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David Simon

¡Que se joda el espectador casual! 

 

Sergi de Diego

 

David Simon, autor de la mítica serie “The Wire”, o de las también celebradas “Treme”, “Generation Kill” o “Show me a Hero”, todas ellas para HBO, estuvo en el teatro del CCCB de Barcelona, inaugurando la tercera edición del festival Serielizados (Festival Internacional de Series de Barcelona) en una charla junto al periodista Toni García Ramón.

 

NO ES TELEVISIÓN, ES HBO

Cuando un avispado publicista dio con este afortunado mensaje bíblico, simbólico eslogan y punto de inflexión en la historia de la ficción televisiva, la Tercera edad de oro de la TV, seguramente pensaba en los dos nombres propios que habían posibilitado ese salto cualitativo y revolucionario en la cronología catódica para que la “caja tonta” pasara a ser inteligente (al menos por momentos): ellos eran David Chase con su magnífica “Los Soprano” y, claro está, David Simon y “The Wire”, quienes habían dado con la piedra filosofal: no abandonemos más a las grandes historias.

 

 

A falta del primero, el segundo y más venerado David Simon (1960) inauguraba por todo lo alto y en mayúsculas la tercera edición de Serielizados, Festival Internacional de Series de Barcelona, con una charla junto al periodista Toni García Román en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona. El norteamericano, protagonista autorial ya mítico del universo teleserial gracias a la cruda belleza de las cinco temporadas de "The Wire", primero periodista y luego guionista y productor televisivo (showrunner, si no lo ha sido siempre todo a la vez, como ya aventuraban sus crónicas preclaras “Homicidio” y “La esquina”, ésta última coescrita junto Ed Burns, y publicadas por la Editorial Principal de los Libros), daría una lección de socarronería y sencillez en el teatro.

 

Como entradilla previa, perfecto prolegómeno a la charla o conferencia o contienda repleta de spoilers que ambos mantendrían (¿quién puede odiar un spoiler a estas alturas de la obra?), se proyectó en la pantalla gigante de la sala una de las más clásicas e históricas introducciones de “The Wire”, perteneciente al s01e04 (mantengamos la tipografía pirata), en la que los detectives Jimmy McNulty y Bunk Moreland llegan a la escena de un crimen en la que, en tan sólo cuatro minutos y medio y analizando pormenorizadamente la información de la que disponen, así como el encuadre y espacio, continente y contenido, lograrán hallar el casquillo que facilitará la detección del homicida, a partir de la reconstrucción imaginaria del recorrido de una bala.

  

 

Una escena que pondría los pelos de punta a Sherlock Holmes, y en la que el lenguaje se reduce a la mirada y a la función polisémica que en Baltimore (como en New Jersey para la familia Soprano, o como en Barcelona, o en tantos otros lugares), tienen dos palabras: fuck y motherfucker.

 

Si sólo la escena ya emocionó a los asistentes, la entrada de Simon desató la triunfal admiración que el público profesa por un autor más complejo de lo que aparenta. Es una ovación agradecida que fue despachada con elegante comicidad por un bon vivant, un enfant terrible, un travieso de los grandes eventos: si una de sus principales condiciones para asistir al festival era disponer de una reserva en El celler de Can Roca, no tuvo menor protagonismo la botella de vino tinto Las uvas de la ira (inmejorable nombre para el acto) de El Real de San Vicente, en ningún caso mero acompañamiento para los participantes, sino más bien estímulo para las palabras. La botella se acabó y fue entonces, en ese final, cuando David Simon soltó lapidario "En Baltimore nadie se emborracha con vino".

 

 

LA VERDAD SIEMPRE ESTÁ EN CUALQUIER ESQUINA REPENTINA

A pesar del vino y del calor etílico, a pesar de la primera y directa pregunta (“Por qué mataste a Sobotka?”), no hubo cuestión capaz de destemplar a Simon, quien sin rehuir ningún tema, habló de lo que quiso. Matar a Sobotka, como matar a otros personajes forma parte del trabajo de David Simon, quien justificó que en el drama existen múltiples y excelentes razones para matar a gente, pero mediante una violencia que siempre signifique y aporte algo, que guíe un discurso, que provoque movimiento en la historia, en la escena, que no sea innecesaria o inútil. Jamás puede existir provocación sin sentido. “Eso es lo que Shakespeare hacía”.

 

En ese desnudo equilibrista se moverá "The Deuce", la nueva ficción que prepara para HBO con James Franco entre el elenco de actores, y en la que se narrarán los orígenes de la industria pornográfica en el Nueva York de los años 70, un momento revolucionario para David Simon, al igual que lo son ahora los smartphones: la revolución cabe en un bolsillo, pero cuidado, advierte, toda la información que mediante ellos se comparte no puede ser considerada tráfico de noticias ni periodismo. Su afirmación es rotunda: el periodismo ciudadano no es periodismo profesional: “Es otra cosa”.

