Homeland 03x04

Temporada 3, capítulo 4: "Game On"

6,5

Milo J Krmpotic'

Recapitulemos: Hombre, claro, ¿dónde iba a estar el tipo más buscado de las barras y estrellas, el responsable del ataque terrorista que asesinó a 219 personas devastando el cuartel general de la CIA? Pues en Venezuela (y, teniendo en cuenta la conexión iraní del atentado, sólo falta una línea norcoreana para sumar las tres cabezas de la hidra que protagoniza a día de hoy la paranoia internacional norteamericana). En efecto, en Caracas ha aparecido Brody, tiroteado por el ejército colombiano, salvado in extremis por la banda criminal de El Niño, quien le debía una a Carrie. Mientras el excongresista se recupera de sus heridas y descubre que su benefactor es también su carcelero, pues la recompensa de diez millones de dólares que se ofrece por su cabeza le impide abandonar el rascacielos-gueto donde se encuentra, la agente se mantiene confinada en una institución psiquiátrica después de haber intentado responder a la traición de Saul contándole toda la verdad y nada más que la verdad a una periodista. Abandonada por su familia (“mejor una habitación de paredes acolchadas que un balazo en la frente”, les han hecho pensar) lo mismo que por la Agencia, Carrie recibe la visita de un misterioso abogado…   

La hoja de servicios (con sus SPOILERS): Lo decíamos en nuestro análisis del capítulo anterior: “O comienza a pasar algo o aquí se disparan todas las alarmas”. Y lo decíamos, además, poco después de rescatar la cita entre Carrie y el abogado como único hilo del que cabía tirar a fin de que sucedieran cosas nuevas en la línea argumental de la agente bipolar. Pues bien, ese algo pasó, lo hizo a partir de esa misma veta y (no vayan a creer que nos las damos de listos) logró, de paso, que nos tragáramos nuestras protestas por la flagrante incoherencia de actitudes como la que la había llevado a buscar la ayuda de la prensa en su “enfrentamiento” con Saul (a la vez, desde la perspectiva de este capítulo, cabe preguntarse por la lógica de ese final del 3x02 que tanto celebramos en su momento: la visita de Saul al hospital flirtea ahora mismo con el faux pas).

Un par de constataciones al respecto: 1) Brody ha vuelto a desaparecer (sí, lo sabemos drogado en una celda de la Torre de David, pero no deja de resultar una maniobra un tanto rastrera, tratándose de un personaje tan principal, para mantenerlo “congelado” en espera del momento en que vuelva a interesar su participación); y 2) de golpe y volantazo guionista, Carrie ha sumado sobre su rubia cabeza algunas de las cualidades que más nos atrajeron hacia el exprisionero de guerra: su carácter de agente encubierto, el ignorar cuándo está siendo sincero y cuándo está siguiendo una agenda oculta, el conflicto entre sus emociones personales y el plan general del que forma parte.

Que desconfiemos del carácter unidimensional de Carrie es lo mejor que le podía pasar a una serie que, como Tino Pertierra no se cansa de recordarnos, tiene a Claire Danes como productora ejecutiva. Que tal proceso haya alumbrado la participación del gran Martin Donovan, actor fetiche de Hal Hartley, es otra buena noticia (y, de no ser por la secuencia final, su aterradora defensa del “ojo por ojo” iraní –“I’m a professional, I’m paid to make arguments, not wave a flag”- hubiera representado sin duda alguna el punto álgido del episodio). Pero el hecho de que la temporada haya cobrado por fin un objetivo no nos puede llevar a obviar los cadáveres que han quedado sembrados por el camino. “Homeland” ha recuperado nuestro interés, sí, pero nos reservamos, de momento, la carta de la confianza.                                

La medalla al valor: Frente a los azares y fuerzas ajenas a nuestro control que amenazan el paso de todo hijo de vecino por este mundo (uno, por ejemplo, decide cierta mañana subir a desayunar al Windows on the World y ve cómo se le estampa un avión comercial en los morros), nos encanta que la ficción ate (y, además, con un sentido general tirando a positivo) lo que hasta un minuto antes se nos había antojado deslavazado y carente de lógica. Se le pueden poner muchos peros al reencuentro final entre Saul y Carrie (por ejemplo, que a él le fallaran las piernas al verla en su casa, circunstancia que visto lo visto no debería haberle sorprendido de esa manera), pero celebramos que el personaje del barbudo director de la CIA recuperara su mejor versión moral y se revelara, además, como gran maestro en esa lucha contra el terrorismo internacional que tiene mucho de partida de ajedrez.      

La mención deshonrosa: En un capítulo tan marcado por su giro final, los descubrimientos que fuimos realizando acerca de Leo, el novio-compañero de fuga de Dana, cobraron tintes de cortina de humo en exceso dramática: si pensábamos que el muchacho estaba en tratamiento por intento de suicidio, aquí supimos que el suicida fue su hermano y, poco después, a fin de que participemos del tembleque de Jessica Brody, descubrimos que él fue quien apretó el gatillo en una suerte de pacto homicida (cabe reconocer, eso sí, que la siguiente secuencia protagonizada por la pareja adolescente, cuando despiertan de la siesta vespertina en el coche, logró ponernos el vello de punta al suspirar ella “I never want to go back” y responder él con un “The we don’t have to” cargado de doble sentido).