American Horror Story 04x05
“Pink Cupcakes”
6,4
Llegamos al ecuador de la cuarta temporada con estos cupcakes rosas con los que Stanley, en connivencia con Maggie Esmeralda, pretende envenenar a algún fenómeno del circo para vender después su cuerpo embalsamado al Museo Americano de la Morbosidad. Y para ello deberá acercarse primero a la jefa de todo el cotarro, Elsa Mars. Como buen estafador profesional, Stanley sabe cómo embaucar a sus víctimas y utiliza el talón de Aquiles de la alemana, su vanidad y sus ganas de convertirse en una estrella. A tal efecto le promete el papel protagónico en un programa de televisión, pero Fraulein Elsa se niega en redondo, arguyendo que el formato televisivo no tiene ningún futuro, que castra el talento del cine y supone "la muerte del arte y la civilización". Resulta divertido oír esas palabras en boca de una Jessica Lange que vivió su época dorada como actriz de cine (no en vano es poseedora de dos Oscars) y que ahora despliega todo su talento precisamente en una serie de televisión.
Pero la cosa se tuerce cuando repite el numerito de "Life on Mars?", es entonces cuando el público (el que está en el circo y también el que está en el sofá de casa viendo la serie en el ordenador) se cansa de la escasez de recursos y empieza a abuchear. Por cierto, no será la única vez que oigamos a Bowie en este capítulo, también suena "Fame" en una escena con mucho groove. Visto lo visto, Stanley irá con la milonga del programa de televisión a las siamesas, por cuyo cuerpo podría sacarse un buen pico. Por un momento tememos haber presenciado la muerte de Bette y Dot (hasta vemos su torso metido en un tanque) pero todo resulta ser una fantasía del avieso timador.
Empezamos a extrañar la presencia del carismático Twisty (especialmente en Gijón) pero Dandy Mott, sin duda uno de los personajes más redondos de la serie, no está dispuesto a que decaiga su espíritu. En una de las escenas más violentas y explícitas de lo que llevamos de temporada, vemos cómo asesina a un joven con el único fin de saciar la sed de sangre que le demanda su nuevo rol como serial killer. Y no será precisamente su madre la que ponga freno al asunto de las muertes, para ella no son más que chiquilladas del niño, cosas de ricos.
A nivel general quizá se eche en falta algo más de coherencia interna en algunos puntos. Muchas son las series que hacen trampa prometiendo cosas que al final sólo sirven para epatar en el momento y que no se desarrollan jamás (¿he oído “Lost”?). En ese sentido, parecía que, después de lo visto en el segundo capítulo, tras la muerte de Meep, se iba a abrir una guerra sin cuartel entre Dell Toledo y Jimmy Darling, y, más allá de un par de miradas, todo sigue como si nada hubiera ocurrido. Eso sí, ahora la guerra ha estallado entre el forzudo y su pareja, conocedora al fin de su oscuro pasado.
También tenemos un aborto espontáneo por parte de Desiree "tres tetas" Dupree tras un escarceo con Jimmy y la obsesión de Dell Toledo con un efebo en un club gay. Todo ello en un capítulo de perfil bajo que sólo pisa el acelerador en el tramo final, con la escena gore protagonizada por Dandy y el intento de venta de las siamesas a Gloria Mott por parte de Elsa Mars. Seguiremos atentos.

Héctor Ortega
Héctor Ortega (Reus, 1979). De un modo u otro la música siempre ha estado presente en su vida. Quizá el primer recuerdo sea el de Horacio Pinchadiscos y Teresa Rabal sonando en el comedor de su casa. Más tarde ya llegaron los cassettes de Iron Maiden y Megadeth y algo después la primera guitarra clásica con la que simultanear las clases de solfeo con el aporreo torpe de los acordes de Nirvana. Y luego ya los primeros grupos en Reus y el posterior traslado a Barcelona. Una vez allí, a la labor de escuchar y de tocar se sumó la de escribir, ya fuera en el Fanzine Chuck Norris, en Muzikalia o en las páginas de Mondo Sonoro. Y así hasta nuestros días, donde compagina la labor de tocar en bajo en la banda Sons of Woods con la eterna búsqueda de esos discos que le sigan poniendo la piel de gallina.