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intro

El primer "Robocop"

Clásicos ochenteros bajo la lupa (1)

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“I’d buy that for a dollar!”, repite a modo de leitmotiv el protagonista del programa catódico estrella en el mundo del “Robocop” original, que en 1987 marcó el desembarco del holandés Paul Verhoeven en Hollywood. Con el remake de José Padilha aún en nuestras pantallas, hemos escogido aquella primera aventura del policía de acero inoxidable y programado con MS-2 para inaugurar una de esas secciones revisionistas que bien podrían ser sinónimo de una galopante crisis de los 40: nostalgias aparte, ¿pagaríamos ese dólar, a día de hoy, por las películas que tanto nos impresionaron durante los 1980? Pueden juzgar este caso en diez cómodos puntos. Por Milo J. Krmpotic'

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1 - El futuro

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Algunos lo sitúan con un texto sobre fondo negro mientras que otros optan por la voz en off (la opción cara, pues suele necesitar de imágenes espectaculares que la acompañen). Verhoeven, en cambio, gustaba de ponernos en contexto a partir de telediarios y anuncios televisivos. Y los de “Robocop” tenían su miga, comenzando por ese satélite de la Guerra de las Galaxias de Reagan que se disparaba por error y destruía una porción del valle de San Fernando californiano, con dos expresidentes de las barras y estrellas entre sus víctimas. Punto a favor, y no sólo porque la presentadora pareciera a punto de abandonar el plató para sumarse al rodaje de un film de Ginger Lynn: 1-0.

 

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2 - Escenario preclaro, exteriores de saldo

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Las tormentas reaganianas provocaron buena parte de los lodos en que chapoteamos hoy día, algo de lo que “Robocop” quiso avisarnos, con ese Detroit en bancarrota que debe privatizar un servicio tan básico como el policial. Pero su afilada descripción del neoliberalismo en ciernes tuvo que lidiar con un presupuesto entregado a la construcción de los diversos trajes metálicos de su protagonista, con lo que la mayoría de localizaciones para sus secuencias de exteriores rozan el nivel de telefilm (la fábrica abandonada, de hecho, aparece en dos ocasiones, pero se lo admitimos porque la segunda vez viene a cerrar el círculo traumático del héroe): 1,5-0,5.

 

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3 - Los buenos

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Como todo héroe bajo una máscara agazapado, Peter Weller lució antes en términos de mentón y mirada azul que por sus habilidades interpretativas. Y, a la postre, más allá de su presencia puntual en diversas buenas series recientes (“24”, “Dexter”, “Hijos de la anarquía”), “Robocop” y su primera secuela aparecen como el cincuenta por ciento de sus hitos cinematográficos, entre esos dos títulos de culto que los enmarcan: “Las aventuras de Buckaroo Banzai” y “El almuerzo desnudo” según David Cronenberg. La siempre un pelín sosa Nancy Allen, en cambio, sí fue un rostro recurrente de la época: “Carrie”, “1941”, musa de DePalma en “Vestida para matar” e “Impacto”, “El experimento Filadelfia”, “Poltergeist III”… Desde el cariño, nuevo punto a favor: 2,5-0,5.

 

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4 - Los malos

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Aunque muy propios de serie B, los dos principales cumplieron: Kurtwood Smith nos sigue dando miedo en la brutal piel de Clarence Bodddicker (el Michael Ironside de "V" en clave psicópata), mientras que Ronny Cox dio lustre a su papel de ejecutivo despiadado de la OCP. La banda del primero, no obstante, es cocaína de otro costal, y ni siquiera la presencia de Ray Wise (cinco años después de pasar por “Dallas”, tres antes de convertirse en el padre de Laura Palmer en “Twin Peaks”) logra que sus chiquilladas y descerebramiento nos provoquen algo más que impaciencia. Lo mejor, claro está, la “ácida y atropellada” muerte de Emil. 3-1 en el global.

 

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5 - Cuestión de sensibilidades


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Verhoeven se plantó cual elefante europeo en la cristalería norteamericana, dispuesto a seguir mostrando el sexo y la violencia tal cual son, salpicando al espectador con los fluidos que ambos tienden a segregar. Y, a falta del ingrediente primero, el segundo manchó en todo su esplendor (aunque algunos planos no pasaron el primer corte de la censura y tuvieron que ser recuperados en las ediciones de vídeo y DVD). “Robocop” es una película en la que cada disparo provoca un daño evidente, con lo que no quieran imaginar el estado en que quedan los dos o tres personajes que durante el metraje se ven acribillados. No es un tratamiento épico, no es un tratamiento lírico, es un tratamiento sencillamente realista y atroz. Y bien está que así sea: 4-1.

