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American Horror Story 04x02

Massacres and Matinees

6,8

 

Héctor Ortega

 

Parece ser que la paz en el circo de Elsa Mars es más frágil que la estabilidad mental de alguno de sus integrantes. Esta vez la tranquilidad hace aguas por dos sitios. Por una parte, la policía de Jupiter está dispuesta a llegar hasta el final en el caso de la desaparición de uno de sus agentes –descuartizado por los freaks tras haberse mofado de ellos, como vimos en el primer capítulo– e impone el toque de queda en todo el pueblo, obligando así a suspender las sesiones vespertinas del circo. Por otro lado, la llegada de dos nuevos fenómenos romperá definitivamente el statu quo dentro del grupo.

 

Dell Toledo (Michael Ciklis), el estupendo hombre forzudo, hace acto de presencia junto a su esposa, la hermafrodita y dueña de tres pechos Desiree Dupree (Angela Basset), huyendo de unos feos asuntos en Chicago y dispuesto a instalarse en el asentamiento. Dell es un viejo conocido de la barbuda Ethel Darling, no en vano es el padre de Jimmy,aunque el chico de las manos de langosta no fue precisamente un hijo deseado y estuvo a punto de matarlo antes de abandonarlos a ambos. Desde el mismo momento de su llegada será el único capaz de desafiar la autoridad de Elsa e imponer las sesiones matutinas en el circo.

 

Disgustado ante este nuevo escenario, en el que Toledo parece haber conquistado mucho terreno en muy poco tiempo, Jimmy urde un plan para llevárselo por delante. Pero la cosa le sale rana y finalmente será Meep the Geek, uno de los freaks más carismáticos (y que, al igual que Hodor, sólo sabe pronunciar su nombre) el que acabe con sus huesos primero en el calabozo y después en una bolsa para cadáveres, echando así por tierra las aspiraciones de Jimmy Darling de conseguir un trato igualitario para con los freaks y desatando una guerra interna que pronto presenciaremos.

 

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Como sucedió en el episodio anterior, el número musical es uno de los puntos álgidos. Con idéntica escenografía que la utilizada en el tema de Bowie, de momento el experimento funciona pero no deberían abusar del recurso si no quieren acabar por quemarlo. Esta vez es Dot, la siamesa malhumorada, la que se destapa como cantante extasiando a la concurrencia con el “Criminal” de Fiona Apple, canción de 1997 que pone en evidencia el tic posmoderno que Ryan Murphy parece haber adoptado esta temporada, muy a la manera de Baz Luhrmann.

 

Por su parte, Twisty, el payaso asesino, ha encontrado un nuevo aliado en la figura de Dandy Mott (Finn Wittrock), el excéntrico hijo de Gloria Mott (la encantadora Frances Conroy), mujer de la alta sociedad que desoye sistemáticamente las súplicas de su hijo de formar parte del mundo del espectáculo. Cansado y aburrido de la vida en la élite, Dandy ve una salida a sus más bajas pasiones convirtiéndose en compañero de fechorías del payaso. Un tándem que promete emociones fuertes para desgracia de los habitantes de Jupiter.

 

Como anécdota, apuntar que por primera vez vemos lo que se esconde bajo la máscara de Twisty, y no es otra cosa que una boca ciertamente desagradable y jodida. Y decir también que la asociación Clowns of America International ya ha hecho llegar una queja formal a la cadena, hartos de la visión negativa y criminal que la ficción norteamericana suele dar de ellos y acusando a la serie de promover la coulrofobia (miedo a los payasos).

 

Estamos ante un capítulo en el que pasan muchas cosas, pero pocas de verdadera relevancia. Aunque todo en esta serie resulte atractivo, quizá a esta segunda etapa de la cuarta temporada le haya faltado algo de rotundidad. Y es que cuando más se disfruta de “American Horror Story” es cuando más desfasada y despreocupada resulta, y esta vez le ha faltado esa vuelta de tuerca. Un pequeño paso atrás que esperemos sea para coger carrerilla de cara al especial de Halloween de la semana que viene.

 

Héctor Ortega

Héctor Ortega (Reus, 1979). De un modo u otro la música siempre ha estado presente en su vida. Quizá el primer recuerdo sea el de Horacio Pinchadiscos y Teresa Rabal sonando en el comedor de su casa. Más tarde ya llegaron los cassettes de Iron Maiden y Megadeth y algo después la primera guitarra clásica con la que simultanear las clases de solfeo con el aporreo torpe de los acordes de Nirvana. Y luego ya los primeros grupos en Reus y el posterior traslado a Barcelona. Una vez allí, a la labor de escuchar y de tocar se sumó la de escribir, ya fuera en el Fanzine Chuck Norris, en Muzikalia o en las páginas de Mondo Sonoro. Y así hasta nuestros días, donde compagina la labor de tocar en bajo en la banda Sons of Woods con la eterna búsqueda de esos discos que le sigan poniendo la piel de gallina. 

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