Menu

La rave de Berlín y la caída del muro

La revolución del baile

 

Vidal Romero

 

A mediados de 1989, la ciudad de Berlín todavía estaba separada en dos partes, atravesada por un muro que suponía una barrera física, pero también una frontera ideológica entre concepciones del mundo radicalmente opuestas. A principios de 1990 aquella frontera había desaparecido, las puertas del muro estaban abiertas y los berlineses iban de este a oeste y de oeste a este con tanta libertad como curiosidad. Más aún, la caída del régimen comunista y el estupor que se apoderó de sus homólogos al oeste había provocado un curioso vacío de poder, una súbita relajación de las costumbres y de los autoritarismos (que en los dos lados existían, cada uno a su manera), que empujó a infinidad de jóvenes a embarcarse en aventuras con un cierto componente artístico. De repente, multitud de edificios, que habían estado ocupados por organismos que se desmantelaban de la noche a la mañana, o que simplemente se encontraban demasiado cerca del muro, quedaban libres y vacíos, al alcance de quien quisiera ocuparlos o negociar (cuando era posible encontrar al responsable) un alquiler que les permitiera montar allí una galería, una tienda, una agencia de diseño, una revista o un club de techno.

 

 

Tal y como cuenta en su primera parte “Der klang der familie”, aquello sucedió en gran medida porque Berlín era ya tierra abonada para el cambio. En el este existían pequeñas colectivos y células de resistencia, que intentaban fabricar una escena propia de música de baile, casi siempre sin recursos, con conocimientos parciales de lo que estaba sucediendo al otro lado (una razón, ese desconocimiento, que influiría de manera determinante en el espíritu do it yourself que transpiraban muchas de las empresas que habrían de abordarse más tarde), y apoyados en culturas tan improbables como la del breakdance o las peñas de fútbol. En el oeste, la permisividad de las autoridades, unida a las numerosas ayudas y bonificaciones que un Estado preocupado por el envejecimiento de la población otorgaba a los recién llegados, había provocado la inmigración de todo tipo de músicos y artistas. Atraídos al calor de los alquileres baratos y del bajo coste de la vida, aquellos nuevos berlineses creaban colectivos, clubes y aventuras artísticas; un pequeño universo que a finales de los ochenta estaba sumido en una vorágine de alcohol, drogas y música industrial, a la espera del detonante que provocara algún tipo de revolución.

 

 

Construido a la manera de una historia oral, con entrevistas a las dos docenas de personas que conformaban el núcleo duro de esa familia que se nombra en el título (y que en realidad constituían varios grupos, más o menos interconectados entre sí, pero que actuaban en paralelo), “Der klang der familie” narra el origen y ascenso de la escena del techno en Berlín. Una saga de la que saldrían las primeras raves y fiestas ilegales de la ciudad, algunos clubes hoy míticos (Tresor, Planet, E-werk), y también revistas (Frontpage), tiendas (Hardwax), agencias de management (EFA, Low Spirit) y hasta el multitudinario Love Parade; una saga en cuya estela nuevas estrellas surgirían (Westbam, Marusha, Paul Van Dyk) y que dejaría a su paso un largo rastro de celos, envidias, disputas, héroes caídos y hasta algún cadáver (antes a causa del SIDA, eso sí, que de los inevitables excesos químicos). De todo esto y de muchas otras cosas –la construcción del eje Berlín-Detroit, la elevación de los Djs a un estatus estelar, la incómoda relación de los berlineses con otras ciudades de Alemania y Europa, el ombliguismo de muchos de los protagonistas, que eran incapaces de pensar de una manera global, o cómo la ambición y la avaricia acabaron con muchas de las buenas intenciones iniciales- se habla en libro ameno y divertido, que se devora más que leerse, y que está repleto de información y de anécdotas jugosas.

 

 

No es, empero, un libro perfecto: en su contra juega el hecho de que, posiblemente por acotar la historia en un marco temporal (se centra sobre todo en los años que van de 1989 a 1996) y geográfico, muchas figuras y locales importantes de la escena berlinesa han tenido que quedarse fuera. Se ofrecen algunas pinceladas aquí y allá, es cierto, pero la realidad es que poco se cuenta de la efervescente escena artística de la ciudad y del crecimiento paralelo de una generación de músicos que entendía el futuro como una mezcla entre pop y techno o entre techno y música experimental (apenas se menciona de pasada a Chain Reaction o a los distintos proyectos de Alec Empire, por ejemplo). Una circunstancia que, en muchos momentos, sitúa a los protagonistas del libro en una especie de burbuja que vivía ajena a su entorno, cuando es bien conocido que la realidad era otra. A cambio de ese pecadillo, ofrece una interesante mezcla de nombres, que incluye a todo tipo de actores: desde los músicos, Djs, promotores y agentes discográficos, hasta los bailarines, porteros, camareros y limpiadores que pululaban por los distintos clubes. Un fresco de personajes que hablan, recuerdan la historia, se contradicen entre sí (las visiones encontradas son inevitables, y hasta deseables, en obras de esta naturaleza), revelan un sinfín de pequeños secretos y cuentan sus batallitas particulares –no siempre interesantes, por cierto-. Un generoso caudal de información, que permite montar la historia de un momento irrepetible, que cambiaría la ciudad de Berlín y su cultura nocturna para siempre.

 

 

“Der klang der familie. Berlín, el techno y la caída del muro"

Felix Denk y Sven Von Thülen

Alpha Decay

400 Págs.

 

Vidal Romero

Como todos los antiguos, Vidal Romero empezó en esto haciendo fanzines (de papel) a mediados de los noventa. Desde entonces, su firma se ha podido ver en infinidad de revistas (Go Mag, Rockdelux, Ruta 66, Playground, aB, Era y Clone entre muchas otras) y algún que otro periódico (Diario de Sevilla, Diario de Cádiz). Es también uno de los autores del libro “Más allá del rock” (INAEM, 08) y ha trabajado como programador y productor para ciclos de conciertos y festivales como Arsónica, Territorios o Electrochock (US). Incluso le ha quedado tiempo para ayudar a levantar España ladrillo a ladrillo con lo que es su auténtica profesión: la arquitectura. Es uno de los mejores analistas de música electrónica de este país.

 

vidal@blisstopic.com

Más en esta categoría: « Hijos del Átomo Música de Mierda »