Festival Internacional de Benicàssim FIB 2017
13-16/07/2014, Recinto festival, Benicàssim
Javier M. Carpi
Fotos Pau Bellido, Jota Martínez, Nerea Coll y Adrian Morote (Organización)
El año del brexit podría marcar un punto de inflexión en nuestro festival de música por excelencia; según los números, esta edición venía marcada por una recuperación ascendente del público nacional (que alcanza ya el 47% de la asistencia), conjuntamente con una recuperación del papel del pop español en la programación. Buenas noticias si con eso se consigue una mayor orientación del cartel hacia los gustos autóctonos y una menor dependencia de las preferencias british.
Pero no sólo por eso; con los Red Hot Chili Peppers como cabeza de cartel, el FIB ha alcanzado su techo de audiencia, con más de 70.000 personas en el día fuerte del festival. Palabras más que mayores, con este antecedente cuesta pensar que algún grupo de rock de tamaño entre gigante y más allá pudiera resistirse. Y cuando digo cualquiera es CUALQUIERA, pongan el nombre más inalcanzable, que bien podría ser. Cuando el programa del festival luce con orgullo contar con una banda que forma parte del Rock and roll hall of fame, cualquier cosa es posible. Y por ultimo, otra derivada; aceptémoslo, cualquier día nos podemos encontrar que una cadena de comunicación generalista como los 40 principales pudiera esponsorizar el festival. ¿Lo dudan? Viendo parte del cartel, no sería tan descabellado al menos imaginárselo: The Weeknd, Dua Lipa, Kaleo, los comentados Red Hot Chili Peppers.... Es verdad que abrir el abanico del pop en los últimos años a los nuevos sonidos y a las nuevas formas de creación sonora ha enriquecido el espectro y nos ha hecho a todos más tolerantes e integradores, pero que por eso mismo el pastel cada vez es más ansiado por todos también es una realidad. Tiempo al tiempo...
El jueves era de alguna manera día de celebración retro de una forma de entender el pop británico; el noise-pop y lo que vino después. Con “Psychocandy” (1985) The Jesus and Mary Chain (TJMC) inauguraron una nueva época marcada por el ruido, las oleadas sónicas y los desarrollos tormentosos. Para toda una generación, aquel primer disco sería toda una biblia iniciática que marcaría gustos y preferencias. “We are The Jesus and Mary Chain” dijo Jim Reid al saltar a escena, como si hiciera falta presentación alguna. Venían con disco de re-encuentro bajo el brazo (“Damage and Joy“, publicado hace escasos meses), pero dedicaron gran parte de su actuación a rememorar glorias pasadas de grato recuerdo. A la mínima de cambio enfilaron “April skies” y desde ahí al adiós con “I hate rock and roll“, todo un muestrario de guitarras afiladas, distorsión (bajo control; no revisitaron los tramos más cortantes de guitarras-motosierra de aquellos primeros días) y psicodelia tóxica. Un auténtico placer para fieles a la causa. Y el azar o quien sabe qué, hizo que en el mismo día coincidieran con Ride, uno de los muchos hijos putativos que tuvieron los de Glasgow y de los más representativos ejemplos de lo que se vino en llamar shoegazing. También con disco de reencuentro (y de reconciliación tras un final abrupto y no muy amistoso), los de Oxford reverdecieron en escena éxitos pretéritos en el emocionario de aquellos años. Junto a algunas canciones de nueva factura, la catarsis de ruido y psicodelia implosionó al son de viejas conocidas, mención especial al final apoteósico con un “Drive blind“ tortuoso y concéntrico. Con su set, rejuvenecimos unos cuantos años... Hace no muchos años, antes de que los nuevos canales de difusión y distribución revolucionaran el mercado musical, el camino al estrellato en el pop británico seguía casi siempre el mismo guión escalonado: unos directos impactantes, seguidos de un single of the week con posterior portada en el NME, y de ahí a un primer disco que los posicionaba como the next big thing. Fue en esos días cuando The Courteeners llegaron a ser vendidos por la prensa de las islas como los nuevos Oasis (como antes lo habían sido los Bluetones, los Cast o decenas de grupos más...). Obviamente los de Liam Fray no llegarían a tanto, pero su carrera acompasada los ha convertido al menos en un grupo de pop-rock solvente, compacto y convincente. Y eso la afición se lo reconoce, entregándose con locura a temas-himno redondos como “Are you in love with a notion?“ o “Lose control“. Apuesta segura cada vez que visitan el FIB.
