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Show Me a Hero 1-2

Ten cuidado con lo que deseas...

8,8

 

Milo J Krmpotic'

 

Al final del segundo episodio de esta miniserie destinada a amargarnos lo que queda de verano, el recién elegido alcalde Nick Wasicsko (excelente Oscar Isaac) se ve obligado a atender una llamada telefónica en el ayuntamiento ante la súbita desaparición de sus secretarias. Al otro lado de la línea se encuentra Mary Dorman (Catherine Keener), a quien Wasicsko hizo expulsar del tumultuoso pleno de la noche anterior. Y la conversación que mantienen, plagada de silencios embarazosos, va a alumbrar un inesperado estallido de alivio emocional a los cincuenta tensos minutos precedentes: aunque el acuerdo entre ambos resulta casi imposible, su tanteo en busca de una confluencia periférica representa una hermosa tregua y demuestra que no solo de insultos y bajos instintos vive el hombre.

 

Allí donde “The Wire” (imposible comentar cualquier trabajo de David Simon sin mentar su ópera magna) partía de lo particular para acabar componiendo un fresco de la práctica totalidad de los Estados Unidos recientes, comenzando por el tráfico de drogas en los guetos y acabando con un Quinto Poder abocado al desastre, “Show Me a Hero” toma el camino opuesto en más de un sentido. Es la aplicación de la ley, ese absoluto, lo que va a dar significación a cada uno de los personajes individualmente. Pero, además, se trata de una ley idealizada, que aspira a la justicia social, quizá por tanto irreal, tan llena de buena voluntad como malos, pésimos, pinta que serán sus efectos sobre las personas.

 

Corre 1987 y estamos en Yonkers, Nueva York, una ciudad de clase media (esto es, blanca) cuyos responsables andan a la greña contra la decisión del juez Leonard B. Sand (un muy medido Bob Balaban) de obligar a la construcción de hasta mil viviendas para familias sin recursos (esto es, afro y latinoamericanas). El proyecto cuenta con el rechazo incondicional de la población, pero las multas por no cumplirlo podrían abocar a la ciudad a la bancarrota en apenas tres semanas. Aprovechando que el actual alcalde, Angelo Martinelli (James Belushi), no está de acuerdo en embarcarse en una sucesión de apelaciones, el expolicía Wasicsko le arrebata el puesto y se convierte a los 27 años en el administrador municipal más joven de todo el país. No obstante, pronto comprobará que se halla ante un callejón sin salida y la conversión al pragmatismo de su antecesor lo situará en el punto de mira de unos vecinos que temen por la seguridad de sus calles y la devaluación de sus propiedades.

 

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A la vez, Simon y William F. Zorzi, coguionistas, nos van mostrando a los futuros receptores de las viviendas de protección oficial. Y es ese, quizá, el único apartado donde la serie cojea, y lo hace por buenista: todos los personajes de la parte baja de la clasificación, la sufrida madre dominicana y la enfermera afroamericana a punto de quedarse ciega, incluso el traficante de droga con problemas de asma, son presentados desde una óptica marcadamente positiva, lo que a su vez carga las tintas sobre ese populacho reaccionario y vociferante de Yonkers, tan capaz de convertir la cuestión en un asunto religioso (ligando a jueces y abogados con la religión judía) como de querer arreglarla con amenazas de muerte a los miembros del consejo municipal. En estos primeros dos episodios (HBO está emitiendo así la historia, en tres tandas dominicales de dos horas cada una), de momento, se ha echado a faltar la amoralidad de un Omar Little, cuando no la brutalidad criminal de un Avon Barksdale, frente a tanta nobleza de clase baja.

 

Bonus tracks:

* Hasta tres canciones de Bruce Springsteen han acompañado hasta ahora a Wasicsko, héroe trágico marca de la casa del Boss, pues parte de la ingenuidad y se encamina hacia el desastre (el epílogo así lo indica, también la cita de Scott Fitzgerald que da título a la serie) mientras el sueño americano se hace añicos a su alrededor.

* Precisamente el uso de uno de esos temas a modo de elipsis quizá sea el único pero que podamos ponerle a la labor realizadora de Paul Haggis, por lo demás elegante y sutil.

* ¿De verdad vestíamos así en los 1980? Señor…

* La fotografía de Andrij Parekh parece sacada de una vieja cinta de VHS: mismo nivel de acierto que “The Americans” en ese apartado.

* Y punto para la severa barba de Peter Riegert, tan cargada de connotaciones simbólicas.

* Wasicsko: “¿Cuándo comienza lo bueno en este trabajo?”.

* Hemos dicho Belushi, hemos dicho Balaban, hemos dicho Keener… pero el apartado de secundarios esconde otras agradables sorpresas, desde un grasiento Alfred Molina hasta una recuperada Winona Ryder, sin olvidar a viejos conocidos de la factoría Simon como Michael Potts.

 

Milo J. Krmpotic’

Milo J. Krmpotic’ debe su apellido a una herencia croata, lo más parecido en términos eslavos a una tortura china. Nacido en Barcelona en 1974, ha publicado contra todo pronóstico las novelas “Sorbed mi sexo” (Caballo de Troya, 2005), “Las tres balas de Boris Bardin” (Caballo de Troya, 2010), “Historia de una gárgola” (Seix Barral, 2012) y "El murmullo" (Pez de Plata, 2014), y es autor de otras tres obras juveniles. Fue redactor jefe de la revista Qué Leer entre 2008 y 2015, y ejerce ahora como subdirector del portal Librújula. Su firma ha aparecido también en medios como Diari Avui, Fotogramas, Go Mag, EnBarcelona, las secciones literarias del Anuari de Enciclopèdia Catalana

 

milo@blisstopic.com