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Kraftwerk

¿El crepúsculo de los dioses?

 

Half Nelson

 

El texto que sigue a continuación fue escrito (salvo algunas leves actualizaciones para reflejar los eventos de estos últimos tres años) con motivo de la visita de Kraftwerk al festival Sónar de 2013 donde los alemanes presentaron su nuevo espectáculo audiovisual en 3D como estandarte de su caja recopilatoria “Der Katalog” (2009) que recogía la remasterización de los ocho LPs de estudio que la banda publicó entre 1974 y 2003: historia, genealogía y sintaxis de buena parte de la música electrónica. Desde entonces han vuelto a Barcelona con idéntico espectáculo al recinto operístico del Gran Teatre del Liceu y ahora rompen la banca trayendo la completa experiencia Kraftwerk al Museo Guggenheim de Bilbao: ocho conciertos consecutivos para repasar al milímetro cada uno de los LPs remasterizados. Una octología de proporciones wagnerianas que debutó en abril de 2012 en el MOMA neoyorquino y que ya se ha paseado por medio mundo para regocijo de fans y de todos los aficionados a la electrónica en general.

 

Aunque el papel de Kraftwerk, antes que directamente divino, ha sido siempre más bien prometeico, aquel que roba el fuego/sabiduría a los Dioses y los entrega a los humanos, abriendo el camino de una nueva manera de hacer las cosas; su figura ha ido adquiriendo tintes de divinidad a lo largo de los años. La perfecta síntesis entre experimentación, avance tecnológico, coartada conceptual y sensibilidad pop, unida al creciente éxito de sus sucesivos álbumes, fuente de inspiración para millones de personas en todo el mundo, y a un ritmo de producción envidiablemente alto les confirió un status que parecía eternamente inalterable. Desgraciadamente, a lo largo de los últimos años la salida del grupo de casi todos sus miembros originales, la ausencia de nuevo material de calidad contrastada y algunos tics divistas nos hacen preguntarnos si Kraftwerk han perdido aquel status aparentemente intocable, inalcanzable e inviolable. ¿Es blasfemo pensar que Kraftwerk ya no son lo que eran?

 

Sin duda, no es blasfemo pensarlo y decirlo, porque, en primer lugar, Kraftwerk ya no son los que eran. Las sucesivas partidas de tres de los miembros de su cuarteto clásico: Wolfgang Flür –en 1987, aunque su participación en “Electric Café” (EMI, 1986), rebautizado “Techno Pop” en “Der Katalog”, ya fue prácticamente testimonial–, Karl Bartos –en 1990, hastiado por la falta de actividad de la banda– y la última y quizás más inesperada, la del siempre serio y circunspecto Florian Schneider, el eterno compinche de Ralf Hütter y miembro fundador de la banda –en 2008, por motivos todavía no explicados–; han puesto al descubierto el estado comatoso de Kraftwerk como unidad artística creativa. En ese aspecto, es relevante el escaso perfil artístico de los sucesivos sustitutos: Fritz Hilpert y Henning Schmitz fueron ingenieros de sonido de la banda antes de sustituir a Flür y a Abrantes (quien sustituyó a Bartos) y el último fichaje, Falk Grieffenhagen, realiza el control de video en directo desde el escenario desde la partida de Schneider y no tiene perfil musical en absoluto.

 

Es obvio que en el aspecto creativo, la fuente de Kraftwerk se secó hace ya muchos años, pero, y es importante reconocerlo, la falta de nuevo material nunca supuso una devaluación de su legado, sino todo lo contrario. Desde 1986 a 2003, el status de Kraftwerk permaneció estático, inmarcesible, ajeno a las imperfecciones de una carrera demasiado larga y desgastada. Su equivalente serían The Beatles, quienes después de una década de inspiración y de renovación de su género desaparecieron dejando su legado congelado en el tiempo aguardando el efecto multiplicador de la nostalgia y de la nostalgia heredada (cuando una generación acepta sin discusión los clichés de la anterior). ¿Qué diríamos ahora si The Beatles hubieran seguido juntos durante veinte años más en lugar de disolverse tras –o durante– “Let It Be”? ¿En qué términos estaríamos ahora hablando de Kraftwerk si se hubieran disuelto tras “Computerwelt” (EMI, 1981) y por tanto “Electric Café” (EMI, 1986) y, sobre todo “The Mix” (EMI, 1991) y “Tour de France Soundtracks” (EMI, 2003) no se hubieran publicado nunca? No me lo puedo ni imaginar. Durante esos años además, todo el léxico que Kraftwerk crearon prácticamente de la nada (el tecnopop, el electro, las posibilidades cinemáticas de la electrónica, el poso investigador y conceptual, la reverencia crítica con la tecnología…) ha caído en manos de varias generaciones de artistas que han convertido la electrónica en su conjunto en una poderosa fuerza que empuja y transforma no sólo a si misma, sino también al resto de géneros.