Twin Peaks alardean de mucha juerga, de una forma de entender la música muy de colegueo y de cachondeo, y eso se traduce en un pop desenfadado y desbocado. Los de Chicago se lo pasan bien y quieren demostrarlo, de manera contagiosa, en escena. Y consiguen que el público disfrute sin mayores pretensiones, que no es poco. Las Dream Wife encendieron al personal con su pop corrosivo y acelerado, mientras que el dúo británico Honne se dejaba querer en el South Beach Dance Stage con su soul-pop exquisito y pulido. Los valencianos Tortel merecen el premio al compromiso con una forma personal de entender el pop de sentimientos. Cercanos y cómplices (Jorge Pérez prometió agradecer la presencia dando un abrazo a cada uno), presentaron canciones de su próximo trabajo “Transparente”. Pop minucioso de distancias cortas. Algo más densos y consistentes se mostraron los murcianos Viva Suecia, enfilando el estrecho límite que separa el circuito boca-oreja de los seguidores fieles al escaparate de grupos con potencial de hacer llegar su apuesta a audiencias más amplias. Por lo que demostraron en escena, argumentos para ello no les faltan y de momento, este verano se van a pasear por casi todo festival de pop patrio que se tercie… Para acabar la noche (y afrontar una madrugada, larga y convulsa para muchos), el escenario Las Palmas acogió dos caras diferentes de la nueva música negra. Por un lado, la actitud callejera y peleona de Stormzy. El de Croydon, sorprendido por la entrega del abundante público, la lió parda, como no podía ser de otra forma. Hasta se atrevió a cantar por encima del “The shape of you” de Ed Sheeran... Y por otro el R&B de diseño de The Weeknd. El canadiense (presente hasta en la sopa en el festival merced a ser cara visible de una marca de prendas deportivas cuyos anuncios eran visibles por doquier) dio probablemente lo que de él se esperaba: producciones cuidadas y pulidas para el disfrute masivo sin estridencias. Poco más que reseñar de un concierto demasiado controlado en su previsibilidad.
The Sherlocks abrían la jornada con su insultante teen angst redondo y espitoso. Pildorazos pop pegadizos y coreables. Childhood optan por un pop-soul de envoltura cálida y cadenciosa, mecida por efectos varios y vientos sedosos. Mourn, el cuarteto (a)padrinado por The New Raemon (dos de sus componentes son hijas de Ramón Rodríguez) desgranaron con desparpajo y simpatía unas canciones directas y saltarinas. Encantadoras. A la hora de hacer partícipe al público del fiestón hay dos apuestas nacionales seguras para el éxito, Joe Crepúsculo y La Casa Azul. El primero desplegó en escena todo su show, como en ocasiones previas (el barman con sus cocktails, Nacho Vigalondo desparramándose en escena, Tomasito y su gracia y salero...), que no por repetido deja de tener su gracia. Aunque lo fundamental para conseguir la locura colectiva (lo reconozco, cada vez disfruto más con él) sean básicamente sus estribillos de fácil repetición (el público a la primera escucha puede ya corear los temas) y su actitud constante de animador de feria del choquetín (¡Arriba que nos vamos!!!!). Lo de Guille Milkyway contagiando al personal con sus melodías expansivas de colores también es un clásico del festival, y como no podía ser menos, no defraudó las expectativas. Los Temples dejaron con la boca abierta a más de uno con la publicación de su primer trabajo allá por el 2014. Parecía mentira que cuatro jovenzuelos recién llegados pudieran facturar semejante trabajo de psicodelia estroboscópica colorista y expansiva (después de lo que nos quisieron vender con Kula Shaker, cualquiera se fiaba…). Su reciente segundo disco “Volcano” no mantiene el listón tan alto (era difícil mantener ese asombro de “¿cómo-nadie-antes-había-creado-esas-melodías?”), pero su directo (cuatro años después de su primera visita) sigue siendo brillante y diáfano. Además, a sus logros musicales les añaden actitud, pose y estética (gracioso era ver cómo el Crepus, que preparaba sus cachivaches tras el telón para su concierto posterior, se miraba al guitarrista mientras éste paseaba palmito en el escenario previamente a empezar el set). Blossoms son otro de esos grupos británicos slim fit de guitarras límpidas y melodías trazadas con tiralíneas. Pop luminoso de vocación generalista, sin perder el encanto de la independencia (o eso nos quieren hacer creer...). De todas formas, conseguir que la audiencia en masa coree el “Last Christmas” de Wham! tiene su aquel.
