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EDUARDO-LAGO  

Siempre supe que volvería a verte...

Eduardo Lago

Malpaso

7,3

286 págs.

22 €.

Álex Gil

 

Eduardo Lago escribe novelas trampantojo. Lo fue la primera (“Llámame Brooklyn”, 2006), lo fue su libro de relatos (“Ladrón de mapas”, 2008) y lo es, todavía más, “Siempre supe que volvería a verte, Aurora Lee”.

 

Lago, que entiende la narrativa como una especie de tour de force, estira los márgenes en esta novela. Enrique Vila-Matas decía en una de las presentaciones del libro que Lago acaba en esta novela con la metaliteratura. Y es que lleva el juego literario al límite.

 

La premisa argumental es bastante sencilla, Stanley Marlowe, un escritor fantasma (Lago evita el término de negro literario) recibe dos encargos: escribir las memorias de un acaudalado magnate a punto de morir y recrear la novela póstuma de Nabokov, “El original de Laura”, de la que el autor tan sólo dejó 138 fichas antes de morir en 1977 y que fue publicada por su hijo en 2009. En la última de las fichas de este libro, el escritor ruso escribe las siguientes palabras: “Eliminar, suprimir, borrar, tachar, cancelar, anular u obliterar”, todas ellos sinónimos del verbo destruir. Y eso es lo que hace Lago, desarmar una novela hasta casi hacerla desaparecer. El lector debe estar sobre aviso, de lo contrario puede perderse por el camino.

 

En “Llámame Brooklyn”, Nestor Oliver Chapman, su protagonista, tenía como objetivo reconstruir la novela inacabada de un amigo a partir de fragmentos de diferente procedencia. En esta ocasión, Lago vuelve a utilizar su macguffin preferido: plantear una obra incompleta que su protagonista tiene que acabar, aunque en este caso no será una sino varias las obras a completar.

 

Los encargos que ha de llevar a cabo Stanley Marlowe pondrán en serios aprietos no sólo al protagonista, también al narrador (Benjamin Hallux, que es de quien recibe el encargo de rescatar la obra de Nabokov) y, sobre todo, al lector. La resolución de dichos encargos presenta ciertos trazos de falsa novela negra, con sus inevitables desapariciones, sus persecuciones y su suspense.

 

En el caso de la novela inconclusa, el protagonista rearma el libro a partir de informes de lectura. Unos informes poco convencionales en los que se intercalan las voces de emisor y receptor, y en los que en ocasiones incluso juega con las notas al pie. En esos informes se nos presenta “El original de Laura” como una novela al cubo. En las fichas, Marlowe encuentra a un escritor llamado Wild que a su vez redacta unas fichas en las que aparece un tercer escritor que toma notas de cómo va a ser su novela. Este posible esqueleto, esbozo de las tramas y personajes, nunca llegó a desarrollarse y aquí el protagonista principal de la novela intenta completarlo. Además, estos informes acaban generando uno de los momentos más trepidantes y divertidos de la novela.

 

Por si fuera poco, aún tenemos que añadir otra capa metaliteraria, ya que Marlowe escribe un relato a partir de la historia que le cuenta otro escritor al que tiene que ayudar para acabar una obra. Este último desvío supone además un nuevo límite, ya no literario si no ético. El protagonista de ese relato no es otro que Daniel Auster, hijo de Paul Auster y su primera mujer, Lydia Davis, que fue utilizada por su madrastra Siri Hustvedt como una de las tramas de su novela "Todo cuanto amé".  

 

A pesar de lo que pueda suponerse después de todo lo escrito más arriba, en “Siempre supe que volvería a verte, Aurora Lee” hay mucho humor. La novela de Lago puede entenderse como parodia del mundo literario. El autor elige a un escritor fantasma como protagonista, aparecen agencias que se dedican a aceptar encargos de todo tipo, bromas sobre agentes literarios (“El Chacal”), la ridiculización del mundo de las listas de más vendidos (con el delirante episodio en el que un perro olisquea best sellers), una secretaria llamada Jennifer López que escribe mejor que el mismísimo Nabokov, además de la multitud de homenajes que se esconden  tras los nombres de los protagonistas, por tan sólo citar algunos ejemplos. El juego, que comparte con el resto de los integrantes de la Orden del Finnegans, va más allá. A pesar de que Lago rompe las coordenadas convencionales de lo literario con la introducción de textos rotos, retazos, fragmentos y voces, el conjunto conforma un todo perfectamente armado. Del lector dependerá que el puzle tenga sentido.

 

 “Siempre supe que volvería a verte, Aurora Lee” sirve, además, como notable carta de presentación de la recién nacida editorial Malpaso, que cuenta con los ínclitos Malcolm Otero y Julián Viñuales entre sus filas. Sólo queda esperar que el próximo asalto de Lago no se haga esperar tanto y, como es habitual, tampoco lo ponga fácil.

Àlex Gil

Unas columnas de cine al margen en la extinta revista Suite fueron su carta de presentación. Durante más de una década escribió sobre cine y literatura en la revista Go Mag. En la actualidad trabaja en Fotogramas y colabora habitualmente en Qué Leer. Sus poemas y relatos han sido publicados en revistas digitales e impresas. Es uno de los fundadores del dúo polipoético Ediciones vinoamargo.

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