 

 

TESTIMONIOS

Hemos hablado con algunos de esos artistas, que se han mostrado encantados de glosar su relación con el cuarteto alemán. Para Ellen Alien, Kraftwerk “me mostraron con “Das Modell” la belleza de la electrónica, tan misteriosa y maravillosa. En Alemania, fue un éxito de ventas y la ponían mucho en la radio. Fue una nueva experiencia para mi y tras ella, Michael Jackson dejó de interesarme, el pop estadounidense me molestaba. Kraftwerk fueron mis maestros como también Jeff Mills, Warp Records y muchos otros”. Igualmente, Miss Kittin dice “cuando era niña conocía muchas de sus canciones sin saber de quién eran. ¡Hasta que The Hacker me educó! “Computerwelt”, “Autobahn”… muchas de esas canciones son ahora parte de una gran herencia musical. Por supuesto, son legendarios, inventaron tantos conceptos y cambiaron el aspecto de la música para siempre, también visualmente y técnicamente”. En cambio, Mike Paradinas confiesa un amor mucho más tardío. “No puedo decir que Kraftwerk fueran una influencia para mí. Por supuesto, conocía sus canciones de escucharlas por la radio, y sentía curiosidad: después de todo, era consciente de que habían sido una gran influencia para los productores de techno de Detroit, que era la música en la que estaba de verdad metido cuando era adolescente. Como todos los jóvenes, en aquella época no tenía demasiado dinero, así que no podía comprarme todos los discos que hubiera querido, y Kraftwerk se quedaron esperando turno durante años. No compré ningún disco suyo hasta después de haber comenzado a publicar mis propios discos, pero nada más caer el primero sentí el flechazo: eran asombrosamente buenos. Si me tengo que quedar con un sólo disco, sin duda sería “Computerwelt””. Uno de esos productores de Detroit, Juan Atkins, declaraba recientemente a The Guardian “me engancharon cuando escuché “Showroom Dummies”, pero el primer single que me compré fue “The Robots”. Música totalmente sintética, pura, muy melódica y funky, lo que era difícil de conseguir con la electrónica primitiva: puedes reconocer que ellos también escuchaban a James Brown. Me inspiró la precisión y consistencia de su sonido (algo que puede comprobarse en su mítico maxi “Clear”). Sin ellos, no habría existido la música de baile”. En la revista digital Electronic Beats, Afrika Bambaataa se explayaba en su relación con Kraftwerk, de quienes tomó prestada la melodía de “Trans-Europe Express” y la base de “Numbers” para crear el mítico “Planet Rock”. “Siempre me interesó la mezcla de culturas y lenguajes, así que cuando compré “Trans-Europe Express” también compré una copia alemana… La primera vez que lo pinché en el Bronx River Center, la gente lo entendió inmediatamente… Para mi siempre sonaron europeos, especialmente “Trans-Europe Express”, pero entendí el tren y el viaje como una metáfora del transporte del sonido por todo el universo, tal fue su influencia y poder. Cuando sentía la vibración de la banda sabía que estaba ante otro tipo diferente de mierda, la música del futuro y de los viajes espaciales. Junto al funk de James Brown, Sly Stone y George Clinton, también escuchaba a la Yellow Magic Orchestra y a Gary Numan, así como el moog de Dick Hyman y el “Halloween” (Varèse Sarabande, 1983) de John Carpenter. Si juntas todo eso, tienes el electro-funk”.

 

 

EUROPA SIN FIN

Del mismo modo que Afrika Bambaataa, el diseñador británico Peter Saville, autor de las míticas portadas de New Order y otras bandas del sello Factory, también destaca en The Guardian el arraigamiento de Krafwerk dentro de la tradición cultural europea. “Autobahn” fue el primer disco que me compré. Me hizo interesarme por la música clásica, la idea de Europa y esa portada que tenían un profundo significado. Me hizo darme cuenta del gran abanico de posibilidades que una imagen podía generar. Nos hizo pensar en viajar por el continente, pero también en viajar en el tiempo. Era como ver una catedral o una central eléctrica. La imagen industrial de Factory también vino de ahí, es la imagen que define Manchester, la primera ciudad industrial. Kraftwerk en el Manchester Velodrome (en 2009, con el equipo británico de ciclismo en pista girando durante “Tour de France”) cerró el círculo. Me rompió el corazón que Tony (Wilson, fundador del sello que murió en 2007) no estuviera allí para verlo”. Bambaataa y Saville aciertan al incidir en el aspecto “europeo” de la música y actitud de Kraftwerk. Su estética ensoñadoramente anacrónica, alejada de los clichés del pop y el rock como bienes de consumo para adolescentes con ansias de “vivir el momento”; su actitud racionalista, entregada a la “frialdad” de la ciencia, pero sin dejar de ser crítica con ella son partes de su discurso, pero por encima de todo eso sobrevuela la reivindicación de una idea centro-europea (los homenajes a Bach, Schubert, Marie Curie, la conexión berlinesa con David Bowie…) que quiere entroncar la música de Kraftwerk con una tradición artística que poco tiene que ver con la herencia africana (a través de la influencia del blues y el soul en el rock y el pop, respectivamente) de la música anglosajona. Así se explica el homenaje a los futuristas y a los constructivistas soviéticos en la portada de “Die Mensch-Maschine” y el aspecto convencional y aburguesado de la de “Trans-Europa Express”.