El trío británico Flowers aportaron la identidad amateur y el sello de pop shararecordsiano del día. Entrañables hasta decir basta. Y que se puede contar de Bigott que no se haya dicho ya. El outsider por antonomasia del pop independiente nacional (va a su puta bola en todo, olé sus huevos) volvió a ofrecer una descarga de rock iconoclasta perfectamente ejecutado y armonizado. Hasta se atrevió con un “10:15 Saturday night“ de los Cure primigenios antes de cerrar con un “Cannibal dinner“ impepinable con la que el público se desmelenó. Los Planetas tienen una trayectoria tan vasta y han crecido y metamorfoseado tanto en ella (estrenaron, junto a Ride y a TJMC festival en aquel lejano 1995), que se pueden permitir combinar delirios lisérgicos espaciales de autor con algunos de sus hits más celebrados. Empezaron su concierto, como no podía ser de otra forma, con la tremenda “Islamabad“, y cerraron con “Alegrías del incendio“, revisitando entre medio todo un panegírico del rock planetario más identificable para uso y disfrute de su público, que en esos momentos era casi todo nacional. Al césar lo que es del césar, y así como en ocasiones previas hemos criticado su versión más acomodaticia y conformista, hay que reconocer que a día de hoy son incontestables en directo. A Foals los conocimos, allá por el año 2008, en el contexto de la reivindicación de los sonidos del Africa negra por parte de un grupo variopinto de creadores pop (como si hubieran descubierto el “Graceland“ de Paul Simon de repente). Días de primeros trabajos de Vampire Wekeend, Yeasayer o estos Foals. Posteriormente los de Yannis Philippakis ampliaron su paleta de sonidos y han ido desarrollando una obra con otros valores añadidos, entre ellos su capacidad de ofrecer unos directos poliédricos redondos. Y aunque siguen sonando tribales (su archiconocida “Numbers” mantiene el espíritu de aquel “Antidotes”), su trabajo ha ganado en rotundidad y madurez. Y así entre nosotros, prefiero mil veces la polifonía telúrica de sus desarrollos que la comunión cósmico-terrenal iluminada de unos Cristal Fighters buscadores de la alucinación kármica masiva en el cierre del festival.
La apuesta de The Strypes revitaliza el rock –blues clásico de manera efectiva y solvente. Directos, resolutivos y simpáticos en escena, tienen madera para seguir creciendo. Los sevillanos Leicomers tuvieron su momento de gloria como ganadores del Proyecto Demo 2017, que no desaprovecharon. Los Dinosaur Jr. hicieron a la perfección lo que mejor saben hacer. Vienen y vienen al fib y, además de que nunca cambian, nunca defraudan; mismos desarrollos cortantes, misma energía reconducida, misma rabia contenida. Siempre efectivos, siempre Dinosaur. Desde el tema elegido para arrancar el concierto (“Rock and roll star”, toda una declaración de intenciones) al final apoteósico con un “Wonderwall” coreado casi a capella por el público, Liam Gallagher, que teóricamente venía para presentar su inminente debut en solitario “As you were”, decidió centrar su show en rememorar éxitos pretéritos del grupo madre (ya el intro elegido para salir a escena había sido el “Fuckin’ in the bushes”). ¿Reprochable? Bueno, al fin y al cabo es lo que la audiencia debía esperar y celebró de manera eufórica.
