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Fargo 2x04-05

"Fear and Trembling” / “The Gift of the Magi"

9,3

 

Milo J Krmpotic'

 

Complete el enunciado “La vida es una broma…” con alguna de las siguientes opciones:

  1. …y luego te mueres.
  2. …que acaba por matarte.
  3. …porque la muerte aguarda indefectiblemente hasta al más pintado y tiene un sentido del humor tirando a cochino.
  4. Todas las anteriores.
  5. Ninguna de las anteriores.
  6. Silencio

A fin de no incurrir en spoilers evitaremos ofrecer la solución al ejercicio, pero sepa que por el mero hecho de haberlo realizado puede acceder desde ya a la siguiente fase de esta reseña. Y es que, como en la vida, amigo, lo importante es participar.

 

Sí, el lema del primer capítulo –“Waiting for Dutch”– me descolocó un poco, pero descubrir al autor al que tan ensimismadamente lee Noreen (Emily Haine) ha despejado el enigma. Allí donde “Fargo T1” debía sus títulos a alegorías budistas, “Fargo T2” está tirando de clásicos de las letras universales, con cierta querencia hacia el pesimismo existencialista, el absurdo y una ironía… ¿paliativa, quizá? Así, “Before the Law” remitía a Kafka y “The Myth of Sysiphus” apuntaba a Camus, mientras que “Fear and Trembling” le guiñaba el ojo a Kierkegaard y “The Gift of the Magi” se ha acabado abrazando a O. Henry, autor de finales del XIX cuya amable ingenuidad le iría que ni pintada al matrimonio Blomquist… si ella no fuera atropellando a gente por ahí y él dejara de convertir a sus víctimas en picadillo.

 

Pero, como dijo el carnicero, vayamos por partes. Como en 2x01, una inexistente película de Ronald Reagan dio pie a un 2x04 donde las maniobras subterráneas de Dodd Gerhardt (Jeffrey Donovan) y la mentalidad “todo o nada” de la mafia de Kansas City condujeron a las primeras escaramuzas de la guerra. Un enfrentamiento que, por cierto, de nuevo va a remedar un conflicto social propio de los 1970-80: la caída en desgracia de los negocios familiares ante la hostil irrupción de las grandes corporaciones. Algo más allá, mientras Ed y Peggy Blomquist seguían deleitándonos con su constante desencuentro (ella escondiendo las pastillas anticonceptivas mientras él no deja de hablar de sus futuros hijos, él viéndose obligado a estrellar en dos ocasiones el coche contra el árbol ante la –intuimos– exasperada mirada de ella), los Solverson vivían en carne propia la crueldad de la medicina moderna (las pastillas que ella toma contra el cáncer podrían ser un tratamiento experimental y podrían ser simplemente un placebo, cosa de los estudios controlados a que debe someterse cada nuevo medicamento). Y será precisamente la parte masculina de la segunda pareja quien pinche el globo de la primera con un memorable diálogo acerca de las miradas de los soldados heridos en Vietnam.

 

 

Una semana más tarde, de tanto mentar al Diablo (Suicidal Tendencies dixit) éste se presentó bajo los rasgos del mismísimo Bruce Campbell para llevar a las lágrimas a Karl Weathers (Nick Offerman) con sus promesas de recuperación de los valores y grandeza nacionales (cualquier parecido con el aquí y ahora del Partido Republicano sin duda debe ser casual). Y, por montado en paralelo con la secuencia de la escabechina en el bosque (donde política y crimen organizado se las prometían muy felices en su inminente asociación hasta que la primera gran batalla de la guerra les cayó encima), ese inicio de 2x05 remitió gozosamente al legendario final de “El Padrino”. Un rato más tarde, el encuentro entre Reagan y Lou Solverson en los servicios representó la puntilla, tanto gracias al delirio del futuro presidente como a la pregunta que todo político debería verse obligado a responder al menos una vez por campaña: “Ya, pero… ¿cómo?”. Y, junto a las ohenriadas de los Blomquist, lo que con una masacre comenzó, con otra masacre terminó, aunque más bien deberíamos hablar en términos de “carnicería en la carnicería”. La secuencia volvió a ser como para aplaudir con las orejas (si es que los Gerhardt no han seguido rebanándolas), pero no puedo dejar de lamentarla: Noreen parecía más que dispuesta a renunciar al existencialismo de Camus tras conocer al bueno y lisiado y vengativo de Charlie Gerhardt (Allan Dobrescu).

 

Ah, y no podemos dejar de mentar el tema de los ov…

 

Bonus tracks:

* Médico: “No, no es una guerra contra usted, es una guerra contra su cuerpo”. Y la sonrisa congelada de Betsy Solverson.

* También Hanzee Dent (Zahn McClarnon) estuvo en Nam, donde, en su calidad de nativo norteamericano, le tocó bailar con la más fea: “¡Mandad al indio!”.

* Echaré de menos a Joe Bulo (Brad Garrett). Y a uno de los hermanos Kitchen, no sé cuál, tanto da el que fuera.

* Milligan a Simone Gerhardt: “En tu mente, ¿tú y yo qué somos? ¿Romeo y Julieta?”. Porque al padre no lo eligió, pero la verdad es que la chica se los busca.

* Pero sí, yo quería hablar de los ov…

 

Milo J. Krmpotic’

Milo J. Krmpotic’ debe su apellido a una herencia croata, lo más parecido en términos eslavos a una tortura china. Nacido en Barcelona en 1974, ha publicado contra todo pronóstico las novelas “Sorbed mi sexo” (Caballo de Troya, 2005), “Las tres balas de Boris Bardin” (Caballo de Troya, 2010), “Historia de una gárgola” (Seix Barral, 2012) y "El murmullo" (Pez de Plata, 2014), y es autor de otras tres obras juveniles. Fue redactor jefe de la revista Qué Leer entre 2008 y 2015, y ejerce ahora como subdirector del portal Librújula. Su firma ha aparecido también en medios como Diari Avui, Fotogramas, Go Mag, EnBarcelona, las secciones literarias del Anuari de Enciclopèdia Catalana

 

milo@blisstopic.com