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Homeland 03x07

Temporada 3, capítulo 7: "Gerontion"

5,8

 

Milo J Krmpotic'

 

Recapitulemos: Pasado el ecuador de la temporada, la serie va mostrando lentamente sus naipes, pero sobre todo lucen sobre la mesa sus descartes: Brody pinta tan poco que ha aparecido durante medio capítulo escaso, para que lo sepamos confinado y drogado en un rascacielos-gueto de Caracas, mientras que los suyos han atravesado, siempre gracias a Dana, un intento de suicidio, un romance tan juvenil como peligroso, una fuga en coche y, por último, una emancipación precoz (entendemos que para esconderle al espectador el embarazo de Morena Baccarin, la actriz que da sosa vida a Jessica Brody). Mientras tanto, por orden de importancia creciente en la baraja de los guionistas, Quinn es pasto de las dudas tras pegarle un tiro al hijo preadolescente de uno de sus objetivos pongamos que militares; Carrie ha ejercido de sufrido anzuelo para atraer a Estados Unidos a Majid Javadi, el cerebro iraní del atentado de Langley, y Saul se ha erigido en el as de espadas tanto por sus espectaculares aciertos (el ya citado plan) como flagrantes errores (va a dejar la CIA en manos de un senador amigo de los drones y ha permitido que Javadi, antes de entregarse, asesinara brutalmente a su antigua esposa y a su nueva nuera).        

 

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La hoja de servicios (con sus SPOILERS): Toma su título este 3x07 de un poema crepuscular de T.S. Eliot cuyo anciano protagonista describe la Europa devastada por la Gran Guerra lo mismo que su cuerpo y espíritu atenazados por los efectos de la edad. Es, precisamente, la situación en la que se encuentra Saul Berenson, superviviente de una CIA diezmada por un brutal ataque terrorista, espía amigo de la distancia corta en un momento en el que priman las ejecuciones vía satélite, hombre alejado de su esposa por más que compartan casa (en este capítulo, de paso, ella certifica la infidelidad anteriormente solo intuida). Pero Saul no se limita a lamentarse, no: Saul tiene un plan por encima del que ya le conocíamos. Y ese meta-plan consiste en liberar a Javadi para convertirlo en su topo en el seno del gobierno iraní, una jugada que, a su juicio, podría interrumpir el círculo vicioso de ojos y dientes que son arrancados en venganza por los ojos y dientes arrancados previamente, al punto de alterar por completo el escenario político de Oriente Medio. Es una idea magnífica, llena de lirismo en lo personal, que recupera la mejor faceta moral del personaje. Así que cabe lamentar sobremanera la falta de chispa en su plasmación, la blandura de su enfrentamiento con “El Mago” en la sala de interrogatorios, su hybris (en el mejor de los casos) cuando se regodea en los detalles del asunto ante el senador Lockhart.

 

Y no resultó la única subtrama necesitada de una mayor (y mejor) cocción. Quinn está pidiendo a gritos que alguien profundice en su trauma (Carrie, siempre a la suya, se negó a hacerlo al final del episodio, y la amarga reacción del agente nos llegó al alma: “Sure, Carrie. Whatever you need”). Fara protagonizó una muy barata concesión al suspense cuando amagó con pasarse los planes de Saul por el hiyab (sí, ella también) clavándole unas tijeras a Javadi. Y, volviendo a la rubia bipolar y ahora embarazada, su pregunta final al iraní no sólo contradijo lo que ella misma había sentado unos minutos atrás, que el tipo se dedica a jugar con las personas y no hay que morder sus anzuelos, sino que volvió a abrir la bastante gastada veta de la culpabilidad de Brody (por lo menos, pinta que su búsqueda del responsable de colocar el coche-bomba de Langley provocará el regreso de Martin Donovan). Una vez más, cada personaje hace la guerra por su cuenta, la buena idea (insisto, mediocremente plasmada) de Saul no logra reunirlos a todos bajo un manto coherente y “Homeland” avanza otro paso (y van siete) sin alcanzar una mínima unidad de sentido (esa duda, temor, incógnita capaz de clavar al espectador frente a su pantalla plana).

 

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La medalla al valor: No hace falta ser fan de “Homicide” y “The Wire” para celebrar la intervención de Clark Johnson (el detective Meldrick Lewis de la primera y el editor Gus Haynes de la quinta temporada de la segunda) como el investigador que interroga a Quinn en relación con los asesinatos cometidos por Javadi, que el agente está dispuesto a asumir para dar tiempo al iraní de que abandone el país. “I’m just trying to understand this shit that you people do”, monologa Johnson indignado, y sus palabras expresan la incomprensión del ciudadano de a pie frente a aquellas cuestiones de “seguridad nacional” que tanto lo superan (para el caso, un doble asesinato cuyo culpable se irá de rositas), pero también expresan una duda trágica: “You fucking people… Have you ever done anything but make things worse?”. Y aplaudimos esa acusación, bastante explícita, por compartirla respecto a quienes deciden sobre nuestras vidas y porque bien se la podríamos haber dirigido nosotros mismos, en más de una ocasión, a los guionistas de esta tercera temporada.    

 

La mención deshonrosa: No parece haber fines paródicos en su presentación, así que optaremos por pensar que la cúpula de la inteligencia norteamericana (Saul, su mano derecha y su inminente sucesor) se halla integrada por una panda de cuñaos. El primero, tras remarcar la importancia de que la presencia de Javadi en Estados Unidos (por no hablar de sus crímenes) pase desapercibida hasta que este haya tomado el avión de regreso a Irán, tarda media pregunta en revelarle hasta su marca de calzoncillos a su principal enemigo. El segundo transita entre la afinidad hacia uno y otro cual Canijo de “Érase una vez… el hombre” (cuán lamentable, para ambos personajes, la escena en que Dar le sirve un whisky celebratorio a Saul). Y el tercero se deja encerrar en una sala sin teléfono (y, entendemos, sin llevar encima su móvil) tras una ridícula pataleta a la voz de “¡Al presidente vais!”.

 

Milo J. Krmpotic’

Milo J. Krmpotic’ debe su apellido a una herencia croata, lo más parecido en términos eslavos a una tortura china. Nacido en Barcelona en 1974, ha publicado contra todo pronóstico las novelas “Sorbed mi sexo” (Caballo de Troya, 2005), “Las tres balas de Boris Bardin” (Caballo de Troya, 2010), “Historia de una gárgola” (Seix Barral, 2012) y "El murmullo" (Pez de Plata, 2014), y es autor de otras tres obras juveniles. Fue redactor jefe de la revista Qué Leer entre 2008 y 2015, y ejerce ahora como subdirector del portal Librújula. Su firma ha aparecido también en medios como Diari Avui, Fotogramas, Go Mag, EnBarcelona, las secciones literarias del Anuari de Enciclopèdia Catalana

 

milo@blisstopic.com