 

 

SOUNDS OF SCIENCE

Tras la euforia tecnológica de la carrera espacial de los sesenta (curiosamente, la exploración espacial, campo abonado para las ideas futuristas y escapistas asociadas a la música electrónica, apenas fue abordada por Kraftwerk), la crisis energética de los setenta trajo un panorama de pesimismo y de descrédito de la ciencia. Sin embargo, se mantuvieron fieles a la idea de progreso asociada al racionalismo como reflejan sus álbumes que podemos asociar de forma simplificada al viaje por carretera ejemplificado por las funcionales autopistas alemanas (“Autobahn”), al poder de la radiodifusión y de la energía nuclear (“Radio-Aktivität”), al viaje en tren como metáfora de la unión europea (“Trans Europa Express”), a la robótica (“Die Mensch-Maschine”) y a los ordenadores como nuevos robots que descarguen de trabajo al humano (“Computerwelt”). Es imposible mantener la inspiración eternamente, pero es curioso que el período dorado de Kraftwerk coincidiera con los últimos años de vigencia del modelo productivo implantado tras la revolución industrial. El poder de la ciencia, representado por la tecnología de raíz mecánica está detrás de todo lo que Kraftwerk representa (incluida, como hemos visto en el apartado anterior, la preponderancia europea en los grandes acontecimientos mundiales): el tren, la radio, la energía nuclear (no tanto el automóvil) tienen una raíz europea… Son habituales las referencias a la industria a la antigua usanza, desde el nombre de la banda (Kraftwerk significa ‘central eléctrica’ en alemán) hasta el de sus estudios Kling Klang con esa muy mecánica e industrial onomatopeya, pasando por lo que indirectamente se convirtió en el germen de la música industrial, el brillante pasaje percutivo de “Metall Auf Metall” en “Trans Europa Express”. Cuando la tecnología dejó de ser mecánica para pasar a ser virtual (es decir, dejó de ser física para pasar a ser puramente electrónica) la influencia de Kraftwerk tuvo que hacerse a un lado para dejar paso a las nuevas generaciones.

 

 

¿JURASSIC PARK?

Todo esto está muy bien, pero hay que reconocer que quizás muchos piensen que, al final, Kraftwerk han acabado cayendo en los peores clichés de las grandes bandas de rock: se han convertido en unos dinosaurios que publican nuevo material que a nadie interesa, en la banda sólo queda un único miembro original que retiene el nombre y se beneficia del trabajo de todos, están continuamente reeditando sus grandes éxitos y ofrecen espectaculares shows audiovisuales en los que sólo tocan hits de los que estas giras en 3D (con glamourosas retrospectivas de sus obras casi completas, los ocho discos reeditados como “Der Katalog”, en el MoMA neoyorquino, la galería Kunstsammlung NWR de Düsseldorf y la Turbine Hall de la Tate Modern londinense como primeros ejemplos de una extensa lista a la que ahora se suma el Guggenheim bilbaíno) no son más que el último e ingenioso sacadineros. Aunque son aceptables todas esas objeciones, hay varios puntos diferenciales con los últimos años de la carrera The Rolling Stones o los shows megalómanos de U2. Lo que en otros casos no es más que una enorme cortina de humo, pirotecnia, brillantina y lentejuelas, en el caso de Kraftwerk es una innovación tecnológica coherente con la suma de su carrera. Por fanatismo o por convicción, los de Düsseldorf siempre se han esforzado por ofrecer a sus fans lo último en cuanto a materia tecnológica. Ahora, a la experiencia de sonido en alta definición de “Der Katalog” se añade el atractivo de unos trabajados visuales en directo (otra seña de identidad de la banda) con la ultimísima tecnología en 3D (y además te puedes llevar las gafas a casa como recuerdo).

 

Tampoco puede hablarse de una motivación puramente económica ya que la banda (es decir, Ralf Hütter) ha ido recuperando los derechos de las grabaciones que aún estaban en manos de los sellos y se ha beneficiado de las patentes de numerosas innovaciones tecnológicas relacionadas con la música y el sonido que, según contó Chuck D en sus memorias, los propios Hütter y Schneider le confesaron que les permitirían mantener unos ingresos incluso superiores a los que obtenían en concepto de royalties sobre su música: filtros de voz como el Robovox, baterías electrónicas, diversos secuenciadores como el Synthanorma y hasta la app para móviles Kling Klang Machine No1 (lanzada en 2011), que genera música algorítmicamente y también a voluntad del usuario, en cuyo desarrollo primigenio estuvo involucrado el productor británico Martin Wheeler, más conocido como Vector Lovers. “En 2010 Ralf Hütter probó un sintetizador que yo diseñé, el DR1 Dr Drone. Quería sacar una versión para iPhone con la marca de Kraftwerk, pero tuve que rechazar la oferta cuando vi que no iban a pagarme nada y ni siquiera acreditarme como diseñador”. Aunque queramos ser magnánimos con los Kraftwerk no está de más afearles desde aquí que pretendan aprovecharse gratuitamente del trabajo ajeno.

