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Os odio a todas, pero bailemos

 

Sandra S. Lopera

 

En una serie como “Girls”, la idea de ir a pasar unos días a la casita de la playa es el equivalente en una peli de terror a pasar un fin de semana en una cabaña en medio del bosque. Se masca la tragedia. Por eso, cuando a Marnie se le ocurre reunir a las chicas en la casa que tiene su madre en Long Island, algo así como el sur de los famosos Hamptons, era de esperar que la cosa no iba a ir bien. Y claro, cuando Jessa, Shoshana, Marnie y Hannah afilan las uñas, es que el capítulo promete. “La casa de la playa” es el episodio más loco de lo que llevamos de esta tercera temporada. Tiene todo lo que se le podía pedir, y es uno de los mejores rodados de la serie, los escasos treinta minutos de duración pasan en un suspiro y eso que, curiosamente, es uno de los que menos cambia de escenario. Desde que las protagonistas bajan del autocar en el pueblecito costero, no paramos ni un momento. A Hannah le falta tiempo para calzarse un bikini que no se va a quitar en todo el día, aunque eso implique que no la dejen ni entrar en las tiendas del pueblo, y, además estropea los planes de su anfitriona cuando tropieza con su amigo, y exnovio gay, Elijah, y le invita a él y a sus amigos a que se queden con ellas. Este animado grupo será el catalizador para que las cuatro chicas acaben hablando de verdad. Y, de paso, es divertido verles burlarse un poquito de la cena de diseño que sirve Marnie, con esa cara de escandalizada incredulidad cuando se cruza en su camino algo que no es perfecto. Será que ver cómo algo le sale mal alegra un poquito nuestra vena más maligna.

 

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Lo bueno es que tener un reparto tan coral durante todo el capítulo es un lujo poco habitual en “Girls”, y deja momentos tan gloriosos como ese baile que uno de los chicos intenta enseñarle a las protagonistas y que, por un segundo, recuerda al inolvidable numerito en el avión de “Los amantes pasajeros”. La forma en que está rodado, con las chicas ensayando frente a la cámara como si se miraran en el espejo, y sus agradecidas repeticiones, resulta divertidísima. Y sí, por si lo dudabais, Hannah baila llevando el bikini (como mucho, en algunas escenas se tapa poniéndose una chaqueta). Y eso que el resto de los invitados sí llevan ropa normal y corriente porque, llamadnos raros, que sea un fin de semana de descanso no significa que haya que ir prácticamente desnuda por la vida.

 

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La presencia de Elijah y sus amigos crispará los nervios de Marnie hasta que encuentre a su consejero perfecto en uno de ellos. Lo mismo que le ocurre a Jessa y Shoshana, que enseguida parecen congeniar con el grupo. Hannah echa de menos a su novio, como si pasar 48 horas alejados fuera una tragedia griega, y no entiende que su invitación esté echando a perder el reencuentro entre amigas. Además, entre tanto baile, risas, copas de vino y baños nocturnos, ¿no echabais de menos un poquito de drama? Pues, efectivamente, llega al final del fin de semana, cuando estalla un antológico enfrentamiento a cuatro bandas en el que volarán reproches y cuchillos (metafóricamente hablando, que conste). Hannah tiene que escuchar verdades dolorosas, al fin y al cabo ha arrinconado a sus amigas para dedicarse tiempo a sí misma, y un par de días de confidencias y alcohol no va a poder arreglarlo tan deprisa. Pero aquí nadie se salva. Marnie, Shoshana y Jessa también van a recibir lo suyo. Por inseguras, por viciosas, por egoístas… aquí a todo el mundo le cae algo. Grandísima escena, la de la cocina. El buen hacer tras la cámara permite que se disfrute con calma cada palabra de los diálogos, sin prisa por moverse antes de tiempo. Y no será esta la única conversación memorable, rodada con un sencillo y eficaz estilo de tomas largas. Sinceramente, es una de las series actuales que mejor rueda las conversaciones entre sus personajes, sin meterles prisa por cambiar enseguida de plano por miedo a que el espectador se despiste.

 

Para no acabar el capítulo con mal sabor de boca, aquí añadiremos un pequeño spoiler. Las protagonistas se guardan una última escena, en la que no les hace falta hablar para que entendamos qué ha ocurrido entre ellas. Verlas allí, sentadas sobre sus maletas esperando el autobús, y ponerse a practicar la ridícula coreografía con los brazos es un resumen perfecto. Un capítulo realmente maravilloso.

 

Sandra S. Lopera

Sandra S. Lopera (Barcelona, 1981) es periodista y crítica de cine. Actualmente colabora en diferentes publicaciones y webs como Tomacine o Dioses y monstruos. Fue directora de la sección de cine de la Guía del Ocio de Barcelona y ha escrito en medios como el diario Avui, Go Magazine o la revista Scifiworld. El primer recuerdo que tiene de su infancia es estar en el cine viendo "E.T.". Vio pasar una bici por delante de la luna y fue amor a primera vista. Desde entonces ha sido una apasionada del cine.