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True Detective 02x02

Pizzolatto va en serio

8,5

 

Milo J Krmpotic'

 

Por el mostacho de Colin Farrell que cuesta un mundo realizar cualquier comentario sobre este 2x02 que no tenga como punto de partida su final. Un final de los que te dejan con las posaderas del revés, necesitado de que alguien te confirme que de veras has visto lo que crees que acabas de ver, elucubrando a la vez una sucesión de teorías sobre lo que va a representar para la serie de aquí en adelante. Porque, damas y caballeros (y estas cinco líneas de introducción –en documento de Word, fuente Calibri, tamaño 11– deberían haber transmitido ya lo monumental del spoiler en que estamos a punto de desembocar), tras dedicar el primer episodio a la presentación de los cuatro personajes principales, tras armar un segundo capítulo la mar de apañado en torno a los coletazos iniciales de la investigación y la (perversa) naturaleza de esa ciudad de Vinci que la alberga, ¡Pizzolatto se ha marcado un Hitchcock psicótico conel bueno/malo de Farrell como su Janet Leigh particular! Puesto que Velcoro debería ser el eslabón perdido entre McGyver y la Mujer Biónica para regresar de ese doble disparo de escopeta, el segundo a escasos centímetros del vientre, ese clímax debe necesariamente implicar, por mucho que nuestra incredulidad proteste, que donde decíamos póquer de protagonistas pasamos a decir trío, que Pizzolatto está dispuesto a pasarse las expectativas del respetable por el lado más irreverente de su mollera creativa y que, en definitiva, “TD 2” se suma desde ya a esa nómina de series más o menos legendarias por su capacidad para ejercer el arte del gambito con uno de sus protagonistas (la cosa representa un 2 en la escala George R.R. Martin, de acuerdo, pero la austeridad que la caracterizó me hizo pensar por un momento –y de veras espero no estar incurriendo en pecado de idolatría– en los más inesperados y dolorosos decesos de “The Wire”).

 

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“Night Finds You” era el lema y vaya si ha acabado encontrando a Velcoro, su rostro escondido además bajo una máscara de cuervo. Una hora antes, no obstante, era Semyon quien comenzaba por negociar con ella, sus fantasmas de infancia desatados por una mancha de humedad en el techo de la habitación que, a través de su cualidad rorschachiana, anticipó el carácter psicológico del episodio. Lynch siguió presente –latente, si se quiere–, sobre todo en los tonos industriales de la banda sonora, pero Hitch comenzó a asomar la papada tanto en la temática de recurrentes traumas paternos-filiales como en algún que otro guiño de realización (excelente el encadenado entre la dichosa mancha y las cuencas vacías de Caspare). Y es que el desencuentro familiar fue constante: la madre de Woodrugh (Lolita Davidovich) resulta tan peculiar –y erótica– que cuesta no relacionarla con los galopantes esfuerzos del muchacho por reprimir su homosexualidad; Velcoro se enfrentó a la pérdida de sus derechos de visita porque su hijo experimenta crisis de ansiedad en su compañía; Bezzerides destacó cómo, de los cinco críos que había en la comuna de Guerneville, dos se suicidaron, dos están en la cárcel y el quinto se ha hecho policía (aficionada al porno, añadiremos); incluso el alcalde de Vinci acabó lamentando que “los hijos son una decepción constante”. Mientras que Woodrugh y Bezzerides podrían disponer aún de cierto margen de salvación o cuando menos de maniobra, el nudo parecía apuntar al choque entre dos personajes en proceso de demolición: un Semyon arruinado económicamente y un Velcoro desahuciado en lo emotivo-familiar. Pero, como ya hemos visto, salvo sorpresa catedralicia que comprometería la credibilidad de la temporada al completo, ese paralelismo, esbozado en un nuevo encuentro en el bar donde Lera Lynn canta a todas horas, se ha roto en mil perdigonazos.