 

Por todo ello, no podemos más que sentir envidia de aquellos que una o varias noches desde hoy se acercarán al Atrio del Guggenheim para disfrutar de uno de los espectáculos más completos de los que puede gozarse en este momento: calzarse las gafas de cartón, dejarse llevar durante dos horas por el ritmo mecanizado y sin cerrar los ojos huir en tecnicolor por autopista, en tren o en bicicleta de este mundo gris e incivilizado. Para más adelante, para ese futuro utópico y esquivo que nunca acaba de llegar, dejamos el momento de que, como se planeó inicialmente, Kraftwerk realicen giras protagonizadas exclusivamente por robots para que por fin, después de más de cuarenta años de carrera, Ralf Hütter pueda unirse al jubilado Florian Schneider y también a las víctimas de EREs anteriores Karl Bartos y Wolfgang Flür, y todos juntos dejen atrás sus rencillas y en armonía puedan descansar y disfrutar de sus nietos; y Hütter pueda, por fin, seguir en directo las etapas del Tour de Francia desde el coche del director de carrera, saludar a Bernard Hinault y entregar los maillots al final de una etapa en lo alto del Alpe d’Huez.

 

 Puedes ver los diferentes discos de la discografía de Kraftwerk haciendo click encima de los números de aquí abajo.

 

Kraftwerk

¿El crepúsculo de los dioses?

 

Half Nelson

 

El texto que sigue a continuación fue escrito (salvo algunas leves actualizaciones para reflejar los eventos de estos últimos tres años) con motivo de la visita de Kraftwerk al festival Sónar de 2013 donde los alemanes presentaron su nuevo espectáculo audiovisual en 3D como estandarte de su caja recopilatoria “Der Katalog” (2009) que recogía la remasterización de los ocho LPs de estudio que la banda publicó entre 1974 y 2003: historia, genealogía y sintaxis de buena parte de la música electrónica. Desde entonces han vuelto a Barcelona con idéntico espectáculo al recinto operístico del Gran Teatre del Liceu y ahora rompen la banca trayendo la completa experiencia Kraftwerk al Museo Guggenheim de Bilbao: ocho conciertos consecutivos para repasar al milímetro cada uno de los LPs remasterizados. Una octología de proporciones wagnerianas que debutó en abril de 2012 en el MOMA neoyorquino y que ya se ha paseado por medio mundo para regocijo de fans y de todos los aficionados a la electrónica en general.

 

Aunque el papel de Kraftwerk, antes que directamente divino, ha sido siempre más bien prometeico, aquel que roba el fuego/sabiduría a los Dioses y los entrega a los humanos, abriendo el camino de una nueva manera de hacer las cosas; su figura ha ido adquiriendo tintes de divinidad a lo largo de los años. La perfecta síntesis entre experimentación, avance tecnológico, coartada conceptual y sensibilidad pop, unida al creciente éxito de sus sucesivos álbumes, fuente de inspiración para millones de personas en todo el mundo, y a un ritmo de producción envidiablemente alto les confirió un status que parecía eternamente inalterable. Desgraciadamente, a lo largo de los últimos años la salida del grupo de casi todos sus miembros originales, la ausencia de nuevo material de calidad contrastada y algunos tics divistas nos hacen preguntarnos si Kraftwerk han perdido aquel status aparentemente intocable, inalcanzable e inviolable. ¿Es blasfemo pensar que Kraftwerk ya no son lo que eran?

 

Sin duda, no es blasfemo pensarlo y decirlo, porque, en primer lugar, Kraftwerk ya no son los que eran. Las sucesivas partidas de tres de los miembros de su cuarteto clásico: Wolfgang Flür –en 1987, aunque su participación en “Electric Café” (EMI, 1986), rebautizado “Techno Pop” en “Der Katalog”, ya fue prácticamente testimonial–, Karl Bartos –en 1990, hastiado por la falta de actividad de la banda– y la última y quizás más inesperada, la del siempre serio y circunspecto Florian Schneider, el eterno compinche de Ralf Hütter y miembro fundador de la banda –en 2008, por motivos todavía no explicados–; han puesto al descubierto el estado comatoso de Kraftwerk como unidad artística creativa. En ese aspecto, es relevante el escaso perfil artístico de los sucesivos sustitutos: Fritz Hilpert y Henning Schmitz fueron ingenieros de sonido de la banda antes de sustituir a Flür y a Abrantes (quien sustituyó a Bartos) y el último fichaje, Falk Grieffenhagen, realiza el control de video en directo desde el escenario desde la partida de Schneider y no tiene perfil musical en absoluto.

 

Es obvio que en el aspecto creativo, la fuente de Kraftwerk se secó hace ya muchos años, pero, y es importante reconocerlo, la falta de nuevo material nunca supuso una devaluación de su legado, sino todo lo contrario. Desde 1986 a 2003, el status de Kraftwerk permaneció estático, inmarcesible, ajeno a las imperfecciones de una carrera demasiado larga y desgastada. Su equivalente serían The Beatles, quienes después de una década de inspiración y de renovación de su género desaparecieron dejando su legado congelado en el tiempo aguardando el efecto multiplicador de la nostalgia y de la nostalgia heredada (cuando una generación acepta sin discusión los clichés de la anterior). ¿Qué diríamos ahora si The Beatles hubieran seguido juntos durante veinte años más en lugar de disolverse tras –o durante– “Let It Be”? ¿En qué términos estaríamos ahora hablando de Kraftwerk si se hubieran disuelto tras “Computerwelt” (EMI, 1981) y por tanto “Electric Café” (EMI, 1986) y, sobre todo “The Mix” (EMI, 1991) y “Tour de France Soundtracks” (EMI, 2003) no se hubieran publicado nunca? No me lo puedo ni imaginar. Durante esos años además, todo el léxico que Kraftwerk crearon prácticamente de la nada (el tecnopop, el electro, las posibilidades cinemáticas de la electrónica, el poso investigador y conceptual, la reverencia crítica con la tecnología…) ha caído en manos de varias generaciones de artistas que han convertido la electrónica en su conjunto en una poderosa fuerza que empuja y transforma no sólo a si misma, sino también al resto de géneros.