 

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6 - Soy un robot...


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El plano subjetivo con efectos digitales sobreimpresionados ya le había funcionado notablemente a James Cameron en su “Terminator”, pero Verhoeven y sus guionistas le añadieron connotaciones bastante interesantes: mientras la pantallita del ciborg de Schwarzenegger nos lo presentaba como una máquina certera e implacable, la de “Robocop” ayuda a ahondar en su tragedia (los recuerdos familiares que se funden con los escenarios de la casa abandonada) después de haber contribuido a una elipsis narrativa de libro, con esos encendidos y apagados que dan fe del largo proceso de creación del robot en apenas un par de minutos: 5-1 y esto va camino de la goleada.

 

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7 - ...pero también soy algo más


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No negaremos que Verhoeven sentía cierta afinidad por el simbolismo cristiano pero, aunque algunos lo hayan encontrado en esta historia de policía que regresa de la muerte para erigirse en salvador, “Robocop” apunta en realidad hacia un camino opuesto, el de una criatura metálica y despojada de emociones que lentamente aprende a redescubrir su humanidad. Y, como nada nos humaniza más que el fracaso, su gran momento Frankenstein llega durante el primer enfrentamiento con el ED-209 y ese casco cuyas grietas revelan un ojo azotado por la duda, el temor y, en definitiva, la conciencia de la propia falibilidad: 6-1.

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8 - Una cafetera andante


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Estéticamente aún tiene su qué pero, admitámoslo, el traje del Robocop original es a las armaduras futuristas lo que el primer Mac a los ordenadores de hoy día: un mamotreto tan entrañable como desfasado. Pasen sus muslos de levantador de peso (en las secuencias en las que debía ponerse al volante, Weller conducía en calzoncillos, vestido sólo con la parte de arriba, pues la inferior no cabía en el coche), pase su agarrotado movimiento de brazos, pero duelen la falta de cintura al verlo girar sobre sí mismo y los síntomas de tortícolis chirriante en su cuello: 6,25-1,75.

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9 - ¡Acción!


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Verhoeven, no obstante, supo aplicar todos los trucos del manual para darle sensación de movilidad a la cosa (esa llave que Robocop caza al vuelo en su primera salida de la comisaría). Y, si no fuera por el aroma a “El Equipo A” que transmite el tiroteo en la sala procesadora de cocaína, con los dobles saliendo despedidos en todas direcciones y cayendo dramáticamente desde las alturas, su inteligente resolución del doble clímax, escasamente física pero razonablemente épica (mención aparte para la melodía de Basil Poledouris), le hubiera valido el punto al completo: 7-2.

 

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10 - Un cameo también clarividente


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Lo que ven sobre estas líneas es un fotograma del segundo y pico de gloria que Verhoeven se permitió delante de la cámara, pues él es el bailarín que responde con gesto frenético (y sin duda encocado) a la patada que Ray Wise da en la entrepierna de Robocop durante la escena de su detención en el club nocturno. Y eso iba a ser la carrera norteamericana del amigo durante los 1990, desde “Desafío total” hasta “Starship Troopers”, pasando por “Instinto básico” y la (¿injustamente?) vilipendiada “Showgirls”: muchas luces, mucho ruido y cierta tendencia a que la hipérbole impidiera ver los aciertos de su tratamiento: 7,5-2,5.

 

Milo J. Krmpotic’

Milo J. Krmpotic’ debe su apellido a una herencia croata, lo más parecido en términos eslavos a una tortura china. Nacido en Barcelona en 1974, ha publicado contra todo pronóstico las novelas “Sorbed mi sexo” (Caballo de Troya, 2005), “Las tres balas de Boris Bardin” (Caballo de Troya, 2010), “Historia de una gárgola” (Seix Barral, 2012) y "El murmullo" (Pez de Plata, 2014), y es autor de otras tres obras juveniles. Fue redactor jefe de la revista Qué Leer entre 2008 y 2015, y ejerce ahora como subdirector del portal Librújula. Su firma ha aparecido también en medios como Diari Avui, Fotogramas, Go Mag, EnBarcelona, las secciones literarias del Anuari de Enciclopèdia Catalana

 

milo@blisstopic.com

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