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Batman
Clásicos ochenteros bajo la lupa (3)
En su pase barcelonés del 19 de junio (cine Comedia, 20 horas), Phenomena – The Ultimate Cinematic Experience ofrecerá la doble (y seminal) aportación de Tim Burton al universo fílmico de Batman. Para celebrarlo, recuperamos el film original (recuerden: Michael Keaton como el murciélago y un Jack Nicholson desatado como el Joker), que grabó en celuloide las Bodas de Oro del personaje bajo la influencia no-tan-marcada-como-entonces-anticipamos de los cómics de Frank Miller, y lo sometemos a nuestro test en diez planos. ¿Qué nota obtendrá, veinticinco años después? Pero la pregunta más pertinente de todas, ya que estamos, vendría a ser: ¿has bailado alguna vez con el Diablo a la luz de la Luna?. Por Milo J. Krmpotic'
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1 - La mirada del murciélago
Con Michael Keaton, un tipo formado en la televisión, reconocible a continuación por sus comedias amables (“Turno de noche”, “Las locas peripecias de un señor mamá”), pero también por ser capaz de dar puntualmente el do de pecho dramático (“Alcohol y coca”), Burton quiso repetir la apuesta que tan bien le había funcionado un año antes con “Bitelchús”. Y cierto es que extrajo petróleo de la ambiguamente profunda mirada del actor, pero, aunque este también prestó matices a su faceta como Bruce Wayne, comenzamos recortando un cuarto de punto por los planos en que confundió la vida interior con la cara de empanado: 0,75-0,25.
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2 - Un villano a una sonrisa pegado
Nada hay más maravilloso, en términos cinematográficos, que el encuentro entre el hambre y las ganas de comer. Porque a Jack Nicholson le gusta más sobreactuar que a Frank Miller la colección con los discursos completos de Ronald Reagan, su Joker se convirtió lisa, llana y aterradoramente en un festival de la esquizofrenia, un prodigio ciclotímico capaz de transitar convincentemente todos los registros, desde el humor absurdo hasta la más oscura locura. Le otorgamos el punto, claro, pero si de veras hubiera justicia en este mundo le concederíamos dos o tres de golpe: 1,75-0,25.
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3 - Será un florero, pero qué florero…
Aunque el guión quiso darle un trasfondo aventurero (llega a Gotham tras cubrir la guerra de Corto Maltese como fotoperiodista), la Vicky Bale de Kim Basinger es una de las partenaires más tradicionales y dependientes con que haya contado el Hombre Murciélago en la gran pantalla. Pero rebobinemos: ¿hemos dicho Kim Basinger? Sí, hemos dicho Kim Basinger. Pues el resto tanto da. Porque no hay que ser necesariamente hombre para reconocer el momento álgido que allá por 1989 vivía su espectacular belleza y dulce sensualidad. Punto rubio para ella: 2,75-0,25.
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4 - Sucia pero elegante
[Lamentablemente, el titular no hace referencia ya a la señorita Basinger.] Si Batman es el alma de Gotham, Gotham debe lucir también como reflejo de su espíritu atormentado, tan contradictorio como la relación que mantiene con el concepto de justicia. Circunstancia que el film borda en su adscripción a la estética de los años 1930-40 (momento, claro está, en que nace el personaje), con unos exteriores oscuros que son pasto de la podredumbre humana y las suciedades que suelen acompañarla, pero a su vez unos interiores amplios y acordes a la arquitectura Art Déco de los edificios. Bien, pues, por el diseño de producción: 3,75-0,25.
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5 - Entre teatral y mecánico
Frente al elemento anterior, siempre uno de los puntos álgidos y reconocibles de sus films, Tim Burton jamás ha destacado por su tratamiento de las secuencias de acción. Bendecimos la aparición inicial del superhéroe porque su teatralidad dispone de una justificación: Batman busca darse a conocer, impresionar a los criminales antes que detenerlos, que su leyenda ejerza de medida preventiva. Pero, porque ese tono lento y sincopado se contagia a varias de las secuencias de acción, porque la secuencia del desfile sufre por ello, mucho nos tememos que este punto debe partirse por la mitad: 4,25-0,75.
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6 - ¡Pow! ¡Smash! ¡Kaboom!