 

 

TESTIMONIOS

Hemos hablado con algunos de esos artistas, que se han mostrado encantados de glosar su relación con el cuarteto alemán. Para Ellen Alien, Kraftwerk “me mostraron con “Das Modell” la belleza de la electrónica, tan misteriosa y maravillosa. En Alemania, fue un éxito de ventas y la ponían mucho en la radio. Fue una nueva experiencia para mi y tras ella, Michael Jackson dejó de interesarme, el pop estadounidense me molestaba. Kraftwerk fueron mis maestros como también Jeff Mills, Warp Records y muchos otros”. Igualmente, Miss Kittin dice “cuando era niña conocía muchas de sus canciones sin saber de quién eran. ¡Hasta que The Hacker me educó! “Computerwelt”, “Autobahn”… muchas de esas canciones son ahora parte de una gran herencia musical. Por supuesto, son legendarios, inventaron tantos conceptos y cambiaron el aspecto de la música para siempre, también visualmente y técnicamente”. En cambio, Mike Paradinas confiesa un amor mucho más tardío. “No puedo decir que Kraftwerk fueran una influencia para mí. Por supuesto, conocía sus canciones de escucharlas por la radio, y sentía curiosidad: después de todo, era consciente de que habían sido una gran influencia para los productores de techno de Detroit, que era la música en la que estaba de verdad metido cuando era adolescente. Como todos los jóvenes, en aquella época no tenía demasiado dinero, así que no podía comprarme todos los discos que hubiera querido, y Kraftwerk se quedaron esperando turno durante años. No compré ningún disco suyo hasta después de haber comenzado a publicar mis propios discos, pero nada más caer el primero sentí el flechazo: eran asombrosamente buenos. Si me tengo que quedar con un sólo disco, sin duda sería “Computerwelt””. Uno de esos productores de Detroit, Juan Atkins, declaraba recientemente a The Guardian “me engancharon cuando escuché “Showroom Dummies”, pero el primer single que me compré fue “The Robots”. Música totalmente sintética, pura, muy melódica y funky, lo que era difícil de conseguir con la electrónica primitiva: puedes reconocer que ellos también escuchaban a James Brown. Me inspiró la precisión y consistencia de su sonido (algo que puede comprobarse en su mítico maxi “Clear”). Sin ellos, no habría existido la música de baile”. En la revista digital Electronic Beats, Afrika Bambaataa se explayaba en su relación con Kraftwerk, de quienes tomó prestada la melodía de “Trans-Europe Express” y la base de “Numbers” para crear el mítico “Planet Rock”. “Siempre me interesó la mezcla de culturas y lenguajes, así que cuando compré “Trans-Europe Express” también compré una copia alemana… La primera vez que lo pinché en el Bronx River Center, la gente lo entendió inmediatamente… Para mi siempre sonaron europeos, especialmente “Trans-Europe Express”, pero entendí el tren y el viaje como una metáfora del transporte del sonido por todo el universo, tal fue su influencia y poder. Cuando sentía la vibración de la banda sabía que estaba ante otro tipo diferente de mierda, la música del futuro y de los viajes espaciales. Junto al funk de James Brown, Sly Stone y George Clinton, también escuchaba a la Yellow Magic Orchestra y a Gary Numan, así como el moog de Dick Hyman y el “Halloween” (Varèse Sarabande, 1983) de John Carpenter. Si juntas todo eso, tienes el electro-funk”.

 

 

EUROPA SIN FIN

Del mismo modo que Afrika Bambaataa, el diseñador británico Peter Saville, autor de las míticas portadas de New Order y otras bandas del sello Factory, también destaca en The Guardian el arraigamiento de Krafwerk dentro de la tradición cultural europea. “Autobahn” fue el primer disco que me compré. Me hizo interesarme por la música clásica, la idea de Europa y esa portada que tenían un profundo significado. Me hizo darme cuenta del gran abanico de posibilidades que una imagen podía generar. Nos hizo pensar en viajar por el continente, pero también en viajar en el tiempo. Era como ver una catedral o una central eléctrica. La imagen industrial de Factory también vino de ahí, es la imagen que define Manchester, la primera ciudad industrial. Kraftwerk en el Manchester Velodrome (en 2009, con el equipo británico de ciclismo en pista girando durante “Tour de France”) cerró el círculo. Me rompió el corazón que Tony (Wilson, fundador del sello que murió en 2007) no estuviera allí para verlo”. Bambaataa y Saville aciertan al incidir en el aspecto “europeo” de la música y actitud de Kraftwerk. Su estética ensoñadoramente anacrónica, alejada de los clichés del pop y el rock como bienes de consumo para adolescentes con ansias de “vivir el momento”; su actitud racionalista, entregada a la “frialdad” de la ciencia, pero sin dejar de ser crítica con ella son partes de su discurso, pero por encima de todo eso sobrevuela la reivindicación de una idea centro-europea (los homenajes a Bach, Schubert, Marie Curie, la conexión berlinesa con David Bowie…) que quiere entroncar la música de Kraftwerk con una tradición artística que poco tiene que ver con la herencia africana (a través de la influencia del blues y el soul en el rock y el pop, respectivamente) de la música anglosajona. Así se explica el homenaje a los futuristas y a los constructivistas soviéticos en la portada de “Die Mensch-Maschine” y el aspecto convencional y aburguesado de la de “Trans-Europa Express”.

