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Aunque caminen por el valle de la muerteÁlvaro ColomerLiteratura Random House 8,9256 págs. 18,90 €. |
Toda guerra que no sea la Guerra Civil carece de espacio reseñable en la literatura española. Es un axioma entre nosotros. Una guerra cualquiera es un tema menor, un tema que tiende a apagarse, que combina mal. Se admite como motivo, referencia, ambientación, recuerdo, cualquier cosa excepto eje sobre el que poner a girar un mecanismo narrativo. Digamos que un escritor que quiera merecerse el respeto del público debe abogar por el pacifismo, incluso el antimilitarismo, ser defensor de la paz cósmica y/o conyugal, intergeneracional, sindical. Las guerras no sirven de simiente para una novela nuestra, si es que hablamos de una novela con aspiraciones. Álvaro Colomer, sin embargo, se ha decidido por este asunto que a cualquier otro le quemaría y lo hace en relación con un lugar que conjugó crueldad y estupidez en cantidades demenciales: Irak. No por nada el título de su novela es “Aunque caminen por el valle de la muerte”, tomado del salmo 23, porque ahí esconde una de las claves para entender que en esta guerra también la religión anduvo por medio cargando de razones los fusiles de ambos bandos. Los hechos que relata se produjeron en la base española en Najaf, y como tantas otras razones para el descrédito de la clase política, han quedado oscurecidos y olvidados de los grandes medios de comunicación nacionales. Nada más que añadir de una guerra que tuvo a todo un país en contra cuando era sólo una idea en la cabeza de un señor de Valladolid y que acabó como una de Berlanga, sólo que en vivo y a punto de tragedia cósmica. Lo gordo tuvo lugar el 4 de abril de 2004, y sí, es otra fecha para la infamia.
Varias cuestiones antes de abrir el libro: ¿por qué sobre la guerra de Irak, y por qué 13 años después de los hechos?, ¿qué faltaba añadir a lo dicho por Lorenzo Silva y Luis Miguel Francisco en “Y al final, la guerra” (2006), obra en la que hicieron un trabajo concienzudo sobre los mismos hechos, con añadidos en relación a los prolegómenos y días posteriores?, ¿qué habrá ido buscando Álvaro Colomer en esas 200 entrevistas a protagonistas de los hechos en EEUU, El Salvador, Irak y España que han servido la materia de la que al final ha tomado forma esta novela? Desde luego, no voy a responder aquí a cada una de estas cuestiones, porque la novela se explica por sí misma, y de maravilla, pero sí convendría hacer algún apunte como provocación a la lectura. Álvaro Colomer ha construido una novela que es, por encima de todo, novela. Se sostiene sobre una multitud de datos históricos y documentos contrastados, recrea lances que fueron registrados en su día por los protagonistas, refiere actuaciones de mandos militares y los discursos y juegos dobles de esos simpáticos políticos patrioteros, pero mantiene la esencia ficcional de la novela añadiendo un elenco de personajes que sostienen el pulso humano de la trama. Son soldados que en la distancia tratan de reconciliarse con la amante perdida, otros a quienes azota la incertidumbre si no reciben noticias de la enfermedad de su mujer, o los que disparan sin bandera al servicio de las multinacionales de la guerra, los que se muerden la lengua para no acabar ante un tribunal militar, los que se crecen ante el tableteo de las ametralladoras, los que fueron ilusionados al desierto y ya nunca volverán. En su novela Álvaro Colomer dibuja familias, y sospechas, y amistades y cinismo colándose entre la acción de héroes y villanos de la guerra, culminando con brillantez un juego de fuerzas que conforman la dimensión humana de la novela. En ese dibujo, además, se cuida de emplear diversas perspectivas que incluyan todos los frentes, desde las que va apuntando flaquezas y motivos, los del adolescente iraquí como los del veterano yanqui, tan imbuido de éticas espectaculares. Son planos diversos que se van superponiendo, con ráfagas de diálogo, muy a menudo en estilo indirecto libre –algo que provoca sorpresas en no pocas páginas–, en textos diáfanos, con preferencia por el recorrido largo, donde abunda el gesto problemático que obliga al lector una vez y otra a definirse sobre lo que va leyendo. Domina el verbo, y eso es de agradecer en medio de esta ola mediocre de preferencia por lo deslavazado en narrativa. Hacía meses que no usaba un diccionario y, mira por dónde, con esta novela he tenido que lanzarme a la carrera a desempolvarlo. Ya, de paso, no sólo el diccionario, sino también las crónicas de aquel 4 de abril de 2004. Todavía un tipo de bigote que se decía hombre de valores ejercía en España de presidente en funciones. Le gustaban las fotos de grupo en islas portuguesas y pacíficas.
Al regreso de aquella guerra no hubo gloria para los héroes–así lo confirman las crónicas–, tampoco consecuencias para quienes pusieron en la boca del lobo, con prohibición de usar las armas, a un grupo de soldados españoles en una guerra que de ninguna manera iba con nosotros. Años después tuvimos incluso que soportar a esos patriotas de la tribuna y la misa dominical prodigando eso de que España nunca estuvo en guerra mientras permaneció en Irak. Fueron esos mismos que juraron que el rescate bancario no le costaría al país ni un solo euro y quienes, a despecho de esos cientos de corruptos perseguidos por la justicia, se siguen mostrando como la única gente de bien que puede gobernar la patria con garantías de éxito. “Aunque caminen por el valle de la muerte” es, bajo esta perspectiva, una novela de rabiosa actualidad, donde se reconstruye un relato en pasado reciente pero cuyos rostros y estados anímicos siguen intactos sobre un tablero que aún nadie sabe cómo se va a resolver. De todo ello ofrece esta novela claves interesantes, siempre valiosas.

Santiago García Tirado
Soñó con llevar subliminalmente en su DNI una cifra capaz de avivar el deseo, pero llegó al mundo en 1967, con dos años de antelación para la fecha correcta; desde entonces no ha hecho más que constatar que siempre estuvo (contra su voluntad) en el tiempo equivocado para ser cool. Con empeño, y en contra de la opinión de las hordas hipsters internacionales, ha llegado sin embargo a crear la web PeriodicoIrreverentes.org, y colaborar en Micro-Revista, Sigueleyendo, Quimera y Todos somos sospechosos, de Radio 3. Sus últimas obras de ficción son “Todas las tardes café” (2009, relatos) y “La balada de Eleanora Aguirre” (2012, novela). En 2014 verá la luz su novela “Constantes Cósmicas del Caos”, con la que espera coronar su abnegada labor en beneficio de la entropía universal.