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Swans en Barcelona

01/10/2014, Apolo, Barcelona

9

 

Javier Calvo

Fotos Óscar García

 

La gira mundial de Swans de este año es testimonio de muchas cosas. Una de ellas es el hecho de que la Historia se compone de fenómenos improbables. En 1997, la fecha de su última gran gira antes de su reunión, Swans era una banda prácticamente olvidada, o por lo menos restringida a un pequeño culto de fieles. Después pasó lo que pasó: se puso de moda la música oscura y los cantantes carismáticos con visiones místicas y dieciocho años más tarde, vuelven a dar giras mundiales y llenan salas en países donde antes habría sido impensable el mero hecho de verlos. Todo esto con tres miembros en edad de cobrar la pensión de jubilación y una música completamente inmisericorde, que no solamente no ha movido un dedo para hacerse más accesible sino que está a la altura en materia de ruidismo, repetición y brutalidad a la de sus primeros tiempos. Y su antaño legendario directo rompe-tímpanos ya no es legendario, porque prácticamente ya todo el mundo ha visto a Swans, y el que no, es porque no quiere o vive en las Hurdes.

 

El formato de la presente gira es muy parecido al de las dos anteriores, las correspondientes a sus álbumes "My Father Will Guide Me Up a Rope to the Sky" (2010) y "The Seer" (2012). Cuatro o cinco temas de entre diez y veinte minutos, con intros lentas y atmosféricas que terminan llevando a pasajes de catarsis sónica que rozan con la crueldad hacia el público. El set de la gira de "To be Kind", el más reciente álbum de Swans, no incluye ningún tema de la primera época, de hecho, el más antiguo que tocaron anoche en la Sala Apolo fue una versión condensada de “The Apostate”, el apocalíptico colofón de "The Seer". Después de diez minutos de introducción a cargo del inefable percusionista Thor Harris, interpretada por la mitad de la banda, y que en mi ignorancia únicamente puedo describir como un gigantesco dron de percusión manipulada, la banda se reunió sobre el escenario para interpretar el primer tema propiamente dicho de la noche, “Frankie M”, de su próximo disco todavía no editado y que sacará Mute Records.

 

Con una sección central digna de "Filth" o de "Cop" que se desintegra en forma de nube de distorsión para que Michael Gira haga la parte vocal final, “Frankie M” va camino de convertirse en un nuevo favorito, tarareable de esa forma psicótica en que son tarareables algunos temas recientes de la banda como “Lunacy”, “Avatar” o “Screen Shot”. A continuación, y con el público ya más vapuleado de lo que pensaban que iban a salir después del concierto entero, se entregaron a una versión todavía más lunática de “A Little God in My Hands”, el tema funky de "To be kind" con el que sorprendían a todo el mundo hace unos meses,, una especie de pesadilla bailable que habla de sangre, pulmones, corderitos y el amor de la conciencia universal. Por increíble que parezca, la versión en directo es todavía más divertida/espantosa que la del disco.

 

“The Apostate”, al ser interpretada anoche, parecía mucho más amorfa de lo que realmente es, un laberinto de psicodelia oscura con distintas secciones desensambladas. La impresión es falsa, lo certifico yo que ya fui a otro concierto de la misma gira y la tocaron exactamente igual: las interpretaciones de Swans están absolutamente milimetradas, y se basan en una especie de conciencia colectiva sinfónica dentro de la cual Gira indica y corrige cada matiz con miradas, gritos y saltos. (Sí, saltos). “Just a Little Boy”, el único tema del set que ya tocaron el año pasado en el Festival Primavera Sound, sonó ayer más compacto, un larguísimo y negrísimo blues orientalista (¿?) estructurado como crescendo épico que culmina en Michael Gira poniendo voz de Johnny Rotten para gritar con cara sarcástica: “I’m just a Little Boy. I’m Not Human. I need Luuuuuuv”. Tómenselo como quieran, jaja.

 

A partir del cuarto tema de un concierto de Swans, la conciencia se ofusca un poco, lo reconozco. La intensidad parece difícil de sostener, y la banda, tal vez consciente de ello, suele concluir los conciertos con temas nuevos, jugando un poco con la curiosidad que tiene el público por ver dónde van los tiros para el año que viene. Resulta absolutamente admirable el nivel de trabajo brutal, tanto compositivo como sobre todo de giras en directo, al que se está entregando Michael Gira. Ya no es solamente que baile, salte y grite como un poseso, ante las miradas resignadas de Norman Westberg y Christoph Hahn, los otros dos provectos supervivientes de la primera época de la banda; es que Swans lleva cuatro años de gira sin parar y sacando un disco cuádruple cada año y medio (o cada medio año si contamos los discos en directo). Uno casi espera ver a alguno de los miembros desplomándose por fin sobre el escenario, Dios no lo quiera.

 

Anoche el concierto concluyó con “Bring the Sun” (sí, el tema de 36 minutos del disco nuevo), que a la mitad se convirtió en otro tema nuevo, “Black Hole Man”, otro delirio ruidista cuya letra (o la parte que entendí) es demasiado espeluznante para reproducirla aquí, por si acaso el artículo cae en manos de un menor. Quizás los temas nuevos apuntan en la misma dirección menos psicodélica y más contundente y estructurada que "To be Kind", o esa es la impresión que yo me llevo, aunque es cierto que al interpretarlos en directo siempre los simplifican un poco. En todo caso, después de una hora y media de Swans uno no tiene las ideas muy claras. Más bien lo que tiene es temor de Dios, visiones de sangre y niñitos correteando entre las flores, un pitido de la hostia en los oídos y cierta curiosidad por saber cuándo serán capaces estos tíos de sacar otro disco de tres horas sobre el amor que suena como un geriátrico entero al que le han quitado la medicación gritando de rabia mientras pasan debajo de la ventana los tambores de Calanda. Paz y amor a todos.

 

Javier Calvo

Javier Calvo es novelista y traductor literario residente en Barcelona. Entre sus novelas están "El jardín colgante" (Seix Barral, 2012), "Corona de Flores" (Mondadori, 2010) y "Mundo maravilloso" (Mondadori, 2007).