Algo hay, en el Joker que se adueña del “Batman” burtoniano, de “La broma asesina” de Alan Moore y Brian Bolland. Pero su carácter lunático sirve también para introducir dos o tres secuencias dueñas de un tono camp diríamos que plenamente voluntario, deseoso de rendir homenaje a la serie televisiva de los 1960 (véase, por ejemplo, la habitación en la que el villano realiza sus delirantes collages). Que sus secuaces, en cambio, parezcan salidos de un episodio de “The Black Adder” tiene que restar un cuarto de punto por algún lado: 5-1.
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7 -Falló el funk, funcionó la sinfonía
Quien no acabó de pegarse un homenaje fue El Artista Entonces Conocido como Prince, cuya banda sonora, compuesta por tres descartes de discos anteriores y seis temas nuevos, representó un pequeño fiasco. Escasas fueron las canciones que entraron en la película (y lo hicieron con calzador, como en la secuencia del baile por el museo), mientras que el álbum bajó varios peldaños respecto a los precedentes “Lovesexy”, “Sign ‘O’ the Times”, “Parade”… Repartimos el punto, no obstante, porque la insistencia de Burton en contratar a Danny Elfman como compositor contribuyó notablemente al tono de la película: 5,5-1,5.
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8 -Que me luzcan los juguetitos
Nadie se gasta 35 millones de dólares (de la época) en una superproducción de superhéroes sin suspirar por una superentrada de público que redunde en una superventa de merchandising. Burton, pues, introdujo los gadgets de rigor, desde un majestuoso bat-coche hasta ese bat-avión que suele ser el elemento de más difícil justificación en términos de lógica narrativa. Y, aunque tuvo la inteligencia de no abusar de ellos, le recortamos un veinticinco por ciento del punto por lo mal que ha envejecido la caída (lenta, lentísima) del segundo utilitario frente a la catedral: 6,25-1,75.
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9 - Influencias bien asumidas
Una catedral, por cierto, tan gótica como orgánica e interminable, que parece anticipar su “Eduardo Manostijeras”, maravillosa en sus posibilidades expresionistas (y hitchcockianas, claro) para el clímax del film. De forma similar, la factoría química se nos antoja una gozosa reinterpretación de la pesadilla industrial del “Metrópolis” de Fritz Lang. Y, por su habilidad para introducir fijaciones y sumar en el desarrollo de su propio imaginario, Tim Burton suma otro punto limpio al casillero. El notable ya no se lo quieta ni el mismísimo Pingüino: 7,25-1,75.
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10 - En los detalles está el Demonio… o el murciélago
Y nos estamos dejando tantos aspectos en el tintero… Nos emociona, por ejemplo, que Harvey Dent luzca los rasgos de Billy Dee Williams, tipo que ya había dado fe de sus “dos caras” como el Lando Calrissian de “El Imperio Contraataca”. Nos entusiasma que, durante la ya comentada secuencia del museo, haya un apunte de genialidad cuando el Joker se niega a destruir un cuadro de Francis Bacon, pintor al que siente muy afín. O, en la misma labor de definición de personajes, nos convence que Bruce Wayne sea incapaz de conciliar el sueño pese a compartir lecho con Vicky Vale y deba colgarse boca abajo, cual quiróptero, para relajarse. Porque la leyenda de la película no se acaba, tal y como sugiere su canónico plano final, le concedemos gustosamente el último punto en disputa: 8,25-1,75.

Milo J. Krmpotic’
Milo J. Krmpotic’ debe su apellido a una herencia croata, lo más parecido en términos eslavos a una tortura china. Nacido en Barcelona en 1974, ha publicado contra todo pronóstico las novelas “Sorbed mi sexo” (Caballo de Troya, 2005), “Las tres balas de Boris Bardin” (Caballo de Troya, 2010), “Historia de una gárgola” (Seix Barral, 2012) y "El murmullo" (Pez de Plata, 2014), y es autor de otras tres obras juveniles. Fue redactor jefe de la revista Qué Leer entre 2008 y 2015, y ejerce ahora como subdirector del portal Librújula. Su firma ha aparecido también en medios como Diari Avui, Fotogramas, Go Mag, EnBarcelona, las secciones literarias del Anuari de Enciclopèdia Catalana…