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Broadchurch 02x03

En casa del herrero...

7,9

 

Milo J. Krmpotic'

 

Retrospectivamente, como un padre que pagara los pecados de su hijo, este tercer episodio comenzó ensuciando nuestra consideración de su predecesor: fue tan rápida la resolución del secuestro de Claire Ripley a manos de Lee Ashworth, se mostró tan carente de lógica interna y externa, que tan sólo el prólogo bastó para revelar cuán débil y gratuito había resultado el cliffhanger de la última semana. A partir de ese momento, en cambio, todo fue mar plácida y brisa sobre los acantilados para un episodio empeñado en recuperar las mejores constantes vitales de la serie.

 

Buena culpa de ello la tuvo el deambular de Lee Ashworth, tan impredecible como omnipresente, por un Broadchurch que se ha convertido ya en su nuevo hogar, con todo lo que ello conlleva. Buscó trabajo, interpuso una queja en comisaría contra Hardy, encontró tiempo para sonreír perturbadoramente a una adolescente… y, en una decisión magistral tanto desde el punto de vista del personaje como en lo que a la labor del guionista se refiere, intentó autoeximirse del doble asesinato aportando los informes de su propia investigación y señalando (quizá un tanto desesperadamente) a otros dos posibles sospechosos.

 

La principal carga dramática del episodio recayó, no obstante, en Ellie Miller. Y Olivia Colman no hizo más que certificar su magistral variedad de registros: cómica cuando escoltó campo a través a una Beth Latimer que venía de romper aguas, frágil durante su conversación en el bar con Claire y la consiguiente borrachera, dolorosa mientras echaba una cana al aire, sorprendida e indignada al descubrir la nueva carta de la defensa de su marido cuando le tocó subir al estrado… De su mano, además, la propia Claire se convirtió en sospechosa del crimen de Sandbrook, maniobra ante la que sólo cabe aplaudir con las orejas.

 

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Hablando del juicio, si la semana pasada solicitábamos un ministerio fiscal más imponente, 2x03 nos ofreció exactamente lo contrario. Pero bien estuvo, ya que la exhibición de debilidades tuvo como escenario no la sala del tribunal y sí las esferas privadas de las dos partes que en ella se enfrentan. Así, mientras se supo que la abogada Sharon Bishop no ha podido impedir que su propio hijo se encuentre encerrado en un reformatorio, Jocelyn Knight nos reveló sus dificultades económicas, unas circunstancias familiares también tirando a problemáticas y, sobre todo, síntomas de lo que podría ser un inicio de senilidad o de algún tipo de enfermedad, con su salida de la carretera y posterior desvanecimiento en las escaleras como puntos culminantes.

 

En lo que a los Latimer respecta, mientras aguardamos a ver hacia dónde conduce la relación entre Mark y Tom Miller (sobre la que inteligentemente no se insistió en este capítulo más allá de la sugerencia), el nacimiento de la pequeña Lizzie permitió que abandonaran el inmovilismo en que se hallaban sumidos. Las lágrimas de Beth ante las palabras de bienvenida de su marido al bebé parecieron brotar tanto de la emoción del momento como de la constatación de que el tipo no acaba de tener los pies en el suelo. Y la actitud del propio Mark durante la visita del pastor dejó a las claras hasta qué punto distan las heridas de haber cicatrizado debidamente. Claro que cómo podrían haberlo hecho: esto es Broadchurch.

 

Bonus tracks:

* Fue un episodio tirando a nocturno y, por ello, de fotografía menos saturada que el anterior. Los planos de amanecer, además, transmitieron desde su belleza el pequeño respiro que experimentaban los personajes sobre sus respectivas cuitas.

* Tanto Bishop como Knight (es decir, “alfil” y “rey” en esta partida de ajedrez legal) se mostraron inclementes con sus respectivos ayudantes. Señal, en ambos casos, del malestar personal que atraviesan, pero también de sus diferentes percepciones sobre el caso: la inseguridad de la fiscal la lleva a demandar más dedicación tal y como le impide mostrar cualquier signo de debilidad, por mucho accidente de tráfico que haya sufrido, mientras que la abogada pareció rechazar las aportaciones de Abby Thompson por la frívola alegría con la que esta planteaba una táctica que no deja de resultar repulsiva.

Milo J. Krmpotic’

Milo J. Krmpotic’ debe su apellido a una herencia croata, lo más parecido en términos eslavos a una tortura china. Nacido en Barcelona en 1974, ha publicado contra todo pronóstico las novelas “Sorbed mi sexo” (Caballo de Troya, 2005), “Las tres balas de Boris Bardin” (Caballo de Troya, 2010), “Historia de una gárgola” (Seix Barral, 2012) y "El murmullo" (Pez de Plata, 2014), y es autor de otras tres obras juveniles. Fue redactor jefe de la revista Qué Leer entre 2008 y 2015, y ejerce ahora como subdirector del portal Librújula. Su firma ha aparecido también en medios como Diari Avui, Fotogramas, Go Mag, EnBarcelona, las secciones literarias del Anuari de Enciclopèdia Catalana

 

milo@blisstopic.com