador que le robaba minutos y protagonismo a Drazen Petrovic en Portland, reconoció que, cuando éste estaba en New Jersey, no se perdía un solo partido de su antiguo compañero. Un documental de ESPN titulado “Once Brothers” explica esta historia, la de dos amigos que de repente se convierten en enemigos. La desaparición repentina de Drazen dejó a Divac desolado, de alguna manera quería enmendar la plana. No era culpa suya lo que había pasado, la política les separó. El dolor por no haber podido abrazar y reír de nuevo con su camarada le revolvía el estómago. Una de las instantáneas más emocionantes de la película es su visita a Zagreb después de la muerte en accidente de tráfico de su rival, que conmocionó al mundo entero. Mientras pasea por el centro de la ciudad, los lugareños se le quedan mirando, se percibe cierta incomodidad. El objetivo es uno: visitar a la madre de Drazen -y de Alexander, también jugador de gran nivel-. Recuerdos, nostalgia y una sonrisa, justamente eso que nunca debemos perder. Ahora es Dragic el que la luce. De su temporada en Phoenix se sentirían orgullosos sus excompatriotas –ahora lucha para meterse contra pronóstico en play-offs, en dura terna con los equipos de Marc Gasol y Jose Manuel calderón–. Historias de NBA, sobre la vida.
El jugador de la semana: Kevin Durant ha batido una marca de Michael Jordan. Y eso son palabras mayores. Estar durante cuarenta partidos seguidos anotando más de 25 puntos es un coto para privilegiados. En lo colectivo, no sabemos si va a vencer a Lebron James allá por el mes de junio, pero en el plano individual, durante esta temporada regular, sólo puede haber un ganador, el jugador de Oklahoma City Thunder. Sus números son de otra galaxia.
El partido de la semana: Dallas Mavericks vs. Phoenix Suns (Calderón vs. Dragic). Sábado 12 de Abril.

Toni Castarnado
Toni Castarnado es un crítico musical que escribe también de manera puntual sobre cine y, ahora, deporte en Blisstopic. Es autor de los libros “Mujer y música: 144 discos que avalan esta relación” y de su segundo volumen, “Mujeres y música: 144 discos más que avalan esta relación”.Colomense de pro y residente en el Maresme, es colaborador casi desde sus inicios en Mondo Sonoro, y en cabeceras como Ruta 66 o Rock Zone. Escribe artículos para el blog La Ruta Norteamericana de El País, y ha hecho radio en varios medios, dirigiendo el espacio “Canvi de Ritme” en COM Radio, en el cual combinaba música y deporte. Por su grabadora han pasado un gran número de artistas; entre ellos, Arcade Fire, Antony & The Johnsons, Patti Smith, Marianne Faithfull, Mötley Crüe, Rammstein, Muse, The Black Keys, Tori Amos, Frank Black, Kings Of Leon o Mavis Staples.