 

 

SOUNDS OF SCIENCE

Tras la euforia tecnológica de la carrera espacial de los sesenta (curiosamente, la exploración espacial, campo abonado para las ideas futuristas y escapistas asociadas a la música electrónica, apenas fue abordada por Kraftwerk), la crisis energética de los setenta trajo un panorama de pesimismo y de descrédito de la ciencia. Sin embargo, se mantuvieron fieles a la idea de progreso asociada al racionalismo como reflejan sus álbumes que podemos asociar de forma simplificada al viaje por carretera ejemplificado por las funcionales autopistas alemanas (“Autobahn”), al poder de la radiodifusión y de la energía nuclear (“Radio-Aktivität”), al viaje en tren como metáfora de la unión europea (“Trans Europa Express”), a la robótica (“Die Mensch-Maschine”) y a los ordenadores como nuevos robots que descarguen de trabajo al humano (“Computerwelt”). Es imposible mantener la inspiración eternamente, pero es curioso que el período dorado de Kraftwerk coincidiera con los últimos años de vigencia del modelo productivo implantado tras la revolución industrial. El poder de la ciencia, representado por la tecnología de raíz mecánica está detrás de todo lo que Kraftwerk representa (incluida, como hemos visto en el apartado anterior, la preponderancia europea en los grandes acontecimientos mundiales): el tren, la radio, la energía nuclear (no tanto el automóvil) tienen una raíz europea… Son habituales las referencias a la industria a la antigua usanza, desde el nombre de la banda (Kraftwerk significa ‘central eléctrica’ en alemán) hasta el de sus estudios Kling Klang con esa muy mecánica e industrial onomatopeya, pasando por lo que indirectamente se convirtió en el germen de la música industrial, el brillante pasaje percutivo de “Metall Auf Metall” en “Trans Europa Express”. Cuando la tecnología dejó de ser mecánica para pasar a ser virtual (es decir, dejó de ser física para pasar a ser puramente electrónica) la influencia de Kraftwerk tuvo que hacerse a un lado para dejar paso a las nuevas generaciones.

 

 

¿JURASSIC PARK?

Todo esto está muy bien, pero hay que reconocer que quizás muchos piensen que, al final, Kraftwerk han acabado cayendo en los peores clichés de las grandes bandas de rock: se han convertido en unos dinosaurios que publican nuevo material que a nadie interesa, en la banda sólo queda un único miembro original que retiene el nombre y se beneficia del trabajo de todos, están continuamente reeditando sus grandes éxitos y ofrecen espectaculares shows audiovisuales en los que sólo tocan hits de los que estas giras en 3D (con glamourosas retrospectivas de sus obras casi completas, los ocho discos reeditados como “Der Katalog”, en el MoMA neoyorquino, la galería Kunstsammlung NWR de Düsseldorf y la Turbine Hall de la Tate Modern londinense como primeros ejemplos de una extensa lista a la que ahora se suma el Guggenheim bilbaíno) no son más que el último e ingenioso sacadineros. Aunque son aceptables todas esas objeciones, hay varios puntos diferenciales con los últimos años de la carrera The Rolling Stones o los shows megalómanos de U2. Lo que en otros casos no es más que una enorme cortina de humo, pirotecnia, brillantina y lentejuelas, en el caso de Kraftwerk es una innovación tecnológica coherente con la suma de su carrera. Por fanatismo o por convicción, los de Düsseldorf siempre se han esforzado por ofrecer a sus fans lo último en cuanto a materia tecnológica. Ahora, a la experiencia de sonido en alta definición de “Der Katalog” se añade el atractivo de unos trabajados visuales en directo (otra seña de identidad de la banda) con la ultimísima tecnología en 3D (y además te puedes llevar las gafas a casa como recuerdo).

 

Tampoco puede hablarse de una motivación puramente económica ya que la banda (es decir, Ralf Hütter) ha ido recuperando los derechos de las grabaciones que aún estaban en manos de los sellos y se ha beneficiado de las patentes de numerosas innovaciones tecnológicas relacionadas con la música y el sonido que, según contó Chuck D en sus memorias, los propios Hütter y Schneider le confesaron que les permitirían mantener unos ingresos incluso superiores a los que obtenían en concepto de royalties sobre su música: filtros de voz como el Robovox, baterías electrónicas, diversos secuenciadores como el Synthanorma y hasta la app para móviles Kling Klang Machine No1 (lanzada en 2011), que genera música algorítmicamente y también a voluntad del usuario, en cuyo desarrollo primigenio estuvo involucrado el productor británico Martin Wheeler, más conocido como Vector Lovers. “En 2010 Ralf Hütter probó un sintetizador que yo diseñé, el DR1 Dr Drone. Quería sacar una versión para iPhone con la marca de Kraftwerk, pero tuve que rechazar la oferta cuando vi que no iban a pagarme nada y ni siquiera acreditarme como diseñador”. Aunque queramos ser magnánimos con los Kraftwerk no está de más afearles desde aquí que pretendan aprovecharse gratuitamente del trabajo ajeno.

