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Fargo 2x02-03

“Before the Law” / “The Myth of Sisyphus”

9,1

 

Milo J Krmpotic'

 

A diferencia de nuestras anteriores visitas al pueblo más encantadoramente sangriento de Dakota del Norte (que es como Dakota del Sur pero sin monte Rushmore), tanto la fílmica y original como la televisiva en su primera ronda, este nuevo “Fargo” que se ha sacado de la manga Noah Hawley, director incluso del segundo capítulo, ha decidido hundir las raíces de su violencia no solo en la codicia y estulticia humanas, que también, sino en el contexto socio-político de los Estados Unidos de finales de los 1970, hijos de la inmoralidad política de Nixon y de la obscenidad bélica de Vietnam, padres a su vez de la barra libre económica que sobrevendrá con la llegada de Ronald Reagan a la presidencia.

 

Lo intuimos cuando Hank Larsson (Ted Danson) le dice a Lou Solverson (Patrick Wilson) que tiene la sensación de que los veteranos del sudeste asiático se trajeron la guerra con ellos al volver a casa. Lo constatamos cuando, durante su tenso encuentro con Solverson en la tienda de máquinas de escribir, Mike Milligan (un inmenso Bokeem Woodbine) cita en un par de ocasiones a (e incluso imita la pose de) Tricky Dicky. Y lo damos por enviado y certificado cada vez que los gánsters de Kansas City se refieren a su sindicato del crimen como un “mercado” con capacidad de decidir sobre la (mala) vida y (mucha) muerte de quienes se cruzan en sus planes de expansión.

 

 

Tales llamadas al Zeitgeist setentero hacen crecer una propuesta que ha buscado una mayor austeridad en su apartado criminal, dueño de un poderoso aroma a Western cada vez que pasamos por el rancho de la familia Gerhardt o que el trío compuesto por Milligan y los hermanos Kitchen se cruza con algún agente de la ley, y que ha renunciado a los hilos religiosos y simbólicos de la temporada anterior para abrazar un delirio de fondo que aquí se traduce en un punto de fuga al rodaje de una película de cowboys (¡!) protagonizada por Reagan (¡¡!!) y allí ampara una línea argumental dedicada al fenómeno ovni (¡¡¡!!!), con una nueva aparición de los platillos volantes en 2x02 y, por no cargar tampoco las tintas espaciales, una conversación dedicada a los mismos en 2x03. Que tamaño mejunje no sólo se esté sosteniendo en pie, sino que logre además entusiasmar, da fe de cuán trabajadas y asentadas en la lógica interna de la narración resultan sus salidas de tono.

 

Pero regresemos a las partes más criminales del asunto. Frente al gesto seco y brutal de la familia Gerhardt, liderada por una Jean Smart capaz de imponer un rotundo respeto maternal, es en el matrimonio Blomquist (Kirsten Dunst y Jesse Plemos) en quienes principalmente recae la herencia espiritual de los hermanos Coen. Su delirante peripecia, coronada con los ataques de culpa y las tentaciones de autoafirmación (lésbica) a que ella debe hacer frente, genera no pocas situaciones de enredo dentro de un alivio cómico no exento de suspense y humor negro (el dedo cercenado que se va a colar por debajo de la puerta interior de la carnicería). Y todo el fingimiento que ello comporta cobra matices trágicos a la que lo contrastamos con ese ambiente de calma previa a la tempestad que reina en el otro domicilio al que tenemos acceso, el de los Solverson, habida cuenta el duro presente (y pinta que poco halagüeño futuro) de la mater familias.

 

 

Durante su visita de un día a Fargo, Lou Solverson mantiene una charla a vueltas, de nuevo, con su experiencia vietnamita. Tanto la guerra como la situación a la que debe enfrentarse, el choque entre la mafia de Kansas City y los Gerhardt bajo la sombra danzante de una jueza muerta, remiten a su interlocutor a la expresión “fubar”, acrónimo de “Fucked Up Beyond All Recognition”. Pues bien, en esas anda la trama y en sus antípodas se encuentra el perfil de una serie que entretiene, seduce y, contra todo pronóstico, continúa sorprendiendo.

 

Bonus tracks:

* Ignoro quién se encarga de la asesoría musical, pero la elección de canciones para la banda sonora es una auténtica delicia, a menudo cargada de metasignificado.

* El killer de Woodbine resultará menos diabólico que el de Billy Bob Thornton, pero esa humanidad, esa sonrisa XL que se desvanece en medio segundo cuando las cosas se ponen serias, lo vuelve igualmente aterrador.

* Aunque sin excesos, sin el magnetismo de Keith Carradine, Patrick Wilson cumple con creces.

* “Oso” Gerhardt tiene roto el brazo izquierdo mientras que su hijo está lisiado del derecho. Constato, simplemente.

 

Milo J. Krmpotic’

Milo J. Krmpotic’ debe su apellido a una herencia croata, lo más parecido en términos eslavos a una tortura china. Nacido en Barcelona en 1974, ha publicado contra todo pronóstico las novelas “Sorbed mi sexo” (Caballo de Troya, 2005), “Las tres balas de Boris Bardin” (Caballo de Troya, 2010), “Historia de una gárgola” (Seix Barral, 2012) y "El murmullo" (Pez de Plata, 2014), y es autor de otras tres obras juveniles. Fue redactor jefe de la revista Qué Leer entre 2008 y 2015, y ejerce ahora como subdirector del portal Librújula. Su firma ha aparecido también en medios como Diari Avui, Fotogramas, Go Mag, EnBarcelona, las secciones literarias del Anuari de Enciclopèdia Catalana

 

milo@blisstopic.com