 

Los periódicos perdieron el control y la calma con la llegada de internet, de las redes sociales, de la información masiva. Esto jamás será, en opinión de Simon, periodismo, quien defiende que por las noticias el usuario deba pagar y que en relación al papel capital y de servicio público que el periodismo ha de jugar, su verdadera preocupación no se encuentra en el periódico per se, sino en el laboratorio, en la llamada cocina de noticias: “I care about the newsroom, not about the newspaper”.

 

Aparentemente socarrón, sí (un poco a la Woody Allen despachó rápido la tesis de por qué tienen más éxito sus obras en Europa que en Estados unidos: “Allí tendemos a estar concentrados muy poco rato”), en uno de los intentos de desviar la charla hacia el terreno extraserial, dada la conocida aversión que siente David Simon hacia los candidatos republicanos Ted Cruz y Donald Trump, nos quedamos con las ganas de conocer si su apoyo es explícito hacia Bernie Sanders o Hillary Clinton. Su indefinición en la respuesta (la pregunta quedó sin responder, pues es algo que considera íntimo y secreto) debe enmarcarse en las mismas directrices que entrelazan todas sus obras, nexos comunes: lo importante es poder narrar la historia sucedida, las ideas, los hechos, de forma coral, por eso en sus trabajos la importancia recae más en los escritores que en los directores.

 

 

Existe una gran amistad entre él y Ed Burns, amistad que siempre entra en un hiatus indefinido al finalizar alguna de sus colaboraciones, pasando dos o tres meses sin saber el uno del otro, como en un proceso de desintoxicación mutuo, hasta que empiezan a llegar las reseñas (“las reseñas siempre llegan tarde, porque nadie ve mis series”) y es entonces cuando retoman el contacto como si nada hubiera pasado: “Oye, ¿has visto lo que han escrito por ahí?”. David Simon siente a la vez un gran respeto por el trabajo y la competitividad con la que asumen sus roles el resto de escritores con los que trabaja, algo así como un superequipo formado por Dennis Lehane o Richard Price, entre otros. Piensa en "Clockers", dirigida por Spike Lee, o en "La Hoguera de las Vanidades", novela de Tom Wolfe, como referentes creativos a la hora de pensar cómo narrar una ciudad.

 

Preguntado por enésima vez sobre la frase que se le atribuye ("Que se joda el espectador medio"), Simon explicó que en realidad él jamás dijo aquello, sino que su frase exacta fue "Fuck de the casual viewer!". Él crea una serie para ser leída de  principio a fin por el espectador, necesita crear un vínculo especial con él, llegar a un buen trato para ambos. Y eso ha sido así en todos sus trabajos, los cuales, por cierto, no considera trabajos periodísticos ni siquiera periodismo (irónico, afirma que "Es demasiado caro como para ser considerado periodismo").  Y prosigue: "Los programas de televisión fracasan cuando intentan dar a la audiencia lo que la audiencia cree que quiere, pero la audiencia siempre quiere los postres sin saber que en realidad, tiene que comer verdura."

 

David Simon volvió a recordar cómo de interesado está en los sucesos relacionados con los refugiados sirianos, con la Guerra Civil española (y su aparente interés en rodar algo sobre ella), y volviendo a los múltiples Sobotka's, personajes que han encontrado el fin de sus días en sus series, comentó cómo a los actores no se les explicaba jamás si iban a morir para no condicionar su papel. Necesitaban plena naturalidad en su trabajo.

 

La misma naturalidad con la que contestó que siempre habían sido terribles escribiendo sexo (en “The Wire” básicamente son escenas protagonizadas por Mcnulty borracho, por lo tanto, mal sexo). Tener actores practicando el sexo por el set no es lo más agradable que se puede encontrar, no es que sean muy buenas noticias, comentó a carcajadas el escritor televisivo, mientas se agotaba la botella de vino, "Las uvas de la ira", y volvía a repetir: "En Baltimore la gente no se emborracha con vino...".

 

En el Hall del teatre del CCCB, ya después del vino, un trío tocaba piezas de jazz de New Orleans, eternas como la banda del “Titanic”, relacionadas con su serie “Treme”. La historia siempre flota con David Simon: hay muchos lugares como Baltimore en el mundo, y él está ahí para narrarlos.

 

 

 

Sergi de Diego

Melómano compulsivo y urbanita adicto a YouTube. Ha escrito “E-mails para Roland Emmerich” (Honolulu Books, 2012) pensando en J. G. Ballard y los próximos cinco minutos. Sus películas favoritas son “Annie Hall”, “Mulholland Drive” y “Tiburón”. Padece ataques de nostalgia al recordar “Los 4 Fantásticos” de John Byrne. Le gusta repetir que “El final del verano es el principio de los conciertos”. Forma parte del colectivo DJ The Lokos. Es fan de Roy Orbison y Sonic Youth. Lo puedes encontrar en su blog, Interferncia Sónica

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