 

Por todo ello, no podemos más que sentir envidia de aquellos que una o varias noches desde hoy se acercarán al Atrio del Guggenheim para disfrutar de uno de los espectáculos más completos de los que puede gozarse en este momento: calzarse las gafas de cartón, dejarse llevar durante dos horas por el ritmo mecanizado y sin cerrar los ojos huir en tecnicolor por autopista, en tren o en bicicleta de este mundo gris e incivilizado. Para más adelante, para ese futuro utópico y esquivo que nunca acaba de llegar, dejamos el momento de que, como se planeó inicialmente, Kraftwerk realicen giras protagonizadas exclusivamente por robots para que por fin, después de más de cuarenta años de carrera, Ralf Hütter pueda unirse al jubilado Florian Schneider y también a las víctimas de EREs anteriores Karl Bartos y Wolfgang Flür, y todos juntos dejen atrás sus rencillas y en armonía puedan descansar y disfrutar de sus nietos; y Hütter pueda, por fin, seguir en directo las etapas del Tour de Francia desde el coche del director de carrera, saludar a Bernard Hinault y entregar los maillots al final de una etapa en lo alto del Alpe d’Huez.

 

 Puedes ver los diferentes discos de la discografía de Kraftwerk haciendo click encima de los números de aquí abajo.

 

01

 

Autobahn

Philips, 1974

 

 

El comienzo de todo. El trabajo de los cuatro anteriores LPs –el único disco de Organisation (“Tone Float”) y los tres primeros de Kraftwerk: “Kraftwerk”, “Kraftwerk 2” y “Ralf & Florian”– sublimó en la primera de sus obras maestras. La música, prácticamente en su totalidad generada con instrumentos electrónicos (desde el Minimoog de Hütter a las percusiones de Wolfgang Flür pasando por el filtro de voz vocoder, que empezaba a ser su marca de fábrica); la mítica portada de Emil Schult (el quinto Kraftwerk: artista visual alumno de Joseph Beuys siempre detrás de los momentos más conceptuales del grupo), con una brillante autopista innegablemente alemana que conduce a un indeterminado paraíso escapista; la inteligente incorporación de la música concreta (los icónicos portazo y arranque del motor); y el mítico “wir fahr’n fahr’n fahr’n auf der Autobahn” (“conducimos, conducimos, conducimos por la autopista”) que gracias a la versión editada de sólo 7 minutos les hizo famosos en todo el mundo.

 

 

02

 

Radio-Aktivität

EMI, 1975

 

Grabado en Kling Klang, el nuevo estudio del grupo, incorpora a Karl Bartos como segundo percusionista electrónico por lo que el sonido es ya 100% sintético. Empeñados en ahondar en su vena conceptual, Emil Schult consigue que el LP entero gire alrededor de un tema determinado, algo que se convertirá en norma a partir de ese momento. Ese tema es la radioactividad, además en la doble faceta de comunicación a través de las ondas (“Radioland”, “Ätherwellen”, “Antenne”, “Transistor”) y en la de inestabilidad de los núcleos de determinados elementos químicos que produce energía nuclear (“Geigerzähler”, “Radioaktivität”, “Uran”, “Ohm Sweet Ohm”). Este segundo enfoque sería matizado a lo largo de su carrera a la vista de los perjuicios que el mal uso de la energía nuclear podía causar, hecho que no empaña la brillantez del que muy probablemente sea el primer álbum de tecnopop de la historia.

 

 

03

 

Trans Europa Express

EMI, 1977

 

 

Si la ida fue en coche por autopista la vuelta ha de ser en tren. Las comunicaciones por ferrocarril a través de una Europa interminable (“Europa Endlos”) a bordo del “Trans Europa Express” con paradas en París y Viena (de donde viene “Franz Schubert”), de “estación en estación” (como el disco del año anterior de Bowie a quien citan junto a Iggy Pop) son el tema aparente del disco, pero las dos profundas reflexiones sobre cómo nos vemos a nosotros mismos (“Spiegelsaal”: “El salón de los espejos”) y cómo nos ven los demás (“Schaufensterpuppen”: “Los maniquís”) dan un giro melodramático que explota cuando los maniquís rompen el cristal y se van a bailar. Les ayuda el ritmo monocorde del tren sobre las traviesas, el sublime golpear protoindustrial de “Metal contra metal” (“Metall Auf Metall”) y la gran idea de enlazar varios temas del disco como un incipiente megamix. Segunda obra maestra.

