True Detective 01x01
"The long bright dark”
7,2
No es la primera vez que tropezamos, esta temporada catódica, con un posible asesino en serie que gusta de diseñar auténticos retablos a la hora de abandonar los cuerpos de sus víctimas, y que además se sirve de una cornamenta de ciervo cual guinda de su obsceno primer pastel. A diferencia de la también antagónica pareja protagonista de “Hannibal”, los agentes del departamento de investigaciones criminales del Estado de Lousiana Martin Hart (Woody Harrelson) y Rust Cohle (Matthew McConaughey) no tienen muy claro a qué se enfrentan, pero tiempo les va a sobrar para descubrirlo, porque el arco narrativo de “True Detective”, la gran novedad de la HBO para este primer trimestre, abarca diecisiete largos años.
(Y aquí es cuando comienzan de verdad los spoilers.) Diecisiete años después de que la prostituta ocasional Dora Lange fuera secuestrada, violada, torturada, ahorcada y escenificada, Hart y Cohle rememoran los detalles del caso ante una cámara de vídeo. Es un recurso también bastante manido en la ficción televisiva de la última década, pero, a diferencia de “The Office” o “Parks and Recreation”, el objetivo no es aquí cómico, evidentemente, sino que busca más bien apuntalar las transiciones diacrónicas a lo largo y ancho de tan dilatada esfera temporal. Y la opción, aunque hábil, no contribuye precisamente a que el ritmo de este capítulo piloto cobre vuelo. Conviene, no obstante, tener paciencia.
Porque esa cámara de vídeo que invoca la acción va a relacionar el inicio de la misma, a mediados de los 1990, con el presente. Pero, sobre todo, nos revelará una de las dos razones principales por las que, durante las próximas diez semanas (ocho, ocho semanas), salvo catástrofe dramática, nos mantendremos fieles a la peripecia de “True Detective”. Nos estamos refiriendo, claro está, a la relación imposible pero inevitable que se establece entre ambos protagonistas. Hart es un padre de familia tradicional en una comunidad del sur de Estados Unidos; creyente, dueño de una casa unifamiliar, habituado a los peajes políticos de su oficio. Cohle, en cambio, torturado por el recuerdo de una hija muerta, es un pesimista (filosóficamente hablando) que duerme en un colchón tirado en el suelo gracias al consumo de barbitúricos, que devora libros sobre crímenes sexuales, que padece fogonazos de delirio místico y que, en definitiva, experimenta serios problemas a la hora de relacionarse con sus compañeros y superiores.
El guión de Nic Pizzolatto (novelista, sólo dos capítulos de “The Killing” –versión USA– en su currículo, dicen que a modo de encargo para que se curtiera antes de este bautizo de fuego) insiste quizá demasiado en plasmar ese desencuentro. Pero, por suerte para él, las tablas de Harrelson y la espectacular interpretación de McConaughey, hipnótico en todas y cada una de sus intervenciones, elevan una serie de secuencias que, de otro modo, caerían aplastadas por el peso del déjà vu. Tras chocar en todos los apartados posibles, la humanidad del primero (amén de la curiosidad que en el fondo le provoca su compañero) y el amargo vacío del segundo confluyen en el ojo de un huracán homicida y no hacen más que generar química desde la divergencia de sus personalidades.
Hablábamos, dos párrafos y una fotografía atrás, de sendas razones para abonarnos a “True Detective”. Pues bien, la segunda apunta directamente a su contexto geográfico y social. No es que Cary Joji Fukunaga (realizador de toda la temporada) se muestre tan estupendo en el tratamiento del paisaje como hizo en su “Jane Eyre”, pero sí sabe presentar con lírica perturbadora los escenarios tanto naturales como urbanos de esa Louisiana que no necesita de tormentas tropicales para resultar amenazadora (el campo de cereales ardiendo en medio de la noche) o para sumir a su población en la pobreza más absoluta (la visita de los agentes a Erath, aun sin remarcar la miseria del lugar, pone los pelos de punta). Puesto que, comenzando por el escenario artístico-ritual del primer crimen, continuando con los dos maderos atados con cuerdas en la iglesia afroamericana y acabando con la interpretación que del asesinato hacen las autoridades, la religión jugará un papel determinante en la trama, no descarten que el proyecto acabe cobrando unos muy interesantes visos sociológicos.
Bonus tracks:
* La banda sonora a cargo de T Bone Burnett nos va a dar muchas alegrías, más allá de la melodía que suena durante los títulos de crédito iniciales.
* Cohle: “I’m what’s called a pessimist. Means I’m bad at parties”. / Hart: “You ain’t great outside of parties, either”.
* Siempre tiene su qué reencontrar a viejos conocidos de “The Wire” en una producción de la HBO y este piloto nos devolvió a dos: Clarke “Lester Freamon” Peters y Michael “Brother Mouzone” Potts.
* Lástima del trazo grueso con que se sugirió el adulterio de Hart, pero sí bendecimos la elección de vestuario para dormir de su señora esposa (Michelle Monaghan).
* Ya por último, diecisiete años de narración son sinónimo de pelucas: la del Harrelson joven golpea sobre la línea, mientras que la del McConaughey viejo invitaría a gritar “¡Out!” si no fuera porque la magnética interpretación del amigo nos mantiene prendados de sus expresiones faciales.

Milo J. Krmpotic’
Milo J. Krmpotic’ debe su apellido a una herencia croata, lo más parecido en términos eslavos a una tortura china. Nacido en Barcelona en 1974, ha publicado contra todo pronóstico las novelas “Sorbed mi sexo” (Caballo de Troya, 2005), “Las tres balas de Boris Bardin” (Caballo de Troya, 2010), “Historia de una gárgola” (Seix Barral, 2012) y "El murmullo" (Pez de Plata, 2014), y es autor de otras tres obras juveniles. Fue redactor jefe de la revista Qué Leer entre 2008 y 2015, y ejerce ahora como subdirector del portal Librújula. Su firma ha aparecido también en medios como Diari Avui, Fotogramas, Go Mag, EnBarcelona, las secciones literarias del Anuari de Enciclopèdia Catalana…