JD McPherson en Barcelona
04/04/2016, Bikini, Barcelona
9,5
Firme candidato desde ya mismo a concierto de rock’n’roll del año, la segunda visita a la ciudad del norteamericano JD McPherson acabó en un soberano y estruendoso éxito que no hace sino reafirmar al de Broken Arrow, Oklahoma, como EL rocker de referencia de nuestros días.
Las cartas, es verdad, estaban a favor del amigo JD. Porque la gira servía para presentar un señor discazo como “Let the good times roll”, el fantástico tratado de clasicismo moderno que publicó el pasado año 2015. Porque la banda que le acompaña es cosa seria, muy seria, un auténtico comando de endiablados greasers que no dejó de echar humo en la más de hora y media que duró el concierto. Y porque cuando un grupo de rock’n’rollers de semejante calibre se sube a un escenario es para dar un show sin estúpidos complejos: con los tempos bien medidos, con energía a raudales y con palmas, coros, saltos, intros y outros como se hacía antaño. Ni rastro de barbas ridículas mirando al suelo entre balbuceos.
McPherson y su banda demostraron, ya desde el arranque con “Bossy”, que parecen compartir un estado de gracia que les permite hacerlo todo y hacerlo todo bien. Y es que el “Country boy” tocó bien, comunicó bien, y sí, también cantó endemoniadamente bien en todos los palos entre el rockabilly y el southern soul. Con todos esos ingredientes, JD y su banda montaron un verdadero festival de música de raíces Americana hecha a la manera moderna por el que fueron cayendo de manera perfectamente los hits de sus dos discos hasta la fecha, con un fantástico rush final en el que encajó “Head over heels” y “Let the good times roll”. Junto a ellos, un par de versiones selectas que dan pistas sobre lo abierta de miras que es la paleta de este hijo de granjeros del sur de Estados Unidos, incluyendo ese fantástico “Rome wasn’t built in one day” de su majestad Nick Lowe.

Rafa Giménez
Después de probar con el macramé, el ping pong y la lectura de textos sufistas, hace ya muchos años que Rafa Giménez encontró en los ordenadores y las maquinitas de todo pelaje ese círculo de amigos que el mundo parecía negarle. La no demasiado sana pasión por el software, los procesadores y las pantallas que ha desarrollado desde entonces seguramente no ha ayudado demasiado a su sociabilidad ni a su éxito con las mujeres, pero sí le ha llevado a rincones de Internet donde se ven cosas que vosotros no creeríais. Habla bajito y vive feliz en su habitación con su soldador y su conejo robot, y afirma con seguridad que “All your base are belong to us”.
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