 

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No dejó de crecer, en cambio, un Vinci donde se dan cita los principales vicios de los Estados Unidos de George W. Bush (¿no es el segundo miembro de la saga presidencial texana, acaso, quien se abraza al alcalde de la ciudad en la foto que este tiene a la espalda mientras dialoga con Semyon?), por más que, en efecto, como se ha comentado, la trama urbanística anude uno de sus tentáculos en torno al “Chinatown” de Polanski, que si acaso era post-Nixon. Fíjense si Vinci será ejemplo del “1 por ciento” del país que sólo dispone de 95 residentes, mientras que “los otros”, en número de 70.000, acuden a ella a diario para alimentar con su sudor las fábricas y empresas de tratamiento de residuos que la han convertido en “un milagro económico dentro del Estado”. Y es esa condición la que precisamente hace que en torno al asesinato de Caspare vayan a confluir hasta tres intereses institucionales con sus correspondientes departamentos del Orden e investigadores, que se fueron entrelazando con efectivos montajes tan paralelos como fragmentados en lo cronológico. En esas, apareció un cuervo, Velcoro entonó el “Nevermore” y a saber cómo se reinventa Pizzolatto de cara a la semana que viene.  

 

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Bonus tracks:

* Es posible que el capítulo tuviera ciertos problemas de ritmo. Es posible que le sobraran planos aéreos. Y es posible que no acabara de prender del todo hasta su estallido final. Pero no fue sólo ahí donde encontró gloriosa redención, porque discurre la narración a tantos niveles (el simbólico, el de interrelaciones y paralelismos, el de homenajes e influencias, más las incógnitas de cuanto de hecho no se explica) que en casi todo momento le ofrece a uno más de lo que puede masticar.

* Velcoro, pragmático, durante su reunión con el alcalde: “¿Pero se supone que debo resolver el caso o no?”.

* Ese psicólogo tiene pinta de acabar dándonos alguna alegría, ¿no? Más madera mental, en cualquier caso, por más que los traumas de Caspare no tuvieran, de momento, origen en la relación con sus padres.

* Tuvo que hacer acto de presencia la exmujer de Velcoro para poner las cosas en claro: su punto de vista sobre los sucesos que siguieron a la violación invita a no confundir el machismo bíblico-patriarcal de un personaje con el espíritu de la serie toda. ¿O acaso alguien pretenderá que es Pizzolatto quien habla a través del detective cuando este clama que “tenía todo el derecho [a matarlo] según cualquier ley natural”?

* Sí regresa el Pizzolatto autorreferencial, en cambio, cuando el mismo Velcoro bromea: “Bueno, para que lo sepas yo apoyo el feminismo. Especialmente a través de mis problemas de imagen”.

* Bezzerides, durante la misma charla: “La principal diferencia entre los sexos es que uno de ellos puede asesinar al otro a mano limpia. Si un tío de cualquier tamaño me pone las manos encima, haré que se desangre en menos de un minuto”. Brutal, sí. Drástico, también. Pero se trata de una fémina que trabaja como policía en un país donde la violencia contra las mujeres da varias vueltas a cuanto hayamos podido conocer aquí, no lo olvidemos.

* Junto a la mujer de armas tomar, otras dos con sentido común: la ex de Velcoro le tacha de “mala persona”, mientras la pareja de Woodrugh le suelta un similar “tú no estás bien” antes de romper con él. Correcto: “True Detective” es una serie eminentemente masculina que se cuida de no mitificar o siquiera justificar las actitudes arbitrarias, rabiosas y seriamente (auto)destructivas de sus “héroes”. Su interés parcial, y el hecho de que este sea un interés crítico, no exhibe (o esconde) un menosprecio hacia el sexo bello, por más primordialmente débil que en ocasiones se presente.  

 

Milo J. Krmpotic’

Milo J. Krmpotic’ debe su apellido a una herencia croata, lo más parecido en términos eslavos a una tortura china. Nacido en Barcelona en 1974, ha publicado contra todo pronóstico las novelas “Sorbed mi sexo” (Caballo de Troya, 2005), “Las tres balas de Boris Bardin” (Caballo de Troya, 2010), “Historia de una gárgola” (Seix Barral, 2012) y "El murmullo" (Pez de Plata, 2014), y es autor de otras tres obras juveniles. Fue redactor jefe de la revista Qué Leer entre 2008 y 2015, y ejerce ahora como subdirector del portal Librújula. Su firma ha aparecido también en medios como Diari Avui, Fotogramas, Go Mag, EnBarcelona, las secciones literarias del Anuari de Enciclopèdia Catalana

 

milo@blisstopic.com