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Homeland 03x09

Temporada 3, capítulo 9: "One last time"

6,2

 

Milo J Krmpotic'

 

Recapitulemos: No era el amor de Carrie y sí la precaución de Saul lo que ha mantenido a Brody preso todo este tiempo en un edificio-gueto de Caracas. Sabedor de que en pocos días dejará de presidir la CIA de sus desvelos, Berenson se apresura a buscar los frutos que ha venido sembrando a lo largo de la temporada. Hizo que su rubia protegida fuera humillada públicamente y encerrada psiquiátricamente para ponerla en el radar de los servicios secretos iraníes, atrajo a Estados Unidos al cerebro económico del ataque a Langley y, aunque con algún que otro tropezón, lo ha devuelto a la antigua Persia convertido en un agente doble. Mientras tanto, Carrie ha sumado a su desdicha un embarazo, un balazo y la constancia de que la única persona que podía exonerar a Brody ha acabado sumergido en una bañera llena de ácido.             

 

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La hoja de servicios (con sus SPOILERS): Lo hemos repetido en más de una ocasión a lo largo de estas reseñas… Saul Berenson representa el eje moral de la serie. Es la figura de poder ante la que siempre ha respondido Carrie, a la par que el subordinado que obraba con rectitud en tiempos de David Estes; también, se trata de la conciencia que más objetivamente va a juzgar a Brody, en cuanto no le ciega el afán de venganza ni, a diferencia de la rubia agente, se halla romántica o sexualmente comprometido con él. Durante esta temporada, comenzamos creyendo que se había pasado al Lado Oscuro al alcanzar el cargo de máximo poder en la CIA, a continuación descubrimos que existía una razón de fuerza mayor para sus acciones y, ahora, gracias a sendos reveladores diálogos, sabemos que no hay un ápice de cinismo maquiavélico en su fenomenal estrategia para colocar una torre en la retaguardia del tablero político iraní. No, cuando Saul hace sufrir a sus peones, cuando recluye a uno de ellos en una institución psiquiátrica y somete a otro a un proceso de rehabilitación sencillamente inhumano, les está castigando por algún motivo. Y ellos lo conocen. Y, aunque maldigan a su verdugo, también aceptan la justicia de su dolor.

 

Este 3x09 posiblemente sea recordado como el capítulo en que Brody regresó del infierno (del exilio, de la droga, de la culpa) para encontrar un destino que lo redima, previo entrenamiento digno de Rocky Balboa que realizador y guionistas solucionaron con un mediocre fundido a negro y la leyenda de “Dieciséis días después”… Pero, más allá de la conmovedora interpretación de Damian Lewis, será un (mayoritario) error. El verdadero valor de este episodio (que comenzó, por cierto, calcando la idea de 3x03 en el hermanamiento de los amantes a través de sus respectivas reclusiones) radica en ese rol de Saul como riguroso hombre de ley (dotado, para más inri, de una barba judaica que haría las delicias del mismísimo Moisés). Y es que lo suyo fue un auténtico festival: amonestó a Carrie por haberle mentido mientras las ruinas de Langley aún ardían; hizo pagar a Brody no por ese atentado, claro, pero sí por haber caído en la tentación cuando se ciñó un chaleco explosivo y a punto estuvo de hacerlo estallar en el búnker del vicepresidente; y, de últimas, se sacrificó por el bien de la Agencia y de su propia (infiel) esposa perdonándole el cuello político al senador Lockhart y solicitándole tan solo un poco más de tiempo de cara a desarrollar su plan maestro. Por cierto que, aunque un tanto peliculero, el capítulo nos situó muy decentemente en la pista de despegue del suspense respecto a la misión iraní.              

 

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La medalla al valor: No fui yo el que reparó en ello, así que esta se la debo a mi señora… Por segunda vez vimos a Brody entonar el himno de los marines (ya saben: “From the halls of Montezuma…”). Por segunda vez lo hizo ante el cadáver de su amigo Tom Walker (aquí presente gracias a las alucinaciones de su brutal tratamiento de desintoxicación). Y por segunda vez se aferró a la melodía en un momento de sufrimiento extremo. Así es como se construye un personaje, así se justifican sus actos: dándole coherencia a partir de la repetición, retomando elementos de otras temporadas. Cuando se siente al borde de la muerte, cuando más desamparado se encuentra, Nick Brody busca consuelo en su condición militar antes que en la imagen de su familia, en el recuerdo del trineo de su infancia o en cualquier otra circunstancia. Así que no es la posibilidad de redención lo que le conduce a aceptar una misión a todas luces suicida: es un soldado y piensa vivir (o morir) como tal.            

 

La mención deshonrosa: Sí, lo hemos pillado ya, uno de los temas principales de esta temporada, desde los homenajes a John le Carré en 3x01 hasta el enfrentamiento entre Saul y el senador Lockhart, es la contraposición entre el espionaje sometido al factor humano y la de hecho mucho más falible (por lejana e indiscriminada) política de transmisiones vía satélite y ejecuciones vía drone. Pero, en su supuesta defensa del primer apartado, a los guionistas de “Homeland” les encanta tensar la cuerda. Y, con la escapada para que Brody viera a Dana (¿“una última vez”, según reza el título del capítulo?), volvieron a mostrar a dos supuestos profesionales (para más inri, miembros de uno de esos gremios que deben dejar de lado sus problemas particulares para servir al bien común) apostando meses de trabajo (y, ya que estamos, la paz en Oriente Medio) a un capricho personal. Y sí, la secuencia funcionó dramáticamente como contrapunto a la euforia de la recuperación física del exmarine, pero a costa de situarnos por enésima vez, como espectadores, más cerca de comulgar con la tecnología que con el sentimiento.

 

Milo J. Krmpotic’

Milo J. Krmpotic’ debe su apellido a una herencia croata, lo más parecido en términos eslavos a una tortura china. Nacido en Barcelona en 1974, ha publicado contra todo pronóstico las novelas “Sorbed mi sexo” (Caballo de Troya, 2005), “Las tres balas de Boris Bardin” (Caballo de Troya, 2010), “Historia de una gárgola” (Seix Barral, 2012) y "El murmullo" (Pez de Plata, 2014), y es autor de otras tres obras juveniles. Fue redactor jefe de la revista Qué Leer entre 2008 y 2015, y ejerce ahora como subdirector del portal Librújula. Su firma ha aparecido también en medios como Diari Avui, Fotogramas, Go Mag, EnBarcelona, las secciones literarias del Anuari de Enciclopèdia Catalana

 

milo@blisstopic.com

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