 

 

04

 

Die Mensch-Maschine

EMI, 1978

 

Quizás su disco más famosos con tres singles de grandísimo impacto convertidos en clásicos instantáneos: “Die Roboter”, “Neonlicht” y “Das Modell”. Además, la icónica imagen de los cuatro Kraftwerk uniformados y deshumanizados como cuatro robots con camisas rojas y corbatas negras es todo un homenaje al constructivismo soviético y uno de sus más famosas encarnaciones. La relación del ser humano con la tecnología es el tenue hilo conductor del LP, pero a falta de un enfoque propio (Shult ya no estaba por ahí), se da cancha a conocidas referencia al constructivismo y al futurismo (“Metropolis”), a los robots y hasta a la carrera espacial (“Spacelab”). Quizás más débil como LP completo, su fuerza reside en los singles citados y en la amplia difusión del candoroso videoclip de “The Model” con sus añejas y castas imágenes de modelos en blanco y negro.

 

 

05

 

Computerwelt

EMI, 1981

 

Los cuatro robots personalizados con las facciones de Hütter, Schneider, Bartos y Flür ocupan, encerrados en un primitivo ordenador personal, la portada de su tercera (y última) obra maestra. Teóricamente diseñados para sustituir a los músicos en las giras (y cumplir la utopía futurista de las máquinas que liberan al ser humano de la esclavitud del trabajo) los robots forman desde entonces parte indisoluble de la iconografía de la banda y sus hermanos menores, los ordenadores y las calculadoras (y por extensión, los números y el código binario), son los grandes protagonistas del disco. Descaradamente percutivo (creando el léxico de lo que después fue el electro), encantadoramente naíf (como siempre) en su reivindicación de la tecnología, divertido y tremendamente inspirado en el apartado melódico. Un disco perfecto.

 

 

06

 

Electric Cafe

EMI, 1986

 

Primero “Technicolor”, después “Techno Pop” y finalmente “Electric Cafe”. Previsto para 1983 (cuando se publicó el que debía ser su primer single “Tour de France”) el proyecto se retrasó primero a causa un grave accidente ciclista de Ralf Hütter y después por la actualización de los equipos del estudio y acabó convirtiéndose su primer LP claramente fallido. Superados por primera vez por el entorno que ellos mismos habían ayudado a crear, las dudas durante su producción se reflejan en la parálisis que experimentó el grupo en los años siguientes y que provocó la salida de Flür y Bartos (quien cantaba por primera vez en “Der Telefon-Anruf”). A parte de la portada de Rebecca Allen, lo mejor es “Musique Non-Stop”, desde entonces usada en todos los conciertos para el baile final de los robots. Curiosamente, existe una edición española (además de la alemana y la inglesa) con textos en castellano para “Techno Pop” y “Sex Object”.

 

 

07

 

The Mix

EMI, 1991

  

Solos en Kling Klang, abrumados por la avalancha electrónica de los ochenta, Hütter y Schneider regresan con una alimenticia regrabación digital autosampleada (con algunas  sonrojantes pérdidas de calidad) de sus mejores momentos. Lo mejor es que parecen conscientes de su propia leyenda y se dejan querer en una serie de giras y actuaciones en festivales con un setlist de grandes éxitos y un espectacular despliegue visual donde estrenan la versión antinuclear de “Radioactivity” (con la inclusión de Chernobyl, Harrisburg, Sellafield, Hiroshima y ahora también Fukushima). Personalmente, prefiero los grandes éxitos en directo de “Minimum – Maximum” (EMI, 2005) doble CD y DVD con lo mejor de su repertorio con calidad de sonido impresionante y una cuidada selección de las ciudades de donde proviene cada uno de los temas.

 

 

08

 

Tour de France

EMI, 2003

 

Después de ¡17! años sin editar un LP de material nuevo, Kraftwerk intentaron conmemorar el centenario del Tour con este LP de temática ciclista vista desde un punto de vista tecnológico y científico (“Vitamin”, “Aéro Dynamik”, “Titanium”…), pero que significativamente funciona mejor cuando apela a la mitología de los nombres de las grandes cumbres y la épica del esfuerzo a través de los míticos jadeos del single (de 1983) “Tour de France”, aquí en una versión levemente diferente. Para colmo de males, les dio la excusa para, a su edad, enfundarse en unos ajustados maillots pseudofuturistas y calzarse unas horribles gafas de sol, aunque hay que reconocer que desde entonces no han dejado de girar llevando su todavía divertido, preciso, emotivo y espectacular directo por todo el mundo.

 

 

Half Nelson

Crítico musical que ha visto multitud de modas y estilos nacer, crecer, multiplicarse y morir desde que empezara a colaborar en Ràdio Ciutat de Badalona en 1993. Fan del jazz y del pop británico, aunque todavía impactado por el drum’n’bass, su firma se ha visto prácticamente en todas las cabeceras de prensa independiente (Mondo Sonoro, Go Mag, Rockdelux, Suite, Trax/Beat…) y radio online (ScannerFM) y por su grabadora han pasado muchos de los grandes (Costello, Lowe, Hitchcock, Mills, Craig, May, Saunderson, Gelb, Calexico, Goldie, Size, Flaming Lips, Bon Iver…). También ha contribuido con varios capítulos a “Loops” (Mondadori, 2002) y a “Teen Spirit. de viaje por el pop independiente” (Mondadori, 2004).

 

half@blisstopic.com

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