Lo de los Red Hot Chili Peppers en escena, como era de esperar, fue todo un espectáculo. Rock-funk musculado en plan apisonadora sin respiro. Ya solo ver a Flea en escena es un puro espectáculo (él es parte del mismo). Su música y sus planteamientos podrán gustar más o menos, pero su éxito allá por donde pasan es incuestionable. A los Desperate Journalist les comparan con los Smiths por intensidad emocional, desasosiego vital y aislacionismo incomprendido, aunque más bien deberían compararlo con Echobelly cuando los comparaban con los Smiths... Toda una joya medio oculta en el magma de un cartel más pensado para la expansión hacia fuera que para la introspección autoindulgente. Si yo llegara a hacer mi trabajo con la décima parte de la (llamémosle) indisposición con la que Pete Doherty se presentó en escena, el curro no me duraba ni medio minuto... Ok, asumamos que los rockeros son artistas y estos pueden vivir con peligro (forma parte del ritual y de la magia) y que además el ¿ex?-Libertine explota ese halo de enfant terrible que le sigue dando rédito. Lo que pasa es que resulta bastante penoso ver cómo es incapaz de mantener la compostura y precisa de que toda su banda le arrope y le dirija a lo largo del set para poder enderezar medianamente la actuación. Triste cuando no peligroso, como cuando le da por tirar al público los palos de micrófonos o incluso el instrumento de su guitarra solista... En fin, una pena. Y para cerrar el día, otras dos apuestas nacionales a destacar: Biznaga con su proto-punkrock incendiario de vieja escuela (tremenda su Una ciudad cualquiera con ecos de Parálisis Permanente) y el rock existencialista descarnado de los siempre incontestables Nudozurdo.
La última velada del festival aún se reservaba hallazgos interesantes y algún que otro concierto memorable. Hallazgos a descubrir como los gaditanos The Magic Mor y su densidad oscura (tremenda su Satellites, en la estela de A night like this de The Cure), el rock abrasivo y correoso de un Rock Gallo situándose en medio del triángulo equilátero con The Strokes, White Stripes y John Spencer en sus vértices, el dream-pop paisajístico y etéreo de unos cada vez más especiales Linda Guilala, o la frescura descarada de Las Odio, merecedoras desde ya del premio al mejor nombre de grupo del festival. Rabiosas y peleonas, suya es uno de las canciones más irreverentes y críticas con el machismo innato presente en el indie patrio, en el que el papel de las féminas aún es visto como un elemento exótico que celebrar (Indie español). Clavando el aguijón, Mantis religiosas. Slaves en escena son realmente tremendos; parece mentira que con una estructura tan simple (guitarra y batería-voz) sean capaces de desplegar tanta rabia y mala gaita. Orgullo de working-class deslenguado y borrico, son como el reverso más suciote de los Sleaford Mods, con quienes por cierto, se llevan a matar en una especia de polémica por ver quienes son más auténticos... (a propósito, ya están tardando los programadores en incluir a los de Nottingham en futuras ediciones). Los escoceses The View mantienen la habilidad de seguir enhebrando la aguja con destreza a la hora de diseñar pequeñas melodías juveniles desenfadadas, y optimistas. Sin artificios ni excesivas pretensiones, su pop tardo-adolescente sigue siendo una refrescante delicia.
Aunque si hablamos de concierto memorable, la nominación sin rivalidad posible se la llevaron los Love of Lesbian. ¿Algo especial que destacar de dicho set? Todo, sencillamente todo. La rotundidad sonora, el despliegue apabullante de efectos en escena, un Santi Balmes pletórico (disfrutón como pocas veces) y una comunión total con un público entregado. Al final, su invitación a viajar al borde de un cometa Halley de emoción y vértigo acabó convirtiendo a todos los presentes en fans indiscutibles de John Boy (¡podéis desnudaros! gritaba el Balmes con una sonrisa de oreja a oreja). Unos de los indiscutibles triunfadores del festival. Lo de Kasabian y su new laddism logrando poner patas arriba una vez más a todo un festival podría ser sorprendente sino fuera por su demostrada capacidad de contagio colectivo. Y es que a veces mola bastante más terminar la juerga orgulloso y erguido que pesaroso y cabizbajo, qué demonios, que para eso ya está el resto del año. Al fib se viene a desfasar entre música y fiesta. ¡Larga vida al FIB!

Redacción
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