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Gabriel SalomanSoldier’s lamentMiasmah 7Dark ambient |
A pesar de que les lloramos cuando anunciaron su separación, a finales de 2008 (unas lágrimas que nos podríamos haber ahorrado, porque han estado publicando discos póstumos hasta ayer mismo), con Yellow Swans sucede que los dos proyectos que han llegado después mejoran con mucho el original. Esto se debe, en gran medida, a que el volcánico nivel de actividad editorial que la banda era capaz de producir, y que provocaba que por cada disco notable hubiera algunos mediocres y muchos directamente olvidables, no lo ha continuado ninguno de sus dos componentes. Tanto Gabriel Saloman como Pete Swanson han reducido de manera notable la cantidad de referencias que lanzan cada temporada, prefiriendo concentrarse en editar pocos discos, pero mucho más cuidados. Es algo que se aplica sobre todo a Saloman –Swanson todavía gusta de ir regalando conciertos y grabaciones estrambóticas a cualquier sello marginal que se lo pida-, que desde que la banda madre pasó a mejor vida apenas ha publicado un disco, un maxi y algún compacto grabable.
Su segundo disco, “Soldier’s lament”, llega justo un año después que el anterior, “Adhere” (12), justo a tiempo para celebrar el advenimiento de los tiempos fríos y oscuros del año. Y como aquel, se trata de un artefacto que huye del noise embrutecido de Yellow Swans para dedicarse a un dark ambient detallista y crepuscular, en el que los drones y las grabaciones de campo comparten espacio con muchos pianos, guitarras y algún instrumento de cuerda. Como su título parece indicar, “Soldier’s lament” es un disco repleto de referencias sobre la guerra, algunas de carácter bastante evidente –el aire marcial que tiene “Marching time”, una pista en la que Saloman sólo utiliza tambores, superpuestos de manera amenazadora-, y otras más ligados a interpretaciones sensoriales: el amenazador presentimiento que se respira en “Mine field”, la extrema melancolía que desprenden las grabaciones de campo en “Boots on the ground” (sonidos de lluvia acompañados por una triste melodía de guitarra), el horror que parecen invocar las varias capas de violín que conforman “Cold haunt” –que recuerdan al paisaje después de una batalla-. Todo aquí está dispuesto y encajado para reflejar ese ambiente inmundo y enfermizo que siempre relacionamos con las guerras. Sobre todo con aquellas guerras que se libraban a principios del siglo pasado, cuando la tecnología aún no lo había contaminado todo, y todavía era posible encontrar algo de romanticismo bajo la insondable capa de horror.

Vidal Romero
Como todos los antiguos, Vidal Romero empezó en esto haciendo fanzines (de papel) a mediados de los noventa. Desde entonces, su firma se ha podido ver en infinidad de revistas (Go Mag, Rockdelux, Ruta 66, Playground, aB, Era y Clone entre muchas otras) y algún que otro periódico (Diario de Sevilla, Diario de Cádiz). Es también uno de los autores del libro “Más allá del rock” (INAEM, 08) y ha trabajado como programador y productor para ciclos de conciertos y festivales como Arsónica, Territorios o Electrochock (US). Incluso le ha quedado tiempo para ayudar a levantar España ladrillo a ladrillo con lo que es su auténtica profesión: la arquitectura. Es uno de los mejores analistas de música electrónica de este país.
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